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¿Por qué España no compró el relato de Aznar?

Blair, Bush y Aznar acordaron en las Azores no continuar vía de la ONU, según el informe Chilcot

Sergio Casal

El ‘Irak Inquiry’ o ‘informe Chilcot’ ha removido los cimientos de la política del Reino Unido. Mientras, en España, José María Aznar remite a la prensa a su libro de memorias ‘El compromiso del Poder’ para defenderse de las pruebas que señalan su participación en una estrategia de comunicación pactada con Tony Blair durante los días 27 y 28 de febrero de 2003 en Madrid. El objetivo de esta campaña, según el ‘informe Chilcot’, era instalar la idea en la opinión pública de que se estaban intentando poner en marcha todas las vías pacíficas y legales antes de invadir Irak. La realidad que muestra el informe oficial es bien distinta: La invasión ya había sido decidida al margen de la legalidad de las Naciones Unidas.

Más de 13 años después de la fotografía de las Azores, Aznar sigue sin reconocer algún tipo de error en su política exterior. En octubre de 2015, llegó a justificar su actitud como un acto de camaradería: “No se puede pedir ayuda a un amigo [Bush], y luego, cuando él te la pide a ti, negársela”. Pero con la publicación del ‘informe Chilcot’, la impunidad en la que ha vivido el ex presidente puede esfumarse. ¿Cómo? Observando las evidentes coincidencias entre los objetivos de la campaña de persuasión planteada en el ‘informe Chilcot’ y la evolución del discurso de José María Aznar durante los primeros meses de 2003.

En primer lugar, es importante entender las claves de la estrategia. En el cuarto volumen sección primera del informe, referido al programa de evaluación sobre las armas de destrucción masiva, se hace referencia a un documento de Estado desclasificado, firmado por el jefe del departamento informativo del Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Commonwealth (FCO: Foreign and Commonwealth Office) John Williams. Este documento fue enviado a la oficina privada de asesoramiento de Tony Blair y en el, Williams plantea esta estrategia de medios diseñada para “preparar a los medios y la opinión pública para una posible acción en Irak” a través tanto de “mensajes clave”, como de “suscitar la idea de que se intentan agotar todas las vías legales antes de tomar una decisión definitiva”.

Las objetivos eran “convencer a la gente de ‘la verdadera amenaza para su seguridad y protección’ de los programas de armas de destrucción masiva de Irak; ”demostrar que Irak estaba ‘en violación de sus obligaciones internacionales de cooperar con la ONU’“; y ”preparar a la opinión pública en Gran Bretaña y en el extranjero… para una posible acción militar“.

Una vez comprendida la estrategia, la coincidencia con la evolución del discurso de Aznar es evidente. Concretamente, entre los meses de enero, febrero y marzo, el líder del Gobierno español comienza a perfeccionar un relato que enfoca desde el punto de vista de la respuesta ante una amenaza que asegura que existe, aunque no lo demuestre con pruebas. Continua dando forma al escenario previo a una guerra preventiva contra un “enemigo de las naciones libres”. Tanto en intervenciones parlamentarias, como en entrevistas y ruedas de prensa, prolifera el uso de significantes como “seguridad”, “amenaza”, “tiranía”, “legalidad internacional”, “armas de destrucción masiva”, y, según se acerca la fecha de la invasión en la madrugada del 19 al 20 de marzo de 2003, “responsabilidad” y “última oportunidad”. Este discurso provoca que Irak se convierta en el principal tema de Agenda Mediática durante febrero y marzo y, por extensión, en una de las tres principales preocupaciones de los españoles según el Centro de Investigaciones sociológicas.

A partir de abril, el discurso cambia. Tan solo 48 días después de la invasión, durante una rueda de prensa conjunta con Bush en la Casa Blanca, el líder del Gobierno español habla ya de “futuro”, “esperanza” “reconstrucción”, “democracia”, “liberación del pueblo iraquí” y otros significantes que, unidos al cambio de enfoque hacia temas como ETA y el nacionalismo, provocan un descenso manifiesto en el número de información dedicada en portada a Irak y, por tanto, de la preocupación de la opinión pública por la guerra. Es decir, que después de que su estrategia para convencer a la opinión pública fallase y tras la invasión de Irak, Aznar trata de alejar el foco mediático español de Irak.

Durante los primeros seis primeros meses de 2003, una de cada cuatro noticias de las portadas de el país son sobre Irak, pero con grandes diferencias entre los tres primeros y los tres siguientes: Tan sólo en el mes de marzo, se publican un total de 65 noticias en portada de El País acerca de los sucesos en este país. Durante 30 de los 31 días del mes, estas noticias ocupan la posición más importante dentro de la portada; con el cambio de discurso, nos encontramos con un mes de mayo en el cuál únicamente un día Irak ocupa el lugar principal en la portada. Así, la preocupación por el tema también desciende para los españoles, tal y como refleja en sus barómetros el Centro de Investigaciones Sociológicas: del 37% de españoles que lo consideran el principal problema del país en marzo de 2003, se pasa a tan sólo un 2% de encuestados que lo consideran así en junio del mismo año.

Así, el poder político consigue introducir su relato y hasta controlar de forma encubierta el timing de las agendas mediática y pública. Aznar logra que la sociedad hable según el momento que a él le interese de su relato, de las armas de destrucción masiva, de la amenaza pero… ¿La sociedad compra ese relato? No.

Estados Unidos está con Bush y su War on Terror. España, no está con Aznar. Mientras en Norteamérica los medios de comunicación asumen una actitud patriótica con respecto a, actuando como correa de transmisión entre el poder y la opinión pública, en España la opinión pública se echa a la calle en un rotundo “No a la Guerra”. ¿Por qué funciona en Estados Unidos? Gracias a un fenómeno sociológico que allí se conoce como el efecto Rally ‘round the flag. Este proceso se puede definir, en términos generales, como un aumento sustancial del apoyo de la opinión pública hacia el líder en momentos de conflicto bélico o crisis. Existen muchos momentos en la historia de los Estados Unidos en los cuales se produce este efecto Rally’ round the flag, pero entre 2001 y 2006, en relación con la cadena de sucesos previos y posteriores a la invasión de Irak en marzo de 2003, se aprecian tres momentos clave en los cuales el apoyo de la opinión pública hacia el Presidente Bush aumenta de forma considerable: Los ataques del 11-S, la invasión de Irak en marzo de 2003 y la captura de Saddam Husein. Tras los ataques del 11-S, pocos días después de ese momento de ‘shock’, el apoyo de la opinión pública hacia George Bush aumenta de apenas un 50% al 90%.

En España, cinco de los diez mandamientos de la propaganda bélica (propuestos por el profesor de la Universidad de Vigo Xosé Rúas), fueron aplicados en esta estrategia de medios con la intención de conseguir ese efecto Rally ‘round the flag que asegurase el apoyo de la opinión pública:

‘Nosotros no queremos la guerra’, Aznar a Luis Herrero en entrevista en la COPE en febrero de 2003: «(…) Ahora bien, si además de eso usted plantea la cuestión de decir ¿usted quiere guerra o quiere paz?, yo quiero paz, como todo el mundo sensato. Yo no sé si hay gente a la que le pagan por hacer esas preguntas en algunos sondeos o en algunas encuestas».

‘El enemigo es el único responsable de la guerra’, durante la misma entrevista: «Si Saddam Husein cumple con sus obligaciones, las únicas vidas humanas, como decía Winston Churchill, serán la suma no calculada por nadie y que nadie se molesta en calcular del dolor humano que Saddam Husein ha producido en Irak, la suma de tantas víctimas inocentes que él ha provocado. Él tiene la responsabilidad. Eso se lo ha dicho la Unión Europea, eso se lo ha dicho el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, eso se lo ha dicho el mundo entero: él tiene la responsabilidad y de él será la única responsabilidad».

‘El enemigo tiene el rostro del demonio’, Aznar en intervención parlamentaria de 5 de marzo de 2003: «(…) Saddam Husein es una amenaza para la paz y la seguridad en Oriente Medio, una amenaza para la paz y la seguridad en todo el mundo, como reconoce con contundencia la Resolución 1.441».

‘Enmascarar los fines últimos de la guerra presentándolos como nobles causas’, durante la misma intervención: “Que la paz y la seguridad se extiendan por el Mediterráneo es interés nacional de España; que Saddam deje de ser una amenaza, que desaparezca el riesgo de que sus armas de destrucción masiva caigan en manos terroristas, son intereses nacionales de España”.

‘El enemigo utiliza armas no autorizadas’. Aznar durante su intervención en la rueda de prensa conjunta en las Azores el 16 de marzo de 2003: “Si el Consejo de Seguridad, por unanimidad, aprueba una Resolución, la 1.441, que da una última oportunidad para desarmarse a quien tiene armas de destrucción masiva, que se sabe que ha utilizado, el Consejo de Seguridad no puede estar año tras año esperando que sus Resoluciones se puedan cumplir”.

A pesar de esta estrategia, confirmada ahora por el ‘informe Chilcot’, el resultado de la propaganda a favor de la guerra no es el esperado en España. La población no entiende por qué su Gobierno tiene que entrar en una guerra que no provoca, en la que no es parte agraviada. Pero, ¿cuál es el interés que mueve a Aznar a entrar en la guerra?

Hay que destacar una situación o un contexto geopolítico en el cual España busca su propio papel, así como un lugar privilegiado próximo a los Estados Unidos de George W. Bush. Esta posición, le aseguraría a Aznar una alianza estratégica de cara a la resolución de sus propios problemas de Estado, especialmente uno: el conflicto con ETA. Así, el Gobierno del Partido Popular, comienza su particular campaña de guerra contra el terrorismo, también a través de la comunicación.

En intervención parlamentaria del 5 de febrero de ese año 2003, José María Aznar asegura abiertamente: “Sabemos que grupos terroristas en todo el mundo están intentando obtener materiales químicos y bacteriológicos, y el régimen de Bagdad está en condiciones de ofrecérselos (...) no son hipótesis de ciencia ficción, hemos visto hace pocos días en Barcelona que hay grupos terroristas dispuestos a atacar causando el mayor daño posible y que cuentan con sustancias que podrían causar miles de muertos”.

Además, en su justificación de la intervención armada en Irak, Aznar trata de establecer vínculos con el terrorismo de ETA ante la posibilidad de una colaboración entre EE. UU. y España en la lucha contra el mismo que, posteriormente, se termina confirmando con la declaración de Batasuna como organización terrorista por parte del Gobierno de los Estados Unidos de América: “Quiero, además, dar las gracias personalmente porque hoy el Gobierno de Estados Unidos, por iniciativa del Presidente, ha tomado una decisión muy importante para nosotros en la lucha contra el terrorismo, que es considerar a Batasuna como una organización terrorista y, por lo tanto, como parte de la organización terrorista que tantos crímenes y tantas víctimas ha causado en España”, aseguraba Aznar el 7 de mayo en rueda de prensa en la Casa Blanca.

En resumen, Aznar decide unilateralmente que España debe participar en la invasión de Irak por sus propios intereses partidistas. Sus esfuerzos por presentar la intervención como una opción que se intenta evitar hasta el final fracasan. La opinión pública no tolera la decisión y el 14 de marzo de 2004 lo expulsa (a través de las urnas) del Gobierno.

A pesar de ello, Aznar no reconoce públicamente la mentira sobre las armas de destrucción masiva hasta casi cuatro años después de la invasión: “Todo el mundo pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva y no había armas de destrucción masiva, eso lo sabe todo él mundo y yo también lo sé... ahora. Yo lo se ahora. Tengo el problema de no haber sido tan listo de haberlo sabido antes. Pero es que cuando yo no lo sabía [aplausos] cuando yo no lo sabía, pues nadie lo sabía. Todo el mundo creía que las había”, aseguraba el ex presidente en un coloquio organizado por el Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón en febrero del 2007.

El precedente que sienta en Reino Unido el ‘Informe Chilcot’ debería servirnos para aprender una lección acerca de salud democrática. Este país necesita su propio ‘Irak inquery’. La demostración de que la impunidad no es directamente proporcional a la importancia del cargo. Aznar, Blair y Bush engañaron al mundo. España participó sin quererlo en una guerra ilegal en la cual murieron cientos de miles de personas, incluyendo numerosos periodistas, como el español José Couso, asesinado el 9 de abril de 2003 por un proyectil norteamericano lanzado contra el Hotel Palestine. Si queremos considerarnos un ‘país democrático’, las responsabilidades políticas deben ser depuradas, caiga quien caiga.

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