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Teatro del malo en el Congreso de los Diputados

Gonzalo Cortizo

El Congreso de los Diputados analiza estos días las aportaciones de un grupo de expertos para avanzar en la regeneración democrática y solucionarnos de una vez por todas el problema de la corrupción. Es lo menos que podemos pedir en campaña electoral. Admitiendo que solo se regenera lo degenerado, habrá que ver en qué queda el rosario de ideas que han ido volcando sobre la mesa los sabios convocados por el Parlamento y hasta dónde llega la apocalíptica preocupación expresada por el fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce.

Analicemos lo sucedido con dos hechos coincidentes en el tiempo; dos hechos relevantes registrados a la misma hora de este jueves en dos escenarios diferentes.

Escenario A: Congreso de los Diputados. Los expertos convocados al sarao parlamentario piden mayores controles en las comunidades autónomas para evitar la corrupción. Mientras, en el escenario B (Parlamento de Castilla La Mancha), la mayoría absoluta del PP decide eliminar la Sindicatura de Cuentas, que controla la legalidad del gasto público. ¿No ven ustedes una contradicción?

Las palabras de los expertos que hablan en el Congreso se perderán en el tiempo, pero la decisión de Cospedal tendrá sus consecuencias: la número dos del PP podrá, a partir de hoy, gastarse todo su presupuesto en la cosa más ridícula que se nos ocurra pensar (otro aeropuerto, un delfinario, otro edificio de Calatrava...) sin que se conozcan los detalles hasta después de las próximas elecciones autonómicas. Nadie auditará sus números hasta 2015 y, para entonces, los castellano manchegos ya habrán votado de nuevo.

¿Y si les digo que todos los presidentes autonómicos el PP han anunciado que harán lo mismo y eliminarán los tribunales de cuentas autonómicos para ahorrar? ¿Comprenden mi escepticismo?

Mientras tanto, de esas comparecencias en el Congreso los periodistas hemos destacado tres grandes cuestiones:

Primera Gran Cuestión: el fiscal general del Estado se queja de la falta de medios para luchar contra la corrupción. Podría comentarlo, pero nada diré de Torres Dulce hasta entender por qué la fiscalía en el caso Nóos defiende a la infanta en vez de acusarla.

Segunda Gran Cuestión: gran debate sobre si los políticos cobran lo justo, o menos de lo que deberían. Un experto dice que cobran poco y otro que nadie debería cobrar más que el presidente del Gobierno.

Tercera Gran Cuestión: discusión sobre la puerta giratoria. Algunos de los expertos convocados consideran que si se limita el acceso de políticos a las grandes empresas estaríamos construyendo una política de ineptos y profesionales sin formación ni experiencia en el mundo real.

Cabría concluir que el Congreso ha convocado una comisión para luchar contra la corrupción en la que no se ha hablado de corrupción. Sí hemos asistido a un interesantísimo debate sobre si subimos o no el sueldo de los políticos y si comprendemos, de una vez por todas, que su ingreso en Consejos de Administración es, en definitiva, bueno para todos.

Si a todo ello sumamos que los dos principales partidos están buscando, en esa comisión, un gran acuerdo, conseguimos la cuadratura del círculo. Rubalcaba y Rajoy, que rompieron relaciones por el caso Bárcenas, buscan ahora un nuevo entendimiento que guardar en el ajuar del bipartidismo. ¿Como podemos dudar de sus intenciones? ¿Como no pensar que la corrupción está a punto de convertirse en un mal sueño del pasado gracias a su renovada sintonía?

Mientras escribo estas líneas le pregunto su opinión a uno de los expertos convocados en el Congreso (cuya indentidad no puedo revelar). “Hemos venido aquí a parir un ratón”, me dice.

Pues eso: un ratón.

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