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La muerte lenta del centro histórico de Almería: calles vacías, vecinos que se van y un patrimonio que se derrumba

Las obras "eternas" del Paseo de Almería han sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los almerienses.

Álvaro López

21 de septiembre de 2025 20:43 h

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El Paseo de Almería, la arteria que durante décadas concentró el pulso de la ciudad, lleva meses levantado. Zanjas, polvo y vallas de obra marcan la rutina de los negocios que aún resisten. Lo que debía ser una remodelación para revitalizar el centro se ha convertido, para muchos, en la gota que colma un vaso que llevaba tiempo rebosando: la del lento deterioro del centro de Almería.

Porque lo cierto es que la agonía no empieza ahí. Basta con recorrer las calles adyacentes, subir hacia la Alcazaba o rodear la Catedral para percibir una sensación que vecinos y colectivos resumen con la misma palabra: abandono. Comercios cerrados, solares vacíos, casas ruinosas, vecinos que se marchan, calles donde la limpieza y la seguridad son cada vez más escasas.

Fernando, joyero con cuatro décadas en el Paseo, recuerda que en otros tiempos la arteria central “era el escaparate de la ciudad”. Hoy la describe como una trampa para quienes intentan sobrevivir: “La alcaldesa se ha encaprichado en hacer esta obra sin contar con nadie. Presenté 400 firmas en contra y no sirvió de nada. Un día me encontré mi tienda cerrada con una valla delante. Este año ha sido un desastre. Si no fuera por mis reservas, no habría aguantado”.

Su diagnóstico va más allá de las obras: “En cualquier otra ciudad, el centro es lo mejor, donde la gente pasea. Aquí no. Aquí lo viejo parece abandonado. Y ahora, con esta peatonalización mal planteada, se mata lo poco que queda”.

La alfombra roja que vació el centro

Pepe, que tiene casi 80 años y lleva toda su vida viviendo en Almería, no duda: “Se la han cargado”. Su memoria recuerda un centro lleno de vida que empezó a vaciarse con la apertura del gran centro comercial: “Le pusieron una alfombra de seis kilómetros, literalmente. Desde entonces el centro se vacía poco a poco y ahora esto es el remate final”.

Pepe denuncia también la precariedad de servicios básicos: “Hay menos trabajadores de limpieza que hace 30 años y la ciudad es el doble de grande. ¿Cómo puede vivir la gente en esas condiciones? Si yo viviera allí, ya me habría ido”. Y apunta a lo más simbólico: los barrios alrededor de la Alcazaba. “Si esos barrios no están dignificados, es imposible que el monumento se ponga en valor. Y ahora mismo es un riesgo andar por allí, cualquier día se cae alguien”.

La presidenta de la Asociación de Vecinos del Casco Histórico, Magdalena Cantero, aporta otra clave: el envejecimiento y el vaciamiento del barrio. “Somos la zona con más solares y la población más envejecida de la ciudad. La Catedral y la Alcazaba deberían ser el orgullo de Almería, pero lo que se ve alrededor son casas ruinosas, solares sin uso y calles que nadie cuida. Siempre lo más evidente es el deterioro, nunca la mejora. Nos ignoran, no se nos consulta en nada, y nos sentimos meros espectadores y sufridores”.

Magdalena teme que el Paseo pierda su esencia y arrastre con él al resto del centro: “El riesgo es que todo acabe convertido en un escenario turístico sin vida real. Lo que se pierde es la ciudad de verdad, la de sus vecinos”.

Un modelo de ciudad que mira hacia fuera

La portavoz de la oposición municipal del PSOE, Fátima Herrera, cifra en un 70% las pérdidas de los pequeños comerciantes y denuncia que “no es justo cobrar al dueño de una cafetería por unas mesas que no puede poner o un vado que no puede usar”.

Para Alejandro Lorenzo, portavoz de Podemos en el Ayuntamiento, el problema no es solo urbanístico: “El PP tiene un modelo de ciudad basado en centros comerciales y barrios nuevos como la Vega de Acá o Retamar. Eso está matando el comercio local y despoblando el centro”.

Alejandro, con 30 años, recuerda todavía un Paseo con tiendas abiertas y movimiento: “De niño me llevaba mi madre a comprar, había vida. Ahora pasas y ves locales cerrados, incluso con ratas saliendo por debajo de la puerta. Los alquileres de 2.000 euros hicieron imposible montar un negocio ahí. Y la suciedad, desde que tengo memoria, es el problema número uno de Almería”.

Para él, la clave no está en levantar nuevos barrios, sino en cuidar lo que ya existe: “Tienes fuentes que no han funcionado nunca, papeleras arrancadas que nunca se repusieron. Si no hay mantenimiento básico, es imposible revitalizar nada”.

El centro de Almería vive una lenta agonía con obras que se prolongan mucho en el tiempo, calles vacías y vecinos y comercios que se marchan

La degradación también es cultural. Juanmi Galdeano, de Amigos de la Alcazaba, lo resume así: “Almería funciona improvisando, a salto de mata. No tiene proyecto de ciudad”. Advierte de que la arquitectura tradicional se está perdiendo entre demoliciones y recrecimientos que rompen la armonía: “El casco histórico se ha convertido en un pastiche. El patrimonio no es solo de las élites: esas casas de puerta alta, típicas de Almería, son identidad obrera y se están demoliendo sin protección. Cuando desaparezcan, se perderá una parte esencial de nuestra memoria colectiva”.

Pasear por el casco histórico, añade, ya no siempre es una experiencia agradable: “Es difícil encontrar una calle que no termine en un solar o en un bloque que rompe la estética. Eso dice mucho de cómo hemos tratado nuestra historia”.

70 millones en inversión, apunta el ayuntamiento

El Ayuntamiento, gobernado por el PP, sin embargo, ofrece un relato muy distinto. En respuesta a este medio, enumera una larga lista de proyectos con una inversión global que supera los 70 millones de euros en las dos últimas corporaciones: rehabilitación de las Casas Consistoriales, los Jardines Mediterráneos de La Hoya, la Plaza Vieja, el entorno del Hospital Provincial, el cine Katiuska, la Casa del Jardinero, los quioscos históricos o el colegio Virgen del Socorro.

A ello suman más de 10 millones invertidos por la Junta en la Alcazaba y otros 10 millones de la Diputación en el antiguo Hospital Provincial, hoy Museo del Realismo Español Contemporáneo. “No hablamos de parches, sino de una estrategia global con vivienda pública, ayudas al alquiler, rehabilitación privada y dinamización comercial”, defienden.

Edificio apuntalado muy cerca de la Catedral de Almería

El choque entre relatos es evidente. Para el Ayuntamiento, el centro vive uno de sus mayores planes de inversión. Para comerciantes como Fernando, “Almería se está quedando sin corazón”. Para vecinos como Pepe, “esto es negocio para unos pocos y ruina para los demás”. Para Magdalena, “se pierde la ciudad real”. Y para colectivos como Amigos de la Alcazaba, “no existe un proyecto claro, solo improvisación”.

Mientras tanto, quienes suben a la Alcazaba encuentran una estampa difícil de ignorar: desde lo alto, lo que debería ser el orgullo de la ciudad se rodea de calles degradadas, solares abandonados y casas vacías. Lo mismo ocurre en torno a la Catedral, donde el patrimonio monumental convive con un entorno descuidado y sin vida.

En Málaga o Granada, los centros históricos se han convertido en motores económicos y culturales. En Almería, la sensación mayoritaria es otra: que la capital ha decidido crecer hacia fuera mientras deja apagarse por dentro a su barrio más simbólico. Las obras del Paseo son solo la última sacudida de un proceso más largo: la muerte lenta de un centro histórico que pierde vecinos, comercios y memoria mientras espera que alguien le devuelva un proyecto de futuro.

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