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Opinión - Salvar el Mediterráneo y a sus gentes. Por Neus Tomàs
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¿Será España motor antifascista o la próxima en caer?

El presidente Sánchez, anfitrión en la Cumbre de Granada este octubre, con líderes europeos como el socialista alemán Olaf Scholtz, el conservador francés Emmanuel Macron y los ultraderechistas Giorgia Meloni y Víktor Orbán de Italia y Hungría.
8 de diciembre de 2023 19:56 h

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“La rana en el pozo no conoce el gran mar”. El lema del Congreso de Derechos humanos, Migraciones y Cooperación internacional en que acabo de participar en Calabria aludía al deseo de sus organizadores italianos de abrirse a visiones de ponentes del norte y sur de la cuenta Mediterránea, europeos y africanos. Pero a mí me ha dado ocasión de tomar perspectiva saliendo del estrecho brocal de las cuitas hispanas (amnistía, CGPJ, pelea encarnizada por matices en la izquierda).

De modo que, si hace dos meses que escribí y vengo pensando que hay cuatro jinetes del apocalipsis desbocados (la escalada bélica, la destrucción medioambiental, la demonización de la migración y el auge fascista), tras escuchar las reflexiones de abogados y juristas, médicos, trabajadores sociales y mediadores culturales, investigadores, periodistas y agricultores, alcaldes y concejales, de pueblos y ciudades como Bolonia, autóctonos y migrantes, mujeres y hombres, jóvenes y veteranos, italianas, tunecinos, mozambiqueñas, egipcios, eritreos, nigerianas, afganas… vuelvo con los ojos abiertos de par en par sobre la importancia de las elecciones europeas de junio 2024 y sobre la gran expectativa depositada en el gobierno de coalición progresista de España y en los partidos que lo sustentan.

“Expectativa” no es “fe ciega”. Al contrario, los progresistas que están atentos al gobierno del PSOE y Sumar, de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, lo miran con la esperanza pendiente de un hilo. Respaldan su agenda feminista y social, admiran el arranque de coraje de criticar la masacre de palestinos por Israel ante el mismísimo Netanyahu, pero echan de menos el paso definitivo, el único que puede erigir a España en dique frente al neofascismo desbocado y faro de un resurgimiento democrático.

¿A qué se refieren? A la elaboración de un discurso y un programa de acción alternativo a la estrategia lanzada por la ultraderecha global, con virulencia desde 2015, de estigmatizar a los inmigrantes y azuzar los instintos más primarios de la población local para cosechar votos, entrar en las instituciones y desmontarlas desde dentro con el fin de recortar los derechos de mujeres, del colectivo LGTBIQ+, de la gente de izquierda, e imponer un clima de amedrentamiento que corroa y pudra la esencia de las sociedades con libertad, democracia y derechos humanos.

El pulso “fascismo o democracia” depende del tema “migraciones”

El novelista francés Éric Vuillard sacó a la luz en su libro El orden del día, de 2017, cómo Adolf Hitler siendo canciller, convocó a 24 grandes industriales alemanes para que financiasen su campaña para las legislativas, dueños de marcas tan conocidas como Open, Siemens, Volkswagen, Bayer, BASF, Thyssen, Krupp, BMW, Dr. Oetker… a quienes ofrecía, a cambio, aprobar para ellos normas antisindicales que maximizaran sus ganancias. Por supuesto, hoy de nuevo el objetivo de la embestida fascista es someter y explotar a las y los trabajadores para beneficio de elites cada vez más ricas y reducidas. Buscan hacerlo con el sistema de “chivo expiatorio” que tan bien les funcionó en los años 40: hoy anti-inmigrantes, entonces anti-semita.

Esta evidencia histórica, no obsta, para que líderes socialdemócratas como la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, o el canciller alemán, Olaf Scholz, estén asumiendo y aplicando políticas migratorias xenófobas y ultraderechistas. E incluso para que el gobierno progresista español, más allá de la retórica de solidaridad, mantenga una política migratoria ultraderechista liderada de facto por el ministro Marlaska responsable de la matanza de Melilla y que ha llevado al presidente Pedro Sánchez a mostrar afinidad en el tema migratorio con su homóloga italiana, la fascista Giorgia Meloni. En igual postura que la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen.

Si la izquierda no ofrece una alternativa convincente frente a la propaganda fascista, las elecciones al Europarlamento de 2024 pueden suponer pasar de la violación del derecho internacional a cambios normativos que creen una sociedad legalmente opresora.

La cadena de líderes fascistas que enlazan sus victorias, desde la citada Meloni y el húngaro Orbán, al neerlandés Wilders o el argentino Milei que acaban de vencer o quienes tienen altas expectativas como la francesa Le Pen y el estadounidense Trump, este en noviembre de 2024, tiene clarísima su “hoja de ruta”: acabar con el sistema de derechos humanos, libertad y democracia. Hacerlo desde las instituciones, cambiando el sistema legal. Para ello Meloni ha aprobado ya leyes lesivas para las personas migrantes, hasta menores de edad, pero también dañinas para las familias LGTBIQ+ y sus hija/os, o de control de los medios de comunicación entre otras reformas.

Si la ultraderecha y la derecha -que tanto en España como los demás miembros UE está cada día más contaminada por su ideario- arrasan en las Europeas de junio 2024 el riesgo es pasar de la violación del derecho internacional a cambios normativos que construyan una sociedad legalmente opresora de extranjeros, mujeres, queer, izquierdistas, ecologistas, disidentes… La izquierda, política y social, no puede hacerse trampas al solitario, sino reaccionar. Superar sus diferencias, o convivir con ellas, pero a la vez construir con urgencia una alternativa inteligente. Una alternativa en red entre individuos, colectivos, partidos, contando por supuesto también con el sur global. Un nuevo contrato social que dado el panorama y la inercia a superar habrá de ser osado o no será (y para el que conviene leer y reflexionar sobre textos como este Votar al loco, de Santiago Alba Rico).

O la izquierda española se atreve, o vamos a involucionar

La decisión del electorado español en las pasadas elecciones de julio dan una oportunidad de oro a nuestra sociedad para convertirnos en avanzadilla de cuantos, superando fronteras, queremos un mundo abierto, que proteja a la gente, la naturaleza y la convivencia.

El PP de Alberto Núñez Feijóo no solo quiere cambiar el modo de conformar el Consejo General del Poder Judicial, sino también modificar el sistema electoral para que la lista más votada reciba un plus de escaños con que perpetuarse gobernando en solitario.

Los progresistas podemos y existe el riesgo de enredarnos en disputas o en hacer un timorato seguidismo de la corriente reaccionaria. El PP de Feijóo echa toda la carne al asador porque Ayuso y Moreno ya esperan para disputarle el puesto y por su plan de cambiar la ley electoral para que la lista más votada sea premiada con un plus de escaños que le permita perpetuarse gobernando en solitario. Cambios legislativos parecidos a los que también impulsa ya Meloni en Italia.

Frente al adoctrinamiento de odio ideológico y religioso de Mayor Oreja al alumnado de la concertada, o a la propaganda profranquista del Arzobispado de Sevilla que acaba de beatificar a “20 sacerdotes, seminarista y laicos, asesinados por odio a la fe en 1936”, -reabriendo heridas, removiendo el pasado, mientras critican la memoria democrática- si las y los progresistas queremos avanzar hay que pensar, coordinarse y actuar.

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