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Zemos98: la vanguardia que llegó del sur

Cristina Domínguez, durante la presentación del 20º aniversario de Zemos 98

Alejandro Ávila

La actriz Cristina Domínguez sale a escena. Viste de manera futurista, pero de un futuro más al estilo del Her de Spike Jonze que de Barbarella o Blade Runner. Sobre el escenario, hay iluminados dos objetos, un viejo servidor y un Mac con unos añitos encima. Cristina interpreta el papel de una arqueóloga tecnológica que desde el futuro ha viajado a nuestro pasado para rebuscar entre la chatarra digital. En algún depósito remoto previo al gran apagón ha encontrado un servidor, donde está guardado todo el legado de Zemos98, la cooperativa sevillana que durante 18 años sacó adelante el famoso festival audiovisual en Sevilla. Hace 3 años, ante un escenario, anunciaron su final por falta de apoyos institucionales.

Tres años después, Zemos98 ha elegido el relato distópico y humorístico para dejar claro que siguen vivos e inaugurar su 20º aniversario al pie del cañón cultural y social. El público del Teatro Hogar Virgen de los Reyes lo componen artistas, diseñadores, activistas y otros colaboradores cultivados estos años, algunos llegados desde otras ciudades de España.

Sobre el escenario se repasan algunos de los proyectos recientes del colectivo, como el Commonspoly... una versión cooperativa y contestaria al clásico juego de mesa de Hasbro, el Monopoly. Como explica Sofía Coca, una de las voces de Zemos98, “Commonspoly es la cara B del Monopoly. El juego surgió en la última edición de nuestro festival. En él no se gana a base de hacerte con todos los recursos, sino de cooperar: mientras más compartes, más opciones tienes de ganar. Está a medio camino entre el juego de mesa tradicional y el de rol, ya que tienes que intentar jugar en el espacio público, teniendo más o menos privilegios. Eres, por ejemplo, una mujer de clase media, lesbiana y sin hijos o una mujer latina, sin papeles y que trabaja en el servicio doméstico. Se trata de potenciar la imaginación política en un momento sociopolítico de privatización de recursos comunes”.

En este 20° aniversario, la cooperativa ha regenerado su imagen. Lo ha hecho con un logotipo, creado por el diseñador sevillano Ricardo Barquín Molero, que recuerda invariablemente a las formas geométricas de los grandes monumentos árabes y que la cultura andaluza ha reproducido 1001 veces en los azulejos que embellecen los zócalos y paredes de las casas meridionales. Se preparan así para un año en el que van a organizar actividades culturales, charlas y proyectos, que se asientan sobre cuatro pilares: “la cultura de la participación, hackeando narrativas dominantes, ciudadanía crítica y cuidando los comunes”. Como siempre, a medio camino entre lo cultural, lo social y, por supuesto lo digital.

Como explica Coca, somos una “cooperativa de producción e investigación cultural innovación social y de cultura libre. Mediante la mediación, intentamos conectar lo político, lo social y lo cultural. Nuestro territorio de acción es la cultura pero con un posicionamiento político de mejorar el mundo, en el terreno de la cotidianidad”.

Ese terreno pasa tanto por lo físico, como por lo digital, una de las señas de identidad del colectivo, ya que consideran que “los problemas de la Red son los mismos que los de nuestra democracia. El machismo, el racismo, la pobreza o el tráfico de las empresas con nuestros datos y nuestros afectos. Los fantasmas que sobrevuelan nuestras democracias son los mismos que los de Internet”, desglosa Coca.

En un momento en el que la mayor plataforma audiovisual de España ha apostado por una superproducción andaluza, La Peste, y algunos han reaccionado con los clichés habituales, el trabajo de Zemos98 demuestra la universalidad, cosmopolitismo y modernidad que se exuda también en las periferias meridionales.

Unas periferias que se hablan, de tú a tú, con instituciones de toda Europa. “Ha sido con las fundaciones europeas con quienes mejor y más cómodamente hemos trabajado en los últimos seis años. Una de las razones por las que dejamos de hacer el festival es porque el monstruo institucional español es lento, torpe y está anquilosado en el pasado. No sólo administrativamente, sino en su discurso, en su forma de entender la cultura como una actividad concreta o de ocio. En los últimos tiempos hemos trabajado con la European Cultural Foundation holandesa, la Guerrilla Foundation o la Fundación Daniel y Nina Carasso francesa”.

Imposible hablar de Zemos98 sin mencionar uno de sus grandes hitos: el festival audiovisual, en el que se descubrió, impulsó y dio cabida a artistas locales de la talla de la videoartista María Cañas, el director Jorge Naranjo o el ilustrador Miguel Brieva, por poner solo algunos ejemplos. Como subraya Sofía Coca, “el festival tenía una mirada comprometida con todo, desde las proyecciones, hasta los conciertos, pasando por los contratos. Era una propuesta muy coherente y sigue siendo nuestra niña bonita. Fueron 18 ediciones en las que mediamos entre instituciones públicas, sociedad civil y artistas, un laboratorio donde testeamos proyectos y procesos que luego han continuado de otra manera”.

Ese aprendizaje se materializa ahora en proyectos como Nemesis o Commonspoly o Displaced in Media, Pedagogía de los Cuidados o Concomitentes, en el que “conectamos a artistas y comunidades con problemas concretos. En nuestro caso se trata de un Hospital de Tenerife en el que queremos un cuento infantil, que sea bonito y entretenga a los niños que están en la UCI. Explicarles cosas como que tienen que dormir fuera de casa, les tienen que pinchar, no estar todo el tiempo con sus padres o lo que significa estar enfermos”.

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