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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

¿Por dónde pasa la carne que comemos?

Cabras en extensivo pastando en invierno en Aragüés del Puerto

Lucía López Marco

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En estos días de pandemias y encierros, en los que se habla mucho de paseos, de habría que haber hecho tal y cómo pueden estar haciendo cual, de teorías conspiranoicas y memes; me llama mucho la atención que no se esté hablando nada de la carne que comemos.

Es llamativo, sobre todo porque, al margen de teorías conspiranoicas de que nadie sabe de cómo se infectó de COVID-19 el primer humano que albergó el virus, lo que sí se sabe es que es un virus de origen animal.

Son muchas las enfermedades zoonóticas (nombre que reciben las enfermedades que han pasado de otras especies animales a la humana) que están causando estragos a nivel mundial: el SIDA, la tuberculosis, el zika, la fiebre amarilla, entre muchas otras. ¡Y, sin embargo, sabemos tan poco de la carne que comemos!

Realmente, cuando los consumidores compran la carne en el supermercado, no saben por cuántos lugares (¡incluso países!) ha pasado un lomo de cerdo desde que se concibió al animal (aún son menos los que siquiera se preguntan de dónde procedía el esperma que fecundó a aquella cerda porque, no, no fue monta natural), hasta que nos encontramos el filete en bandeja en un supermercado. De hecho, en la publicidad nos dicen que la carne de cerdo es blanca, cuando en realidad es roja, y nos lo creemos sin cuestionarlo, sin embargo, se cuestiona continuamente todo tipo de noticias que salen en los medios, empezando por cómo llegó el COVID19 del murciélago al humano.

No sabemos dónde, pero tampoco cómo se cría, ni cómo ni donde se sacrifica.

Esta crisis, sin embargo, sí que ha hecho saltar un par de noticias en la prensa (local). Por un lado, se ha hablado (aunque muy poco) de la situación por la que están pasando muchas ganaderías familiares, esas de las que sabemos dónde nace el cordero y podemos seguir fácilmente su trazabilidad hasta el matadero porque, a menudo, todo sucede en la misma granja y el sacrificio se lleva a cabo en un matadero cercano (siempre y cuando se haya conseguido mantener abierto el matadero comarca, tarea de titanes desde que llegó la crisis de 2008 y alguien consideró que los mataderos no eran tan esenciales). El problema es que las grandes superficies (donde compra la mayoría de la población) buscan grandes proveedores, así que esas familias, que todos los veranos suben sus animales a puerto manteniendo unos paisajes que han sido declarados Parques Nacionales y Parques Naturales, y que durante todo el año son quienes limpian nuestros montes y son los que verdaderamente previenen de incendios, difícilmente pueden suministrar sus productos a esas superficies, que además no están dispuestas a pagar el precio justo que esas familias merecen. Así que si ya en una situación normal lo tienen difícil, imaginaros ahora, con la hostelería cerrada y un alto porcentaje de población a la que no se le ocurre comprar cordero o cabrito para comer -¡cómo si fuera tan difícil cocinar unas costillas!-. No hablemos ya de comer buey o ternera criada en extensivo…

El caso es que el precio de la carne de ternera se marca para toda España en Binéfar. ¿Casualidad? En absoluto, Binéfar es el epicentro de la ganadería industrial en España y la gran mayoría de la ternera que acaba en nuestros platos, procede de cebaderos intensivos de la Franja o del Valle del Ebro. También concentra un gran número de explotaciones de porcino industrial (Huesca y Lleida se llevan la palma de macroexplotaciones de porcino), así que no es de extrañar que Binéfar, con sus alrededor de 9500 habitantes cuente con dos macromataderos, el segundo de ellos, LiteraMeat, abierto hace menos de un año y perteneciente al Grupo Pini, cuyo propietario el año pasado fue arrestado por la policía húngara acusado de fraude fiscal y, además tuvo que pagar 25 millones de euros en Polonia para evitar la cárcel.

Según señala LiteraMeat en su página web, este macromatadero sacrifica 160.000 animales a la semana. También anuncian que han creado 1600 puestos de empleo aunque, según ha señalado un delegado sindical de la planta a Eldiario.es Aragón, esta empresa “se ha puesto como ejemplo contra la despoblación, cuando el 80% de los contratos son eventuales de gente que se desplaza a diario”.

Resulta que Binéfar, el epicentro cárnico español, es hoy noticia por ser uno de los principales focos de COVID-19 en la provincia de Huesca, lo que ha llevado al presidente de Aragón, Javier Lambán, a declarar que “los dos mataderos de Binéfar centran la atención prioritaria del Departamento de Sanidad y se van a tomar todas las medidas a nuestro alcance para aislar a los contagios. Se procurará mantener la actividad sin ningún tipo de riesgo”. Atención al verbo, Lambán dice que se procurará, no que se pueda garantizar…

Roberto Núñez, delegado sindical en LiteraMeat, ha asegurado a Eldiario.es Aragón que “el 17 de marzo me presenté a trabajar y ya había rumores de que un compañero se había contagiado” y también ha compartido con este diario que “ya antes de la crisis no se cumplían las medidas de seguridad e higiene”…

Y, mientras tanto, hay gente produciendo carne sana, segura y que cuida el medio ambiente, que cada día se ve más cerca de tener que cerrar las puertas de su granja por no poder vender sus productos; mientras la gran mayoría de la población consume a diario carne de dudosa procedencia y que lleva toda la cuarentena sin cumplirse las medidas de seguridad e higiene que exige la situación actual en el que hoy es uno de los principales focos de contagio en Aragón del virus de origen zoonótico COVID-19. ¿Nos preguntaremos ahora de dónde viene y por dónde pasa la carne que comemos?

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