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Zaragoza alza la voz frente al suicidio: “Hay que preguntar sin miedo: ¿Cómo estás?, ¿Qué te ocurre?”

Una muestra de la exposición sobre el suicidio en el paseo de la Independencia de Zaragoza.

Naiare Rodríguez Pérez

14 de noviembre de 2025 23:00 h

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Quienes caminan ahora por el Paseo de la Independencia de Zaragoza se encuentran con un escaparate de zapatos vacíos. Concretamente, son 120. Uno por cada persona que se quitó la vida en Aragón durante el pasado año. Y todos ellos hablan de ausencias, de silencios y de la necesidad de mirar de frente a una realidad que sigue siendo tabú.

“Cada uno de estos zapatos representa una pérdida. Son de personas que van desde los 15 años hasta más de 90 porque nadie es inmune al suicidio. La inmensa mayoría de estas muertes se podían haber evitado”, recuerda Isabel Irigoyen, psiquiatra y miembro fundadora de MovEnRed, el movimiento ciudadano impulsar del ‘Proyecto Huella’.

La idea, explica Irigoyen, nació de la necesidad de poner en la calle un tema del que casi nadie quiere hablar. “Nosotros lo que queríamos es que se hablara del suicidio. Como es un tema tan complicado de llevar a la opinión pública, necesitábamos un espacio donde pensáramos que esto podía suceder”, comparte.

La instalación, fruto de la colaboración con el Ayuntamiento de Zaragoza y la empresa Metro7, se sitúa frente al edificio de Capitanía en Plaza Aragón y está pensada para generar conversación desde el respeto y la sensibilidad estética.

“Es una instalación muy respetuosa, pero muy cuidada también en la puesta en escena. A través de los zapatos que dejaron y ya no usarán las personas que se suicidaron en Aragón en 2024, queríamos llegar a miles de personas que pasan cada día por ese sitio”, señala la psiquiatra.

Bajo el lema 'Sigue dejando tu huella. No te borres', el proyecto combina el poder simbólico de los objetos con la fuerza del espacio público. Las redes sociales y los medios, añade Irigoyen, multiplican su impacto. “Esto tiene una repercusión que multiplica por mucho nuestro mensaje de que hay que hablar del suicidio para prevenirlo”, sostiene.

El tabú que aún persiste

Aunque la salud mental ha ganado presencia mediática en los últimos años, Irigoyen advierte del peligro de la banalización y de la falta de profundidad en el debate. “De salud mental cada vez se habla más, pero muchas veces de una forma bastante frívola y con poca base científica”, lamenta.

El suicidio, recuerda, sigue siendo doblemente tabú, ya que se evita hablar de la muerte y se teme nombrar el propio acto. “No hablar de este tema, o no querer hablar, hace que cuando alguien dice que la vida se le hace muy dura, ojalá no despertarse o que preferiría estar muerto, el interlocutor no sepa qué responder. Existe el falso mito de que hablar del suicidio induce al suicidio, pero eso es mentira. No hablarlo es lo que mata”, afirma.

Según datos de MovEnRed, el 75% de las personas que se suicidan no habían manifestado previamente su situación a su entorno, lo que, tal y como apunta, “es devastador”. Cifras como esta hacen saltar las alarmas, ya que, según advierte Irigoyen, se produce un suicidio cada tres días y esta media apenas ha variado en la última década.

“No hay una tendencia clara ni al alza ni a la baja. Pero sigue muriendo demasiada gente. Lo importante no son las cifras, sino recordar que cuando alguien piensa en matarse, algo está pasando. Y que los profesionales de la salud mental podemos ayudar, pero necesitamos que esa persona dé el pasado de pedir ayuda”, subraya Irigoyen.

Muchas piezas en el puzle

Los jóvenes, según reconoce, son el grupo donde más se detecta un aumento de pensamientos suicidas. De hecho, “sabemos que el suicidio es una de las principales búsquedas entre personas jóvenes en herramientas como Chat GPT”, lo que relaciona con “la insatisfacción, el cambio de valores, la banalización de las autolesiones o el acoso”.

Sin embargo, asume que el suicidio nunca tiene una sola causa: “Es una sopa, un puzle donde se van sumando piezas. Cuantos más factores se juntan, más riesgo hay”.

Para evitar llegar a este punto, lo más importante es la prevención. Para la psiquiatra, esto empieza en casa, en la escuela y en los vínculos más cercanos. “Uno de los factores protectores más importante es sentirte querido, escuchado, formar parte de un grupo que no te juzga. Hay que generar espacios donde se pueda hablar de todo”, insiste.

Y, para eso, el lenguaje es clave: “El lenguaje es la forma de saber. Hay que preguntar sin miedo: ¿cómo estás?, ¿qué te ocurre?, ¿has pensado en la muerte? Es importante escuchar desde el respeto y mantenernos presentes”.

Cambios de conducta, pérdida de intereses, aislamiento o comentario sobre el deseo de desaparecer son señales que no deberían pasar desapercibidas. Es más, tal y como agrega, “cuando eso ocurre, hay que acercarse, preguntar y acompañar”. “Y, si es necesario, acudir a un profesional”, admite.

Prevenir antes del límite

Isabel Irigoyen lamenta que los recursos públicos en salud mental sigan centrados en la atención “finalista”, cuando el daño ya está hecho. “Tenemos recursos, pero están pensados para cuando ya hay riesgo o el trastorno está presente. Necesitamos invertir en prevención desde los colegios, las universidades, los centros de mayores o las AMPAS. Eso es lo que falta”, asegura.

Más allá de los programas institucionales, la psiquiatra apela a una transformación social más profunda porque “cada persona puede hacer mucho”, desde cuidar su lenguaje o difundir el mensaje hasta preguntar sin miedo“. ”Todavía hay quien no acude al psiquiatra o al psicólogo por vergüenza o por miedo a ser juzgado. Y eso nos impide ayudar“, señala.

La instalación permanecerá abierta hasta el 25 de noviembre, coincidiendo con el mes dedicado por la Organización Mundial de la Salud a los supervivientes, las familias y allegados de quienes se han quitado la vida.

“Debemos estar pendientes de los supervivientes, no añadir más silencio al que ya ha dejado esa persona querida. El suicidio no es culpa de nadie, pero es responsabilidad de todos”, concluye.

Frente a la prisa de la ciudad, los 120 pares de zapatos siguen ahí, quietos, en silencio. Pero su silencio no es vacío, sino un llamado a hablar, a escuchar y a cuidar. Porque, como repite Irigoyen: “El silencio no ayuda, el silencio no protege. El silencio mata”.

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