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“El rap es como la izquierda, cuatro personas detrás de un maremagnum de siglas”

Daniel Delgado ha editado su libro de rimas con la librería La Vorágine

María Pérez Guerra

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Rap instrumentado, reivindicativo y en contra de los prejuicios. Daniel Delgado es el rapero detrás de 'Ludovico', una de las propuestas más provocadoras de la escena musical santanderina. Después de años en la música, ha lanzado un libro de rimas editado por La Vorágine: 'Analfabeto'. Un popurrí de sus propias “tormentas mentales” con el que pretende seguir la senda del hip hop. 

¿Por qué un libro de rimas? ¿Es una manera de reinventarse o de llegar a algún lado que no llega la música?

No hay ninguna estrategia detrás del libro ni ningún objetivo preconcebido. Rapeé unos temas en La Vorágine para dar la bienvenida a Paco (el editor) y me propusieron editar una selección de rapeos, sin más. Ahora bien, es cierto que a mí me sirve personalmente como una manera de cerrar una etapa artística y de tener la sensación de nuevo comienzo. Me da impulso para poner fuerza en mis nuevos proyectos y reinventarme. Pero no con el libro, sino a partir del libro. Lo llamo “libro de rimas” en relación con la expresión “book of rhymes”, como a veces se llama al cuaderno donde los rappers esbozan sus barras antes de grabarlas. Me interesa mantenerlo con un pie dentro del hip hop, ya que no es exactamente un poemario.

¿Cree que, de esta forma, a través de un libro, se llega a más gente?

Mi música tiene corto alcance, así que supongo que el libro también. Y dada la endogamia a la que tiendo -el rap es como la izquierda, cuatro personas detrás de un maremagnum de siglas-, seguramente caiga en las pocas manos que me han apoyado siempre. Eso le da sentido al libro, lo convierte en una especie de divisa que circula entre manos amigas. Ahora, La Vorágine va a distribuirlo por su red de librerías aliadas, así que quizá llegue a gente inesperada.

Por otro lado, a nivel general, creo que un formato musical tiene mucho más potencial de impacto en nuestra cultura del espectáculo, de las pantallas omnipresentes, que un libro. No puedo lucir outfit en “Analfabeto” (risas). Creo que elegir el camino soterrado es necesario y bello. Y sí, en cuanto al hip hop, a mí siempre me ha gustado coquetear con ciertos límites del género, por lo que editar mis rimas en papel me parece suficientemente travieso.

¿Qué mensaje quiere mandar con estas rimas? ¿Cuáles son los temas centrales?

El libro es una recopilación de letras, por lo que tiene un rollo pastiche: no existe línea argumental coherente más allá de mis propias tormentas mentales. Creo que siempre me han perseguido más o menos los mismos temas. El MC, como casi cualquier artista, suele ser víctima de sus propias visiones, de sus obsesiones. En mi caso, algunas de ellas insoportables. Algunas podrían ser la lucha por mantener la singularidad como forma de resistencia, señalar la explotación capitalista como condición de posibilidad de occidente y su (nuestra) forma de vida, sentir el consumo como una forma lujosa de la miseria, encarnar cierta actitud hedónica ante la vida, mantener la complicidad con el mal... No sé, ¡siempre me ha costado mirar con perspectiva lo que hago! Ya hace años, y más últimamente en concordancia a la coyuntura social, estoy transfiriendo al rap mis aprendizajes de la crítica feminista. La teoría feminista fue para mí un segundo nacimiento. 

Hay pocas mujeres en la escena del rap actual, ¿es un territorio tomado por hombres?

Yes. Es obvio que lo es. Siempre ha habido mujeres en el juego, pero ocupando posiciones más subalternas. Esto está cambiando muchísimo en otros territorios (América Latina, EE.UU…). En el nuestro, la explosión del trap ha 'coñificado' un poco más el género, lo cual es de agradecer. Sin embargo, considero que escasean bastante las sensibilidades LGTBQ+. Parece que estuviese exigiendo que no fuera así, pero nada más lejos de la realidad. A mí me encantaría un hip hop sin machismo, 'terror anal', homofobia, 'putofobia' y misoginia. Esto no sólo entendido desde una lógica de  inclusión de lo otro, sino también desde una reconfiguración de la propia masculinidad (tóxica).

¿El rap es, o debería ser, una herramienta de denuncia?

Deber ser, nunca. Rap es palabra puesta sobre un ritmo, punto. Por otro lado, apoyo mucho la sentencia de una amiga, pensadora y periodista, que dice que “el rap denuncia enunciando”. Hay una denuncia que se da sólo por el hecho de enunciar tal o cual cosa. Así, la denuncia no sólo sería emitir una reivindicación, sino que lo más interesante políticamente es la enunciación misma: qué sientes, que te afecta, cuál es tu vivencia y tu manera de estar en el mundo. En el rap, arte y artista quedan fundidos. Por ejemplo, sería casi inconcebible en el hip hop la existencia de bandas tributo, como pasa en el rock.

Gracias a esta idea del yo, el rap ha sido un instrumento de las marginales. La marginalidad es un ámbito humano extensísimo y las llamadas minorías nunca responden a una realidad numérica. Son la mayoría. El rap puede ser una herramienta potentísima para construir orgullo a partir de la toma de la palabra y de la creación de tejido social, donde la música es la expresión de una comunidad.

Como rapper, yo no encajo mucho en lo que acabo de decir. Me ha sido difícil encajar mi identificación rapper con mi condición social (blanco-heterosexual-clase media…). Intento no fustigarme demasiado. Todavía estoy en ello (risas).

¿Qué estilo musical es, hoy en día, la antítesis del rap?

El rap escrito por empresarios y controlado por multinacionales. Yo pongo mi música en Youtube, así que a ver cómo asimilo ahora esta contradicción…

“Romper el techo de cristal de mi ciudad que nos tiene a todas bajo el suelo”, dice en la introducción de ‘Analfabeto’. ¿Cómo está Santander?, ¿es difícil sobresalir y ser diferente?

Santander es un cementerio de talentos. En todos los lugares hay personas talentosas. El talento es, sencillamente, la singularidad. Muchas de ellas deciden emigrar porque sus capacidades no encuentran aquí suelo donde germinar, o bien luchan más o menos agónica o resignadamente para hacerse su espacio, o bien abandonan y eligen el camino garantista. Tengo muchas colegas que creen en algo y quieren llevar más lejos lo que hacen, pero se encuentran con la siguiente disyuntiva: seguir con lo suyo, vivir empobrecidamente y compatibilizando con curros de mierda o enfocar sus energías en la profesionalización y adaptar su perfil a los deseos del capital para conseguir curros no tan de mierda. Yo me encuentro ahora mismo en esta disyuntiva.

Pero con lo de “el techo de cristal de mi ciudad” me refiero a que existen muchísimas propuestas artísticas interesantes que nacen y mueren aquí, sin apenas encontrar comunidad que las sostenga y que casi no se conocen fuera. 

¿Qué temas se deberían tratar más desde el mundo de la cultura?

Creo que no hacen falta temas a tratar. Conocemos la capacidad que tiene el poder para fagocitar cualquier expresión artística y hacerla funcionar a su favor. El poder admite cualquier forma de rebelión o de antagonismo siempre y cuando se restrinja al ámbito de la representación.

No creo que la batalla de la cultura esté en lo dicho, en la expresión, en el contenido, sino en la forma: ser capaces de encontrar formas alternativas de organización cultural. Asociaciones de artistas, sindicatos, sellos independientes con sus propias redes y relaciones con otros sellos… Sé que esto es muy fácil decirlo desde mi ordenador, pero este fue uno de los componentes que llevaron al hip hop a revolucionar la industria cultural.

¿Hacia dónde le gustaría que fuera su carrera a partir de ahora?

¿Mi carrera? (Risas) Si me lo permites, preferiría llamarlo trayectoria. No hago carrera, aunque poco a poco voy  recorriendo un caminito. Pues mira, con consolidar los proyectos que tengo abiertos y encontrar un cuchitril donde tener mis cacharros enchufados ya me doy un canto en los dientes. También, presentar el libro en las librerías a donde llegue y organizar conciertos en esas localidades, salir, girar un poco.

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