Cuando yo era joven y alegre el verano empezaba en las fiestas de Comillas. Luego el Carmen en algún pueblo, Santiago y Santa Ana en otro igual de pequeño pero divertido, Nuestra Señora, las fiestas de Ampuero, las de Potes y cerrábamos el verano a lo grande, tiritando en las madrugadas de Reinosa en honor a San Mateo. Por el medio, eso sí, romerías y verbenas en Pesquera, Bielva o hasta en Enterrías. Bueno, eso lo hice sólo un verano. Después ya no; fuimos recortando poco a poco sitios donde bailar Qué hiciste, abusadora, qué hiciste porque ya había cosas mucho menos divertidas que hacer: exámenes que aprobar en septiembre, novios o trabajos a los que acudir cada mañana serena y limpia. El caso es que a todas esas fiestas fui porque había que estar, había que dejarse ver. No choice. Y eso que entonces no había redes sociales para estar aun más, eso sí que hubiera sido una locura.
Los políticos modernos, comprometidos, humanos y cercanos ahora practican mucho eso que hice yo hace 20 años, el dejarse ver, el hayqueestar (bueno, a ver, confío en que no practiquen todo lo que hice yo).
Revilla ha sido un pionero en esto, eso hay que reconocérselo. Lleva siglos acercándose a romerías, poniéndose pañuelucos de todos los colores al hombro, batas de San Cipriano y las albarcas que se tercien. Y este hayqueestar lo hacía antes de que existieran las redes sociales, ojo. De las romerías lleva él sacando muchos votos, candidatos y favores desde hace décadas. Al principio esto se veía como una cosa un poco como de paletos y hacía gracia pero tampoco se tenía muy en cuenta, cosas de Revilla decíamos. Pero que el hayqueestar se ha debido estudiar en un carísimo Máster de prestigio llamado, por ejemplo, Asesoría Política y Corporativa en Estética y Comunicación Festiva y Popular y su Importancia en las Redes Sociales, impartido en alguna exclusiva universidad privada, por ejemplo, en la Universidad Europea del Atlántico sita en un polígono empresarial tecnológico. Es que no me cabe otra explicación.
Eva Díaz Tezanos, vicepresidenta de Cantabria, se supone que es la parte seria de un gobierno de chiste. Y a ella , o/y a sus asesores, se les nota que han hecho ese Máster pero en la versión on line, sin horas presenciales y, claro, pasa lo que pasa, que por ahorrarte unos miles de euros acaban saliendo flecos sueltos, que se ve que algo queda como forzado. Y es que me da a mí que Eva se ha fijado más en Nacho Diego que en Revilla a la hora de ir a una fiesta y era justo lo contrario. Porque Nacho sí ha practicado el hayqueestar pero con otro estilo. Siempre con una camisa blanca impecable por dentro del vaquero de tiro alto, bronceado, siempre con una sonrisa de dudosa naturalidad, siempre con su cohorte alredor, por delante y por detras, tristrás. Pero algo chirríaba, se notaba que no era Revilla. Lo mismo que le pasa a Eva.
Este verano, a pesar de todo el trabajo que tenía que hacer porque, hijos, cómo le han dejado Cantabria, hecha unos zorros, Eva no se ha perdido una fiestuqui. En el mismo ayuntamiento que para sus fiestas contrata a Kiko Rivera ella ha dado el pregón. Gracias a la súper importancia de las Redes Sociales, la he visto en San Tirso, mi San Tirso, con un polito y unas Lelli Kelly, rodeada de la cohorte local. Subiría en coche, claro.
Rodeada de buena gente, siempre son buena gente, la he visto en las fiestas de Santoña, en las de Ucieda, en Corrales, en Colindres, en el Moral con botas de cowboy, en Rasines, en Cabezón, en Camargo o en Barcenaciones. Hayqueestar, hayqueestar. Mira, de las pocas cosas buenas que tenía Lola Gorostiaga como era lo bien que ha vestido siempre y que a ella las fiestas regular, con toda esa gente cerca, pse, para qué disimular. Le pasa también a Íñigo de la Serna, él no es de fiestas y lo aceptamos todos con normalidad. Los dioses humanos no son perfectos, no pasa nada.
Yo es que no debo ser muy normal porque ahora va a ser que a la gente normal tanta fiesta, tanta foto comiendo empanadas y bebiendo en vasos de plástico le gusta mucho y les parece que es algo buenísimo. Tan cercanos ellos. Esa política de a pie, de piel con piel, de sudar juntos en las campas bajo el sol del verano.
Que ir de fiesta a los pueblos también es trabajo, dirán. Trabajar en un despacho discretamente ya no se lleva. Trabajo es hablar con tus militantes y tus agrupaciones locales, protegidos, riendo, sabiéndose los mejores, rodeado de los mejores. Ay, qué a gusto. Ese pasarse un rato y colgar rápidamente la foto te reconforta mucho, sabes que estás haciendo lo mejor por Cantabria y por todos los cántabros, por mí el primero.
Que, a ver, tanta dirección general, tanta subdirección, tanto colocar a todo el mundo hace que igual tampoco tengas mucho trabajo, que delegar es otra forma de dirigir, cuidado. Toda la maquinaria trabajando sin parar y Eva dedicada a las relaciones sociales. Tampoco me parece tan mal, voy a dar una vuelta a esto.
Lo peor es que entre unos y otros me hacen poner de ejemplo a Revilla y esto sí que no puedo perdonárselo.
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