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La contaminación acústica de las ciudades se traslada a los pueblos: así vive un municipio de Guadalajara la ‘nueva normalidad’

Sacedón

Teresa Sánchez Garzón

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Con la llegada de la ‘nueva normalidad’ muchas personas han optado por disfrutar del verano en sus segundas residencias de los pueblos. Muchas localidades de Castilla-La Mancha han visto como se ha duplicado su población, algo positivo en el ámbito económico pero negativo en aspectos como la contaminación acústica o el ruido. Ante esto, muchos consistorios se han visto obligados a sacar bandos para que se respete el sueño de los vecinos y han tenido que tomar algunas medidas con este fin, como por ejemplo, la prohibición de los botellones.

Es el caso, por ejemplo, de la localidad de Sacedón, en la provincia de Guadalajara que ha pasado de tener 1.500 vecinos a más de 3.000 en estos momentos, aunque si nos fijamos en el fin de semana se puede sobrepasar los 5.000 habitantes. “En Sacedón se ha notado de forma muy pronunciada la asistencia de personas que vienen de las grandes ciudades, sobre todo de la Comunidad de Madrid, a ocupar sus segundas residencias, incluso a alquilar las que se ofrecen para pasar estos meses de verano. Hay una enorme demanda de alquileres en las últimas semanas, y también las plazas hoteleras que están cubiertas al 100%”, explica su alcalde, Francisco Pérez Torrecilla. 

Aunque reconoce que el ruido es algo que les afecta todos los años durante la época del verano, este año se ha visto incrementado en la misma proporción que han aumentado los habitantes. “Esta situación ha venido provocando serios problemas a una buena parte de los vecinos, que lo que buscan en nuestro pueblo es tranquilidad. Generalmente, este exceso de ruido es ocasionado por los famosos botellones que en Sacedón comenzaban a ser preocupantes, por el número de personas que se llegaban a juntar en ellos”, subraya. 

Ante esto, el Ayuntamiento ha prohibido este tipo de reuniones y el consumo de alcohol en la vía pública, a excepción de las terrazas de bares y establecimientos de hostelería. Pero además de la contaminación acústica, cuando un pueblo pequeño duplica o triplica su población, los servicios públicos se colapsan en algunos momentos y se hace muy difícil prestarlos de forma efectiva. “La limpieza general y la recogida de residuos son los servicios que más notan este exceso de población, y por supuesto, la seguridad vial y la circulación de vehículos, que en muchos casos se haca totalmente incompatible con la circulación de peatones”.

“Las aglomeraciones de vehículos en las calles y plazas de zonas comerciales son constantes, provocando verdaderos atascos y los inevitables inconvenientes tanto para conductores como para peatones. No llega a ser un caos circulatorio, pero en ocasiones se parece bastante”, explica. Por ello, reclama al Gobierno central ayuda, especialmente la vinculada con la seguridad ciudadana y el control del tráfico dentro del casco urbano.

Sacedón, como la mayor parte de municipios de estas características y número de habitantes, no tiene policía local, por lo que dependen total y absolutamente de la actuación de la Guardia Civil para gestionar estas cuestiones de seguridad ciudadana y control de tráfico. También del control de los botellones. “Sin embargo, no tenemos esa ayuda que nos podría o debería prestar el Gobierno Central, mandando más efectivos a pueblos como Sacedón, que nos vemos desbordados por la masiva afluencia de personas y vehículos”.

“Con la excusa de no tener efectivos disponibles, nos despachan a los alcaldes y nos dejan totalmente tirados y sin poder dar respuesta a las innumerables solicitudes de actuación que demandan los vecinos. Resulta inexplicable la falta de voluntad que muestra el Estado a la hora de poner remedio a esta situación que se repite en muchos de nuestros pueblos, una y otra vez, durante todos los veranos y otras fechas señaladas”, concluye. 

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