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El estrecho y cromático valle del río Ungría que aspira a convertirse en paisaje protegido, el segundo en Castilla-La Mancha

El municipio de Caspueñas (Guadalajara) en el valle del río Ungría

Carmen Bachiller

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Hasta el 30 de octubre, los ciudadanos pueden aportar sugerencias al proceso público por el que la Consejería de Desarrollo Sostenible declarará como ‘Paisaje Protegido’ al Valle del Río Ungría en la provincia de Guadalajara.

Será el segundo paraje con este tipo de protección después del que ya disfruta la Chorrera de Horcajo, en la provincia de Ciudad Real. Además, su tramitación que fue impulsada por la Asociación para el Desarrollo de la Alcarria y la Campiña (ADAC) y la Federación de Asociaciones para el Desarrollo Territorial del Tajo- Tajuña (FADETA) se produce en paralelo a la de la futura Ley del Paisaje de Castilla-La Mancha.

Fue en octubre de 2017 cuando el Consejo de Gobierno regional dio luz verde a la iniciativa para este espacio natural y encargó a la Cátedra de Medio Ambiente de la Universidad de Alcalá la presentación de un estudio preliminar para continuar con el procedimiento.

Este valle se ubica a escasos 20 kilómetros de Guadalajara capital, en la comarca de la Alcarria. Hasta llegar a la exposición pública del proyecto la Universidad de Alcalá ha realizado dos estudios, uno ambiental y otro estrictamente paisajístico que deben servir de base a su futura protección.

¿Cuáles son los valores ambientales y culturales de esta zona?

El Valle del Río Ungría tiene una extensión de unos 120 km2 con altitudes que oscilan entre los 731 metros y los 1.040 metros. Pero la protección no se extenderá a todo ese territorio. Y es que se dejan fuera, entre otras, zonas secano agrícolas y alguna de alto valor ambiental pero que se encuentra aislada entre espacios sin valor paisajístico.

El espacio que se propone proteger consta de 12.448 hectáreas repartidas en 10 municipios. La protección se extenderá a los términos municipales de Atanzón, Brihuega, Caspueñas, Gajanejos, Guadalajara (Monte El Villar), Ledanca, Lupiana, Muduex, Trijueque y Valdeavellano.

El paisaje es uno de los mayores valores de este enclave natural: un valle estrecho que encaja en la llanura alcarreña y con una espectacular variedad cromática que lo convierten “en cualquier cosa menos en un lugar monótono a la vista”, dicen los expertos.

Accesible y bien comunicado, su valorización le puede suponer a esta zona una herramienta de despegue económico. “Las características de población envejecida con poca recuperación de nuevos habitantes provocan que el área necesite nuevos recursos”, dice el informe ambiental de la Universidad alcalaína, porque la mayor parte de la zona a proteger es eminentemente rural.

Cuatro hábitats protegidos, más de 850 especies vegetales, algunas catalogadas de “interés especial”, 46 especies de aves protegidas, dos de reptiles, dos de anfibios y una de mamíferos, son algunas de sus cualidades ambientales.

Además, dentro del valle del Ungría se pueden encontrar interesantes ejemplos de patrimonio cultural o histórico en los cascos urbanos de Fuentes de la Alcarria, Valdesaz, Castapueñas, Valdeavellano y Atazón. Algunos como las ruinas de una antigua atalaya árabe en Atanzón o el Monasterio de San Bartolomé de Lupiana fueron declarados Bien de Interés Cultural.

La importancia de la protección para el desarrollo de la zona

Los investigadores hablan de una calidad paisajística “muy elevada” y, en definitiva, “su vegetación, geología, relieve, edafología y climatología hacen del valle del río Ungría un lugar singular y una excelente representación del paisaje alcarreño”, dicen desde la Universidad de Alcalá.

Pero no solo eso, en los informes científicos se afirma que para lograr el éxito de la iniciativa es “fundamental” la información a la población “para que los vecinos entiendan qué supone un espacio protegido para el desarrollo de la zona”.

Y es que, cuando hablamos de paisajes protegidos “la labor y la percepción humana son su principal condicionante de protección”.

De hecho, la propuesta incluye algunos aspectos derivados de la acción humana a mejorar: hay que eliminar antenas, canteras abandonadas, construcciones discordantes (hay naves en la zona) o vertidos incontrolados.

También se proponen medidas de integración paisajística, señalización del espacio o buenas prácticas en usos tradicionales como por ejemplo evitar el uso de herbicidas o enterrar los rastrojos y evitar su quema.

Después, la propuesta pasa por promocionar el espacio a través de vídeos, la creación de itinerarios turísticos, exposiciones, fomentar la educación ambiental o aplicar la innovación paisajística a los usos tradicionales.

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