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“No hace falta inventar dietas nuevas” para combatir el Alzheimer o la ELA

dieta amigos

Alicia Avilés Pozo

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En España hay una gran cantidad de factores ambientales que contribuyen a que podamos mantener una vida saludable. Hay muchas horas de luz y nunca deja de promocionarse nuestra famosa dieta mediterránea. Sin embargo, los hábitos alimentarios han cambiado, ha aumentado la obesidad infantil hasta niveles preocupantes y también se propaga el sedentarismo. Con ello, cada persona “gana papeletas” para sufrir algún tipo de enfermedad neurodegenerativa con el transcurrir de los años. Y contra ello, “no hace falta inventar dietas nuevas”: solo hay que comer de forma equilibrada y hacer un poco de deporte.

Es la tesis que defiende Carmen Fernández-Martos, investigadora del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, quien ha participado esta semana en los ‘Maridajes cuánticos’ que organiza el grupo de divulgación Ciencia a la Carta en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Principalmente, incide en la importancia de mantener un estilo de vida saludable para prevenir estas enfermedades y en cómo condiciona el metabolismo corporal.

Su línea de investigación pre-clínica está centrada actualmente en dos patologías: la enfermedad de Alzheimer y la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Tras explicar en qué consisten estas enfermedades y cómo se desarrollan, destaca asimismo los arduos trabajos que lleva a cabo la comunidad científica para determinar el impacto de la nutrición en las mismas.

Por ejemplo, en el caso del Alzheimer, Fernández-Martos explica que una gran parte de la investigación científica lo considera una Diabetes de Tipo 3, al existir una relación directa entre la obesidad infantil, personas con diabetes y un mayor riesgo de padecer esa enfermedad cuando se llega al envejecimiento. Sin embargo, al contrario, en el caso de la ELA, el contexto nutricional es “totalmente diferente”: las personas que la padecen tienen un “metabolismo acelerado”, lo que comen “no les nutre lo mismo”.

“Se ha visto así que hay dietas de alto contenido en grasa que serían perjudiciales en el Alzheimer pero que en el caso de la ELA tendrían un efecto beneficioso. Se ha comprobado que personas que llegan con un índice de masa corporal más elevado experimentan un retraso en la progresión de una etapa neurodegenerativa a otra. Es decir, estarían más protegidas frente al daño, aunque no lo evitarían, porque debemos recordar que no tiene cura”, subraya la investigadora.

¿Por qué el metabolismo se altera con determinadas patologías? En el caso de estas enfermedades, la comunidad científica sigue investigándolo, pero sí hay hechos probados. Por ejemplo, en ambas se considera que la mayor parte de los pacientes las han desarrollado “de una forma esporádica, con componentes multifactoriales”, ya que solamente entre el 5 y el 10% de los pacientes tienen un componente genético asociado. Pero dicho esto, también admite que cada vez se está adelantando más la edad de su diagnóstico. La enfermedad de Alzheimer está asociada al envejecimiento en una edad promedio de 70-75 años, pero ya se han detectado algunos en torno a los 50 años de edad. La ELA, por su parte, no está asociada a la edad y “hay gente muy joven que la padece”.

“Lo más tradicional es lo mejor”

Lo más significativo, añade Carmen Fernández-Martos, es que estas investigaciones siguen demostrando el vínculo directo entre cómo nos alimentamos y nuestro cerebro. “Nos ha dado ahora por muchas dietas alternativas, cuando lo más tradicional es lo mejor y no hace falta inventar nada más allá de la dieta mediterránea”. En las numerosas charlas y talleres que realiza ha comprobado que hay mucha gente confundida, por ejemplo, con la delgadez, ya que llevada al extremo supone “un desajuste muy importante a nivel metabólico”.

“Debemos tener en cuenta que hay que educar a los más pequeños en comer sano pero esto último no significa no poder comer azúcar, que ahora está muy de moda, sino hacerlo equilibradamente y como se ha hecho tradicionalmente en España, sin más innovaciones”, argumenta. Considera que atajar las causas en la infancia, sobre todo combatiendo el sedentarismo, sirve para prevenir este tipo de patologías neurodegenerativas.  “Sabemos, porque está demostrado, que comer mal genera unos daños irreversibles y aumenta nuestras papeletas, pero necesitamos una mayor conciencia social en este sentido”.

Actualmente, Fernández Martos es la única que trabaja en la investigación de la ELA en el Hospital Nacional Parapléjicos. Regresó a España dentro del Programa de Retorno del Talento de la Junta de Castilla-La Mancha y sigue colaborando con el grupo de investigación de la Universidad de Tasmania (Australia) desde donde regresó. Mantiene un contrato temporal y confía en poder seguir desarrollando su investigación, para lo que realiza un llamamiento a la financiación.

“La gente debe conocer la importancia de la investigación, y por eso es importante la divulgación, acercar la ciencia a la ciudadanía. Pero para eso necesitamos ayuda. La investigación no da un beneficio directo en un tiempo corto, y tenemos unas limitaciones económicas que hacen que muchas personas se vayan, otras no consigan reengancharse y muchas más no puedan seguir. Yo he pasado por todas las fases de madurez profesional, y estoy peleando por tener mi propio grupo de investigación. Eso requiere que se invierta más en investigación, en cualquiera que sea el campo, no solo en el de salud, porque al final eso también es lo que hace crecer a un país”.

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