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Arriar banderas

Chus Villar

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Si hacemos caso de las últimas encuestas y de los resultados de las elecciones autonómicas y municipales en España, el aumento de la pluralidad de partidos da un nuevo protagonismo a los pactos, que se convierten en herramientas indispensables para conseguir la gobernabilidad. PP, PSOE y Ciudadanos, que serían las tres fuerzas más votadas, no se plantean alianzas pre electorales, aunque a nadie escapa que la formación de Albert Rivera, en alza, puede ser la bisagra más deseada por los, hasta hace poco, partidos mayoritarios, tras los comicios generales.

La subida de Ciudadanos coloca a Podemos en una situación de desventaja respecto a las optimistas previsiones que el partido morado tenía y que lo colocaban, como mínimo, como tercera fuerza, e incluso en algunos momentos por delante de los socialistas. Consciente de un escenario que cada vez parece más desfavorable, Pablo Iglesias busca pactos con otras fuerzas progresistas que puedan hacerle sumar apoyos. Las negociaciones con IU no han dado frutos, ya que Podemos no se resigna a ser uno más en una coalición de izquierdas, e IU no quiere acabar su trayectoria histórica siendo fagocitada.

Así las cosas, Podemos mira a acuerdos con otras formaciones afines, como Compromís. El pacto, con el PSPV como tercer socio, fue posible en el Botánico pero amenaza con no poder realizarse de cara a las generales del 20 de diciembre, debido a la oposición de la inmensa mayoría de las bases del Bloc, que temen perder identidad valencianista en una alianza con un partido estatal.

Mónica Oltra, como representante de la facción menos nacionalista de la coalición, sigue intentando, no obstante, que la unión de fuerzas pueda materializarse. Hay quien dice que bajo esta intención subyace el compromiso que la vicepresidenta adquirió con Podemos cuando este partido apostó por su protagonismo dentro del tripartito, sin conseguirlo. En cualquier caso, Oltra, menos preocupada por la pérdida de esencia valencianista y más por un aumento de presencia en el ámbito nacional que pueda aumentar la influencia de la Comunidad en el Estado, encuentra ventajas en la confluencia de fuerzas de izquierda.

Es un hecho que Compromís se beneficiaría del pacto en cuanto que el voto cambia de las elecciones autonómicas a las generales y se decanta más por formaciones estatales, como lo confirman los últimos sondeos. De conseguir entre uno y dos escaños en el Congreso de los Diputados pasaría a formar parte de una coalición con cinco o seis parlamentarios y podría formar grupo propio. La formación de grupo es una de las condiciones del acuerdo, que desactivaría en gran parte las reticencias referentes a la pérdida de identidad. Una alianza a tres bandas con EU también sería positiva, en cuento aumentaría al menos en un diputado en resultado, pero el desencuentro entre Garzón e Iglesias quizás frene esa posibilidad en el ámbito autonómico.

Al margen de las claves locales, a Compromís, y al gobierno del que forma parte, le interesa ayudar a conformar una posible mayoría en el Congreso que pudiese desbaratar un posible acuerdo entre PP y Ciudadanos, que podría estar más cerca que nunca, ya que la formación naranja se sitúa en tercer lugar y casi iguala en intención de voto a los populares. También sería preferible que no se produjese la unión entre los socialistas y los de Rivera, otra posible opción, que daría como resultado un gobierno menos afín a los intereses de la izquierda.

Un ejecutivo de signo progresista en Madrid, sobre todo si cuenta como socio con Podemos, sería más favorable a las políticas del nuevo Consell en aspectos tan cruciales como un modelo más justo de financiación autonómica o la relajación de las condiciones respecto al déficit o la tasa de reposición de empleados públicos, que permitiesen la ejecución de mejoras sociales y en los servicios públicos, lo que beneficiaría al gobierno de la Generalitat ante una posible reelección y, lo que es más importante, a los ciudadanos de la Comunidad.

La oposición del Bloc al pacto con Podemos muestra una cortedad de miras ante los logros reales que una mayor presencia en el ámbito estatal pueden materializar, sobre todo si se garantiza la creación de un grupo propio y yendo de la mano de una formación que se muestra favorable a la pluralidad y a la descentralización en España. Cuando sólo un uno por ciento de la población valenciana se muestra preocupado por cuestiones de identidad y una inmensa mayoría lo hace por problemas como el paro o la calidad de los servicios públicos, es hora de arriar las banderas simbólicas y levantar bien alto el pabellón de las reivindicaciones que mejoren la dignidad y calidad de vida de los ciudadanos, sea cual sea su ideología o sentimiento de pertenencia.

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