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Auge y caída de Rita Barberá, la 'alcaldesa de España'

Rita Barberá saluda durante un acto.

Carlos Navarro Castelló

Hábil a la hora de comunicar, con un fuerte temperamento y políticamente audaz. Así es María Rita Barberá Nolla, para lo bueno y para lo malo, una de las figuras más relevantes de la política valenciana y española. De hecho, el propio Mariano Rajoy, con quien mantiene una intensa amistad, la bautizó en su momento como la “alcaldesa de España”.

Nacida en Valencia en el año 1948, es licenciada en Ciencias Políticas y de la Información. En el año 1976 se afilió al partido liderado por Manuel Fraga y fue cofundadora del mismo en Valencia.

Tras pasar por numerosos cargos tanto nacionales como autonómicos y provinciales, se presentó como candidata del PP a la alcaldía del Ayuntamiento de Valencia en las elecciones locales del año 1991. Pese a ser el segundo partido más votado, logró un pacto para gobernar con Unió Valenciana y desbancó así a un PSPV que gobernaba la ciudad desde 1979.

Las primeras medidas de Barberá al frente del Ayuntamiento fueron de corte popular. Valencia aún no disponía de una red de alcantarillado en algunos barrios de la periferia y fue ahí donde centró todos sus esfuerzos a nivel de inversión, ganándose así el favor de los vecinos en zonas históricamente socialistas.

De hecho, arrasó con mayorías abolutas en las siguientes cinco elecciones. Su popularidad fue en aumento gracias a una política que trataba de combinar actuaciones en determinados sectores estratégicos con la aspiración de situar a Valencia en el mapa de la mano de los grandes eventos.

Las inauguraciones de pequeños jardines de barrio o de numerosos polideportivos y centros para personas mayores se mezclaron con proyectos como la Ciudad de las Ciencias y con eventos como la Copa América, que supuso la recuperación de la zona porturaria para la ciudad.

Sin embargo, mientras la sociedad asistía atónita a la transformación de la ciudad y a su promoción de la mano del glamour de los veleros y del circo de la Fórmula 1, empezaron a saltar incesantes casos de corrupción que afectaban al círculo más cercano de la alcaldesa, tanto en la Generalitat como en el Ayuntamiento, tales como Gürtel, Emarsa, Nóos, o los sobrecostes en la ampliación de Feria Valencia.

Todo ello, unido a la crisis económica que le obligó a hacer duros recortes en servicios públicos como el transporte, la limpieza o el mantenimiento de parques y jardines, debilitó su imagen, algo que ya notó en las elecciones del año 2011, en las que pese a ganar con mayoría absoluta, sufrió una importante pérdida de votos.

Su última legislatura al frente del Ayuntamiento de Valencia estuvo más marcada por todos estos casos judiciales que por la capacidad de gestión y de llegar acuerdos para sacar adelante temas importantes para la ciudad y enquistados desde hacía años.

Un claro ejemplo es el plan del Cabanyal, paralizado por el Gobierno central en la etapa de Zapatero al suponer expolio, y que Barberá se empecinó en llevar adelante sin éxito y en contra incluso del criterio de los responsables del Minsiterio de Cultura ya en la etapa de Rajoy. Por otra parte, el bochornoso episodio del 'caloret' durante la edición de la Crida de las Fallas de 2015, evidenciaba que la alcaldesa estaba ya en horas bajas.

Por si Barberá tenía pocos frentes abiertos, poco antes de las últimas elecciones locales estallaron otros dos casos que fueron la puntilla para el vuelco electoral que se produjo en el Ayuntamiento de Valencia. El caso Imelsa cuyas grabaciones implicaban a su concejala, María José Alcón, y el conocido como 'Ritaleaks', por el que la Fiscalía investiga presuntos gastos de lujo mientras ejerció como alcaldesa. Este último caso acabaría archivado

Todo esto propició uno de los batacazos electorales más sonados en España, al pasar los populares de 20 a 10 concejales y perder la alcaldía en favor del tripartito formado por Compromís, PSPV y València en Comú, con Joan Ribó como alcalde.

Ella misma lo definió a la perfección en la sede del PP de la calle de Quart minutos después de conocerse el resultado electoral: “¡Qué hostia, qué hostia!”, le dijo visiblemete afectada a Serafín Castellano, quien trataba de consolarla.

Y es que Barberá nunca ha digerido el resultado electoral. De hecho, no quiso asistir al acto de investidura de Joan Ribó como nuevo alcalde.

La exalcaldesa, ahora senadora, vuelve a estar en el punto de mira judicial. La detención de Mari Carmen García Fuster, su mano derecha en el Ayuntamiento, y la imputación de todos sus ediles y asesores por presunta financiación ilegal la dejaron en una delicada posición ante la investigación. Su imputación por el Tribunal Supremo, al abrirle causa penal, supone la caída definitiva de todo un mito de la política, y un grave problema para Rajoy, quien ha insistido a menuda en la inocencia de su amiga del alma, la “alcaldesa de España”, a quien el PP ha colocado hace unos días en dos comisiones del Senado.

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