Bebés en contenedores de basura
Un día me enteré en clase que una de mis compañeras iba a ser mamá. A todos nos parecía curioso que faltara tanto al instituto, y de hecho nos sorprendía cómo se había puesto de gorda en los últimos meses. Debía ser el más tonto de clase, o al menos el que poseía menor información, pues era el único que no me había enterado de lo que sucedía. Un buen día dejó de venir. Jamás la he vuelto a ver, supongo que tendría al niño y seguiría con su vida. Nunca sabré si estudió, si llegó a ser lo que soñaba o si pudo tener adolescencia, de esas de salir por las noches y decir muchas tonterías.
Hace unos días se encontró en el vertedero de Villena (Alicante) a un bebé recién nacido, la policía no sabe de dónde ha podido salir, ya que el camión que trasportaba al pequeño sin vida procedía de la Vega Baja. Esa planta recibe al día toneladas de basura, y por desgracia ese día también de un cadáver. El operario que encontró al infante seguramente jamás en la vida podrá borrarse la imagen que vio, pues lo primero que acertó a ver fue una de las piernas, y el resto del cuerpo a escasa distancia. Si éste caso es trágico, habría que relatar otro, igual de cruel e innecesario, que nos desvela la frialdad de la mente humana, la aversión por la vida que sufre mucha gente. En agosto de 2014 una chica de Alcoy fue al hospital, allí detectaron que había dado a luz. Ella confesó que había matado a su bebé y lo había arrojado al contendedor de basura, al mismo lugar donde seguramente tiraba los desperdicios diarios. Un niño dentro de una bolsa, lanzado a la basura y con la esperanza en que jamás se encuentre. Esa es la idea de estas mentes desquiciadas. El valor más grande que tenemos tirado como una colilla, abandonado y muerto.
¿Qué estamos haciendo mal cuando alguien tira a un bebé a la basura horas después de haberlo parido?. Quizás no tengamos la educación sexual que necesitamos, quizás la vergüenza nos atenace cuando queremos hablar de sexo o de amor. Hacerlo con preservativo es algo que debería ser natural, porque el sexo entre jóvenes debe suceder y se tiene que disfrutar. En el colegio me enseñaron a ponerme un condón, pero no me hablaron de los embarazos no deseados, daban mucha importancia a las enfermedades venéreas, pero no comentaban nada de la sensación de ir a Planificación familiar, de la vergüenza que se tiene al exponer a los padres su pronta abuelidad o de cómo se derrumban los sueños de futuro. Un bebé no puede ser un problema, no ha de ser ningún obstáculo en la vida de nadie, pero existen personas que no quieren tener hijos. Gallardón quiso devolvernos a la época de viajes interminables a Londres o de ganchos en el útero por auténticos carniceros. Pretendía, espero que sin saberlo, que algunas clínicas, por ejemplo dentales, tuvieran un despacho interior donde se practicaran abortos ilegales o que chamanes indecentes ofreciera plantas semitóxicas para expulsar al feto. En definitiva, quería esa ley que muchas mujeres sufrieran el doble por algo que ya de por sí es triste y lamentable. Sufrir por sentirse criminales por el gobierno, y sentirse mal por arrancarse una semilla de vida que está creciendo en su interior.
Y esta chicas que han cogido a sus bebés, ¿en qué pensaban?. Sus padres las amenazaron, sus novios las dejaron en la estacada con el bombo encima, sus amigas le dieron la espalda, sus sueños se estaban esfumando como el polvo del camino. Acaso nadie se percató de su embarazo, acaso pudieron pasar por alto que durante nueve meses su cuerpo y sus emociones estuvieron cambiando. Quizás la soledad o la sensación falsa de soledad las pudo empujar a un asesinato tan despreciable. Quizás alguien podía haber hablado de aborto, antes que de muerte cobarde, o de adopción. Quizás lo hicieron y ellas lo rehusaron, y optaron por la calle del medio, cogiendo a sus bebes, que lloraban y que estaban morados, y sin mirarlos a la cara, tal vez nunca los habían visto en una ecografía o habían comprado ropa en una tienda de bebé, los estrangularon o los tiraron en vida a la basura. Tal vez se vieron sorprendidas al descubrir el sexo de su hijo al traerlo a la luz, tal vez eso fue determinante o no. Me pregunto si alguna vez se les paso por la mente conocer el género de sus fetos, si iban a ser niñas y las iban a vestir de rosa o verde, o si podrían ser niños y darles cientos de patadas al balón. Me cuenta pensar que ninguna de esas largas noches queriendo no tener al niño y maldiciendo por el embarazo no le hablara, así como hablan las madres, con ternura infinita. Tiraron al niño que había compartido con ellas los llantos por el embarazo, la tensión hormonal y corporal por el miedo al rechazo. El bebé que las había acompañado, desde dentro de sus cuerpos, a los médicos o a las clases, a ver a sus novios o a sus padres. El pequeño que les iba a sonreír cuando le dieran un beso, que desde el momento de nacer iba a ser su hijo, y el amor de su vida. Quizás no pensaron en eso, quizás no pensaron en nada. Ahora son unas asesinas, y su crimen es tan atroz que revuelve cualquier conciencia o razón. Nadie puede entender lo que ha pasado, porque aun sin ser padres, somos hijos. Somos como el niño que ha sido lanzado a la basura y despedazado por la pala del camión, pero nuestras madres no nos tiraron a ningún pútrido lugar. Somos iguales, solo que ellos ya no podrán traerles una flores hechas en clase el día de la madre y ella jamás tendrán lan sensación inenarrable de sentirse las mujeres más queridas del mundo.
Hoy desde luego quiero más a mi madre.
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