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Conmigo que no cuenten

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firman el preacuerdo para un Gobierno de coalición el pasado 12 de noviembre.

Miguel Giménez

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Conmigo que no cuenten. Si nuestros dirigentes políticos (todos), con su absoluta incompetencia, nos llevan a otras elecciones en primavera, conmigo que no cuenten. Por supuesto que iré a votar. Es mi derecho y mi obligación y lo haré, pero lo haré en blanco (tal vez inspirado por el gran José Saramago y su 'Ensayo sobre la lucidez'). Y no hago responsables a unos o a otros. Les hago responsables a todos, a la peor hornada de políticos de la historia de la democracia española.

Hago responsable a Pedro Sánchez, cuya actitud nos ha traído hasta aquí. Porque actuó con soberbia en septiembre y no quiso darle una segunda oportunidad a Unidas Podemos y a la coalición de izquierdas que ahora pretende abrazar -y ello a pesar de que ese Gobierno le quitaba el sueño hace unos meses y a que el número 3 del PSOE, José Luis Ábalos, dijo el día después de las elecciones que no conocía a ningún socialista que quisiera un Ejecutivo de coalición con el partido de Pablo Iglesias-.

También es responsable Pablo Iglesias, quien también pecó de falta de humildad en julio cuando rechazó una oportunidad histórica: con menos de un lustro de historia y 42 diputados sobre 350, como apuntó Gabriel Rufián, tenía la oportunidad de entrar en el consejo de ministros con dos carteras ministeriales y una vicepresidencia. Una oferta, por cierto, que unas semanas después sí que estaban dispuestos a aceptar.

La Esquerra Republicana de Gabriel Rufián también tiene gran parte de culpa de la situación en la que nos encontramos. El partido que apeló a la responsabilidad de PSOE y Unidas Podemos en julio pasado es el mismo que provocó la caída del Gobierno de Pedro Sánchez al no aprobar sus presupuestos y que ahora no se atreven a apoyar el acuerdo que tanto exigían hace unas semanas por puro tacticismo político, por egoísmo. Porque están pendientes de unas elecciones en Catalunya que debe convocar un incendiario como Quim Torra, a quien tampoco se atreven a echar de la Generalitat por miedo al independentismo más radical.

Albert Rivera es otro de los que han provocado esta situación, aunque al menos éste ha tenido la decencia de dimitir después de hundir a Ciudadanos. Rivera tuvo la oportunidad -otra oportunidad histórica para un partido ahora condenado a la intrascendencia- de formar un Gobierno muy estable (PSOE y Ciudadanos sí que sumaban una holgada mayoría absoluta tras las elecciones de abril). Pero de nuevo por egoísmo, para intentar convertirse en el referente de la derecha española en lugar de ser lo que se suponía que debía ser, un partido de centro liberal capaz de pactar con la izquierda y la derecha (como ha hecho en Andalucía primero con Susana Díaz y después con Juanma Moreno), también es responsable de la actual situación.

Pablo Casado es tal vez el menos responsable de esta situación, pero eso no quiere decir que no tenga una parte de responsabilidad en todo lo que está sucediendo... o pueda suceder. Al contrario que sus rivales, Casado 'sólo' se ha enfrentado a dos convocatorias electorales (de momento), pero está actuando con irresponsabilidad. Rechaza que Sánchez negocie con Esquerra Republicana para formar un Gobierno con Unidas Podemos pero no ofrece ninguna alternativa, como podría ser su abstención. Entonces, ¿qué queda? ¿las terceras elecciones? Desde luego, entiendo el 'no' del PP a Sánchez igual que entendía el 'no' de Sánchez a Rajoy. Eso no quita para que sea totalmente incoherente haberle exigido la abstención al PSOE a Rajoy y ahora negarse a hacer lo mismo en una situación que es totalmente equiparable.

Y por supuesto, todos ellos son responsables del ascenso de una fuerza de extrema derecha como Vox, cuyo programa se centra en recortar derechos y en retrotraer a España a hace más de cuatro décadas. Sólo hay que ver sus bochornosas intervenciones en los diferentes foros en los que tienen representación.

Por eso, si son tan irresponsables como para provocar unas nuevas elecciones, conmigo que no cuenten.

Sólo es mi opinión, sólo es mi voto.

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