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El cura de mi pueblo

Patricia Campos Doménech / Patricia Campos Doménech

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El cura de mi pueblo, el Padre José García trabaja desde finales de los años 90 en una de las zonas más desfavorecidas de Onda, el Monteblanco. Su parroquia para mi tiene un algo especial. No por el hecho de haber sido bautizada allí, sino porque aparte de celebrar misas de una forma humilde, es el centro social para todos los vecinos de la zona. El Padre José ha realizado numerosas iniciativas para combatir la pobreza como: múltiples mercadillos solidarios, un comedor social para niños provenientes de familias desestructuradas, una oficina de atención psicológica para personas con riesgo de exclusión social y hasta un punto de asesoramiento legal para impedir desahucios. Es decir, es un cura al estilo el Papa Francisco.

Todo esto ha pasado desapercibido para el obispado de Castellón que no le ha prestado el mínimo interés a los problemas de esta comunidad.

Lo que les ha impactado no es que uno de los curas con menos recursos de la provincia esté obteniendo mejores resultados en su lucha contra la pobreza que otras iglesias con grandes infraestructuras y enormes donaciones. ESO NO. Les ha escandalizado y mucho que el Padre José bendiga la unión de dos lesbianas, de dos mujeres, digámoslo correctamente de dos seres humanos que se quieren.

El obispado de Castellón quiere disciplinar al Padre José por infringir las reglas de la iglesia. Pero donde están los encargados de velar por las normas de la diócesis cuando los curas abusan sexualmente de los niños o tienen relaciones con otros adultos cuando la iglesia lo prohíbe.

En fin…no entiendo nada.

A pesar de que a lo largo de la historia la iglesia ha bendecido mascotas, barcos, armas, aeropuertos, coches…y que además, su jefe, el Papa Francisco, haya hecho famosa esta declaración: ¨¿Quién soy yo para juzgar a los homosexuales?¨

Incluso yo, creo recordar a mi abuela parafraseando la biblia: ¨Todos somos hijos de Dios¨.

Aunque ahora después de conocer las declaraciones del obispo de Castellón, la aversión obsesiva del Arzopispo Cañizares  hacia los homosexuales y el continuo desprecio hacia las mujeres del Obispo Juan Antonio Reig Pla (por cierto, fue quien me confirmó) me surge la duda: Yo que soy homosexual y mujer, ¿también soy hija de Dios?

Vaya lío…

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