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Las “barbaridades” del Plan Sur que puede arreglar el nuevo proyecto para el Túria: Quart quiere recurperar el azud de Favara

Vista aèria de Quart de Poblet abans del Pla Sud i després. A l'extrem dret, abans l'assut i ara una muntanya de terra.

Sergi Pitarch

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El Ayuntamiento de Valencia de Compromís y PSPV abrió hace un año el debate para recuperar como espacio verde y de esparcimiento el nuevo cauce del Túria. La propuesta es analizada por círculos científicos y técnicos y, más allá de garantizar que la infraestructura continúe evitando las avenidas del río, la inmensa mayoría la ha recibido con entusiasmo. Esta gigantesca obra de desvío del cauce original permitió que el antiguo lecho fluvial sea hoy el pulmón verde de la ciudad y evitó tragedias como la de 1957, pero su magnitud arrasó miles de hectáreas de huerta de alta productividad, partió en dos la Comarca de l'Horta Sud y generó a su alrededor una especulación urbanística sin precedentes en la zona. Entre los damnificados por estas “barbaridades” está el municipio de Quart de Poblet, que vio cómo las obras borraron del mapa el azud de Favara y dejaron herido de muerte el de Rascanya.

El dedo en la llaga lo ha puesto la alcaldesa de Quart de Poblet, Carmen Martínez, que quiere que el nuevo proyecto de cauce fluvial sirva para restaurar el impacto del anterior en el municipio. Desde hace meses, en el consistorio trabajan para anticiparse a la puesta en marcha del proyecto, que todavía está en pañales, pero que entienden debe saldar una “deuda” con el pueblo. Una de las zonas de mayor valor de su témino municipal, donde estaban los azudes de Favara y Rascanya, se utilizó para depositar las miles de toneladas de tierra que se extrajeron en las obras para construir el gigantesco canal. “Con Quart de Poblet hay una deuda, todavía hay en el término tierras que se extrajeron sin descontaminar. Es el momento”, planteaba la acaldesa en una red social donde se debatía este proyecto estratégico.

En un informe técnico preliminar, el ayuntamiento de Quart ha empezado a preparar ese terreno para reivindicar la restauración de la montaña de tierra inerte que tiene junto al municipio. “La capacidad de evacuar 5.000 metros cúbicos por segundo exigía una pendiente determinada del cajero que debía ser rígidamente respetada. Y a la vista de esta pendiente en ciertos tramos se procedió a excavar hasta la cota necesaria colocando las tierras resultantes en sus laterales a manera de diques laterales sobre los que se construyeron las autopistas que hoy denominamos M-30.  Pero en su primer tramo la cota era bastante profunda, de manera que se produjo un gigantesco exceso de excavación: un exceso del orden de 1.000.000 de metros cúbicos. Una cifra astronómica de exceso de tierras que debería ser vertida en algún sitio”, relata el documento.

En la actualidad, aunque también se planteaba en algunos proyectos de la época, lo habitual es encontrar un vertedero adecuado para esas miles de toneladas de tierra para posteriormente favorecer su regeneración. Pasa en las minas, pero también en los basureros. El alto coste de la medida y el autoritarismo político de la dictadura franquista motivaron que los ingenieros de la época se lanzaran por el camino fácil. “Se eligió la peor de todas alternativas: expropiar aceleradamente una gigantesca zona de huerta en entre Quart y el actual parque de cabecera y depositar allí desordenadamente todos los vertidos taponando el antiguo cauce, haciendo desaparecer su bosque de Ribera (recordemos, de tan alto valor que ha merecido en la zona no afectada la calificación de Parque Natural) y como todo ello no era suficiente, generar una gigantesca colina artificial de 5 metros de altura”, revela el informe.

Dada la forma en la que se hizo el vertido, añade, “desapareció todo el potencial agronómico y natural de los suelos afectados de manera que lo que hoy vemos encima de este vertedero es un espacio yermo, en el que tras cincuenta años no ha podido crecer ni siquiera el nivel más elemental de vegetación autóctona”. “El atentado no se limitó a los factores naturales y medioambientales. El gigantesco vertedero sepultó el azud de Favara y dejó en un estado lamentable el de Rascanya, y por descontado el sistema de riego que en ellos se apoyaba”, sentencia. 

“Algunos de los efectos de la forma en que el régimen franquista planteó la obra son sin duda irreversibles, como los centenares de hectáreas de huerta de primera calidad que se perdieron definitivamente o la forma en la que sus autopistas laterales incentivaron un tremendo crecimiento especulativo en su entorno”, apunta el informe preliminar. Por ello, Quart de Poblet quiere ser resarcido por esa “barbaridad” y ser pionero en la recuperación del cauce para los ciudadanos y el medio ambiente, pero también para el propio Túria, que podría volver a desembocar de manera permanente en el mar. 50 años después, los gobiernos municipales y del Estado, a través de la Confederación Hidrógráfica del Júcar, tienen la palabra.

Ideas no faltan, que miren a Los Ángeles.

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