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El 'marathon' de El Agente Naranja

El Agente Naranja / Kike Suay

Javier Caro

En Navidad me acerqué a Valencia con varios propósitos, y uno de ellos era conocer en personas a los músicos que me habían cautivado con su última obra, pero lo de cautivar no es un modo de hablar, es una realidad emocional. No sé si alguna vez algún lector ha sentido que acababa de encontrarse con una joya, de esas de gran valor, pero que ha pasado inadvertida para todos. Ese es uno de los momentos de mayor felicidad, crees que eres el más afortunado, y de hecho lo eres, por ser conocedor de alguna cosa que nadie más sabe.

El Agente Naranja, banda valenciana que lleva años luchando por hacerse un hueco en el difícil panorama rock de la ciudad, ha realizado una pieza única, accesible a todos por Bandcamp o comprando su disco “Marathon”, pero que por desgracia sigue siendo un tanto desconocida. En realidad no es una joya exclusiva, sino que es un artefacto emocional, con pinceladas de un intimismo opresor, que todo el mundo puedo escuchar. Pero para hacerlo habrás tenido que pasar por otros sonidos oscuros y melancólicos, de trato amargo pero dulce al final. Para escuchar, y sobre todo, degustar éste álbum, tendrá que haber vivido y haber amado

“Marathon” es un disco de sentimientos, los que ellos vierten en el redondo y los que provocan en el oyente, es un un vacío colectivo que se llena en cada nueva canción. Es un tiovivo sonoro que debe ser escuchado para alimentar un poco el alma, y de paso creer en Valencia como una ciudad con una sensibilidad musical diferente, radiante a veces, y críptica otra.

Cuando quedé con Vicente Santiago, compositor de las letras y vocalista del grupo, cerca del puerto, el frío arreciaba, y la conversación versó alrededor de unos cafés que se enfriaban por segundos. La conversación viajó a mil lugares y en ellos permanecimos el tiempo justo, para saltar a otros. Pensaba encontrarme a alguien serio, íntimo, pero me equivocaba, descubrí a un hombre amable y sensible, junto como su música y sus letras. Y me pregunté cómo habían comenzado a dar sus primeros pasos en esta tierra bastante hostil para el rock. El grupo inició su andadura en 1997, precisamente en las Navidades de aquél año, “Somos amigos del instituto, de verano y dos hermanos. Una conversación sentados entre dos coches, con más atrevimiento que otra cosa, nos llevó a formar el grupo sin tener idea de nada. Nirvana, Therapy y el Festimad del 96 marcaron el camino”, dice Fede Fernández, guitarrista del combo.

Valencia es un lugar complicado para el rock, y casi para cualquier propuesta musical, quizás por la Ruta del Bakalao o tal vez por otro motivo, no lo sé, la cuestión es que parece que se ha olvidado de ciertas bandas, “Es mejor acordarse y tener en mente siempre a aquellos que te siguen y animan, que no a quien te menosprecia. No importa la ciudad, importa la gente y en Valencia contamos con grandes amigos y siempre ha existido una buena relación entre las bandas locales. El público.. lo dicho, hay de todo, mejor quedarse con los buenos y hacerlos sentir protagonistas,sean de donde sean”, comenta Manolo Millán, el otro guitarra del grupo.

Sus conciertos en Valencia intentan ser experiencias más allá de la musical, en ocasiones parece que asistamos a una fiesta entre amigos, y eso siempre ayuda a que los que estemos abajo, disfrutemos “En los últimos conciertos que hemos tocado en Valencia, ha venido gente que antes veíamos a menudo, pero ahora hacía tiempo que no veíamos, gente que antes vivía en Valencia y ahora vive fuera y viene adrede a verte, y eso la verdad es que hace sentirte muy querido”, comenta Moisés Sánchez.

Es bonito o debe serlo, echar la vista atrás y así lo hace Fede Fernández “Excitantes. Es un sentimiento inolvidable, la luz del corral de la abuela, el olor a humedad del primer local de ensayo, la primera canción perdida porque alguien vino y afinó la guitarra, compartir nave con Arkada, las barbacoas musicales, el color del suelo del primer concierto, los viajes a Bilbao. Son momentos inolvidables que nos hacen sonreír cada vez que los recordamos. Eramos un grupo de amigos, sin tradición musical familiar, que fuimos aprendiendo a tocar mientras hacíamos canciones, y ese caos inicial ha marcado mucho la identidad del grupo porque lo sentimos como propio”. Y uno se pregunta, sin la menor de las malicias, cómo puede aguantar un grupo de amigos que hacen rock, pero que no alcanzan el “estrellato” seguir trabajando con la misma ilusión, “Seguir experimentando y crear canciones que logren como mínimo dejarnos exhaustos a todos los niveles, es algo a lo que difícilmente uno puede renunciar, más si cabe, si tus compañeros son parte de tu familia. Evidentemente cada vez es más complicado mantener el ritmo, pero siempre que permanezca la ilusión y el mismo desinterés en recibir la palmadita, nuestros instrumentos no se quedarán afónicos” apunta Manolo. Al terminar mi conversación con Vicente, y habiéndonos tomado unos reconfortantes cafés con leche, me marché a mi casa con el disco que me había entregado, me sorprendió mucho lo artesanal de su diseño, y lo limitado de su tirada, que en su edición especial contaba con una pisada diferente para cada disco, y sobre esta sorprendente forma de editar un elepé nos comenta Vicente, “Siempre intentamos ver cada disco de un modo global, desde la música, el packaging y todo lo relacionado con la imagen del grupo nos gusta que vaya en una misma dirección, de nada sirve intentar recubrir con algo menor un trabajo que te ha costado tanto tiempo y esfuerzo. Pensamos que además la gente merece tener algo diferente si decide apostar por el grupo. En este caso pensamos que el concepto de las pisadas era el reflejo final de una maratón, luego teniendo la base de cartón clara para todos los discos sólo nos quedaba resolver como plasmarlo, decidimos usar la goma de diferentes zapatillas a modo de cuño y utilizamos también a amigos para pisar.”.

El trabajo de los valencianos es dinámico, pero agotador, tanto como una maratón, cuando le das al play, nos esperan que los temas crezcan, y que te hagan sentir levitar en un estado de ánimo cambiante a medida que los segundos trascurren. Son diez canciones, como diez estados de ánimo, cada uno de los estados por donde se pasa en una maratón, y siguiendo el disco pista a pista, parece que el oyente también corra,“Hay grandes cabezas pensantes en el grupo que siempre consiguen abrir la lata en lo que a creación se refiere, a partir de ahí todo es mucho más fácil. Siempre la primera piedra de toque es una palabra o simplemente una idea, algo que nos dé qué pensar. Sin ello resulta imposible componer nada, de ahí que luego el resultado final, al menos para nosotros, siempre tenga mucho sentido. La idea de asociar una carrera larga y el sufrimiento que puede conllevar, conseguir el objetivo o incluso el poder reflejarlo a través de etapas de la vida misma es algo que nos pareció algo interesante, y un contexto a través del cual poder identificarse. En principio sólo corremos si nos metemos en líos, aunque alguno hay que juega a sentirse atleta en sus ratos libres, aunque sea de pacotilla” apunta Manolo.

Esta canciones son muy introspectiva, y quizás haya que profundizar en ellas, y saber lo que nos vamos a encontrar en sus conciertos, “Tocar este directo en directo es una descarga de adrenalina importante para nosotros, quizá éstos sean los conciertos que más estemos disfrutando de los últimos tiempos. La definiría como incómoda supongo, sobre todo si tienes demasiado cerca un altavoz en algún concierto.”

Es cierto que la descarga de adrenalina que nos comenta Manolo, es algo que rápidamente sentimos al oír la voz descarnada de un Vicente, en estado de gracia, de unos armónicos que ponen los vellos de punta, como si de un suspiro atravesara nuestra piel, un suspiro de cansancio, de agotamiento, del mismo agotamiento que uno tiene cuando corre contra sí mismo, y todo ello en castellano, lo que hace que se interiorice más, pero, ¿no hubo la idea del inglés nunca?, “Siempre pensé que habría estado bien grabar en dos idiomas, incluso en más, un mismo disco con la pista de la voz en diferentes idiomas es algo que me resulta interesante. El problema es que ya cuesta contar las historias y las penas en castellano, así que no creo que pudiera ofrecer las mismas sensaciones en diferentes lenguas, me resulta muy complicado pero no descartaría aprenderlo”, nos comenta Vicente, que transmite calma a veces, y rabia otras, en un disco que merece mucha suerte, aunque la realidad de la ciudad de Valencia sea, como ya hemos mencionado, difícil, y es una pena con todos los grupos que hay, “La autocomplacencia de los grupos y la persecución del ayuntamiento a salas y bares para no alimentar a sus no votantes, convierte a la ciudad en todo lo contrario de lo que fue. Pocas salas, por lo general caras, y por supuesto, pese a ser una capital grande, fuera de la ruta de conciertos de grupos externos. De todas formas el publico valenciano somos imprevisibles, Pensat i Fet, y cuesta arriesgarse. Lo mejor, en nuestra opinión y conocimiento, es el estreno de la Sala 16 Toneladas, la insistencia de Tranquilo Música, la nueva hornada de grupos como Betunizer, Cuello o Antiguo Régimen, la solidez de gente como Senior i el Cor Brutal, Supermosca o Tortel y el entusiasmo contagioso de Morgana vs. Morgana”. Sin más, cojo mi disco y pongo “Charla”, para mi el mejor corte, y me relajo a disfrutar de algo más que música, sino también de una experiencia.

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