Naufragio
Usted no lo sabe, pero el peor mes para la mayoría de nuestros políticos es agosto. En paños menores y sin la coraza de su agenda, todo tipo de presidentes, ministros, consejeros y altos cargos, se ven obligados a volver a sus casas y apartamentos en primera línea de humanidad. Desprovistos de la épica del “hoy solo he dormido tres horas” y del “aquí no se come hasta que no acabemos con esto” con la que torturan a diario la autoestima de sus asesores, ahora comen tres y hasta cuatro veces al día ante la indiferente mirada de una parentela a la que nunca pudieron ocultar las verdaderas razones de sus “heroicos” ayunos: su innata incapacidad para organizarse.
Con el Seat Panda con el que la otra mitad de su matrimonio lleva a los hijos al colegio todos los días, en agosto redescubren camino del supermercado un mundo con más luces de las que dejan pasar los cristales tintados del coche oficial. Sucumben a la depresión cuando comprueban que nadie les reconoce en la cola de la pescadería. Hasta resulta enternecedor verles hacer piruetas argumentales, en el chiringuito, en el mecánico, ante el encargado de la montaña rusa o el personal de vuelo para sacar a colación en la conversación su condición de aforados.
No hay jefe de prensa al que culpar de sus desafortunadas declaraciones a la entrada de la junta de propietarios del bloque de apartamentos que una vez más acabó en tangana. No hay oposición, ni gobierno responsable de no haber llamado al servicio técnico del aire acondicionado que se volvió a estropear, otra vez, un día antes de que empezara aquella semana de poniente. Y lo peor… aquello de lo que “tenemos que hablar cariño” les espera en cada terraza, paseo, aeropuerto, amanecer tropical y sobre todo dormitorio para que de una puñetera vez “lo hablemos”.
El cambio del traje de chaqueta por las bermudas trae consigo una angustiosa sensación de pérdida de control y vacío que nunca llenará una jarra de sangría. La aterradora idea de que tus subordinados encuentren en otros brazos el más que amor frenesí que el político, por su bien, les niega a diario, se apodera del sueño y les deja desvelados repasando una y otra vez el TimeLine de su whatsapp para ver si su jefe de gabinete está en linea o ha decidido acostarse pronto, sin su permiso y a saber con quién.
Andan los pobres en agosto agarrados al madero de su iphone6 para no hundirse en la vida humana de la que, tan a menudo, su vocación por el servicio público les rescata. Así que, sepa usted amigo elector y téngalo siempre en cuenta, que lo que para usted es tiempo de baño para muchos de ellos lo es de naufragio.
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