“Va de Bo(x)”
Intentar jugar la carta del afilado ingenio no es siempre fácil cuando ni la realidad se toma a sí misma en serio. Con À Punt, por ejemplo, nos topamos ahora con ese muro de surrealismo que ya lo impregna todo. Películas de Lina Morgan, corridas de toros de los años 90 y ahora un programa que sería injusto decir que recuerda a la antigua Canal 9. Va de Bó probablemente sea mucho peor que cualquier cosa que pasó por ahí. Quizás la nostalgia juegue a su favor y solo es tan malo como lo peor de Canal 9, pero hay que sumarle quince años de retraso. De retraso, no hay duda, y de tiempo transcurrido también.
Con el escaso interés que deriva del morbo profesional, intenté ver el nuevo magazine: Va de bó. El título, ya, mentira podrida, porque es una caspa de padre y muy señor mío. Pongo la tele y en un seco sin llover me veo al bueno de Jaqueca Arnau, uno de los palmeros de la Hasbará en València y politólogo con más ínfulas que discurso, al borde del ictus, explicando el terrible espectáculo de unos proetarras islamistas tirando cuatro vallas para recordar que Palestina es mucho más que una vuelta ciclista. Creo que fue en esa primera emisión en la que el presentador, Nacho Cotino, se permitió bromear sobre la manipulación en Televisión Española, mientras Toni Cantó —un as en el arte de pasar el plato petitorio por las instituciones populares—le daba la razón. En castellano, por supuesto, porque haber sido de la Oficina del Español es como lo de los exagentes de la CIA: una vez dentro, siempre dentro.
Es la tónica voxera de una comunidad en la que los de Abascal reinan pero no gobiernan. En cada tertulia aparecen uno o dos periodistas llevando a hombros el recuerdo de los caídos por Dios y por España. Y como, por lo visto, hay escasez de ultras en el panorama periodístico valenciano, el programa, cual nativo digital, aprovecha las maravillas del zoom para conectar, vía internet, con luminarias como Paloma Cervilla (The Objetive), Pilar Rodríguez Losantos (Ok Diario) María Claver (PP / OkDiario) y otras estrellas rutilantes del universo Ayusista. Es lo que pasa cuando la productora es de Madrid.
Lo de Va de bó! es de traca. Más allá de eso, poco tiene de actualidad valenciana, ya que le pierden sus ambiciones expansionistas: medio programa está volcado en la actualidad madrileña. En concreto, en todo lo que se puede lanzar a la cabeza de Perro Xánchez. Acompañan la tarea con unos divertidos vídeos hechos por alguien con el mitjà de Capcut que, salpimentados con una canción de moda, analizan el último gran ataque al a unidad de España del Gran Timonel. Esos vídeos, al que los hace, parecen hacerle mucha risa. Es al único. Al resto, vergüenza ajena.
Son tan graciosos, y el estilo es tan fino, que la primera semana ya tuvieron que retirar uno, ese en el que insinuaban que Diana Morant estaba enamorada del presidente. Chistes de tan hondo calado son los que escucho en el colegio de mis hijos cuando los recojo. A su favor, que lo retiraron y se disculparon —cuando vieron la que les estaba cayendo encima— pero lo importante es preguntarse cómo pudo emitirse. ¿Quién dijo “¿Y si ponemos coranzoncitos?”? ¿Quién, tronchándose de la risa a cuenta de la ocurrencia, dio el “sí quiero”? El vídeo no es importante por la metedura de pata sino porque refleja el nivel intelectual de los que están detrás del invento.
Para que la manipulación funcione se tiene que hacer con inteligencia. Goebblels, amén de un saco de estiércol, era doctorado en Filología Germánica. Las mentes (no) pensantes detrás de Va de bó carecen de talento alguno.
No quiero echarles la culpa a los presentadores, Nacho Cotino y Màbel Martí, aunque también son parte del problema: han aceptado ser los que van a la lavar la cara al PP, el partido de los 229 muertos por la Dana, como lo fue en su día Maribel Vilaplana —que se cree la víctima 230— de las tropelías de Zaplana y Camps.
Lo malo para Cotino y Martí es que han errado el tiro. No van a dar un voto al PP, aunque no teman que sus servicios serán recompensados. ¿Qué haces cuando tu audiencia no llega al 1% en una comunidad en la que ganó la derecha (PP y VOX) y en la que nueve de las diez ciudades más pobladas tienen un alcalde del PP? Juegas en casa y no te ve ni el tato. Si nadie te ve, ni para manipular sirves. No hay excusas. Te los imaginas a todos escudándose tras el “ladran, luego cabalgamos” o “algo bueno estaremos haciendo cuando la izquierda nos critica” para intentar justificarse y no echarse a llorar cada mañana al mirarse al espejo. No, no es eso. Y tampoco es mala fe y nada personal: es que el programa es una puta mierda. Y cualquier otro calificativo sería faltarle a la verdad.
Pero la caída a plomo de las audiencias de À Punt (o su apuesta por la irrelevancia) no sería tan grave si no fuera porque sus actuales responsables (el trincón de Francisco Aura y Vicente Ordaz, al que retiro el voto de confianza que le di) están hundiendo el prestigio de la tele autonómica. No hace ni un año, cuando la Dana, bajo la batuta de Alfred Costa, hasta el último profesional de la casa se dejó el lomo. Muchos salían por la mañana de una casa inundada para ir con la unidad móvil a contar lo que pasaba en el pueblo de al lado y, por la tarde, a enfrentarse a su ruina. Entrevistaron a todo el mundo, independientemente de su color político, y fueron hasta el último pueblo a informar. Parecía TV3 cuando era TV3 o la BBC (siempre que no se hable de Palestina). Todos nos quitamos el sombrero ante ese alarde de profesionalidad. Ahora, algunos amigos me cuentan que les han llegado a insultar a cuenta del famoso audio grabado en la Cecopi, y que no solo À Punt ocultó, sino que ahora se ha lanzado a la caza del que lo filtró a RTVE. Pero no para darle un premio, que es lo que queremos todos, sino para leerle la cartilla. En la reunión que mantuvieron el pasado viernes sindicatos y trabajadores (están en plena negociación de la Relación de Puestos de Trabajo, ya que al Botànic no le pareció una prioridad sus derechos laborales) se puso sobre la mesa la necesidad de que la redacción haga pública una nota dando su punto de vista.
Parece que À Punt no puede caer ya más bajo, pero ahí hay que reconocerle una cosa al PP, y más con elecciones a la vista: ya inventarán algo.
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