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CV Opinión cintillo

Urgencias

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A lo largo del siglo XX, el proceso de creación de nuevas especialidades y subespecialidades médicas se ha visto fuertemente dinamizado por el desarrollo científico y técnico de la práctica médica y especialmente por la revolución en las técnicas de diagnóstico y tratamiento. En apenas unas décadas, la medicina pasó de albergar apenas unas pocas especialidades clásicas (pediatría, dermatología, oftalmología, ginecología, cirugía…) a iniciar un rápido proceso de subdivisión. El especialismo médico tiende a limitar y profundizar en la división del conocimiento y los campos de acción de la práctica sanitaria. Todo ello se plasma, obviamente, en la organización de la asistencia, y más especialmente en los hospitales.

Muchas especialidades se refieren a grupos sociales: la pediatría a la infancia; ginecología a las mujeres; geriatría a los ancianos. Otras se ocupan de partes concretas del organismo: la neumología al sistema respiratorio; la cardiología al circulatorio, y la urología al renal y urinario. Otras veces se ocupan de tipos concretos de enfermedades: la oncología al cáncer, reumatología a enfermedades reumáticas y infecciosos a las enfermedades infecciosas. Y muchas otras recientemente derivan del uso de técnicas como el TAC, la RMN o el PET. La casuística es amplísima, pero lo fundamental es entender que las especialidades médicas delimitan territorios necesariamente complementarios.

Sin embargo, el ser humano -el paciente- no es una yuxtaposición de aparatos y sistemas, sino una unidad orgánica sana o enferma en su globalidad. De ahí la importancia de integrar conocimientos y técnicas, más allá de la inevitable especialización. La actual pandemia de COVID-19 ha puesto de relieve la importancia fundamental precisamente de aquellas especialidades que son capaces de integrar saberes y técnicas. La medicina comunitaria, la salud pública y la atención primaria poseen una mirada integral sobre el enfermo, de manera que el profesional que actúa en ese ámbito es capaz de valorar y discernir entre la levedad o gravedad del enfermo. Ese filtro inicial es el fundamento para el buen funcionamiento de cualquier sistema asistencial.

Sin embargo, quisiera aquí llamar la atención sobre la importancia de los servicios de urgencias, que han desempeñado un papel de trinchera a lo largo de la pandemia y que poseen unas características diferenciales con respecto al resto de especialidades. El médico de urgencias tiene unos conocimientos integradores y es capaz de manejar un amplio abanico técnico; tiene que valorar el estado del paciente que requiere atención urgente, manejar técnicas exploratorias complejas, procedimientos quirúrgicos o traumatológicos básicos, tomar decisiones sobre el internamiento, el alta o la observación, actuar con reflejos y rapidez. Posiblemente se trata de la especialidad hospitalaria más compleja y transversal, en permanente diálogo con el resto de servicios hospitalarios y con la urgencia de tener que actuar de inmediato ante un problema grave.

Pues bien, en España la medicina de urgencia en la actualidad no tiene un espacio propio entre el abanico de especialidades médicas. Quizá por la errónea perspectiva de que la especialidad surge de una mayor reducción del campo de acción y no de una perspectiva amplia e integradora. En las últimas fechas, profesionales de diversos hospitales, particularmente en Baleares, se han manifestado reivindicando la especialidad de medicina de urgencia y, con ello, reclamando un proceso de formación específica para los especialistas via MIR, como en el resto de profesionales médicos. La reivindicación no solo es legítima, sino también imprescindible, para que en el futuro la formación de los profesionales de urgencias y el funcionamiento de los servicios de urgencias hospitalarias se refuerce y perfeccione. Hay que hacer ver a los burócratas del Ministerio de Sanidad que la creación de la especialidad de medicina de urgencias está más que justificada en beneficio de los pacientes y también para el mejor funcionamiento de los hospitales. Hay que presionar a la Comisión Nacional de Especialidades Médicas para que abra los ojos y acepte una especialidad de urgencias que existe en Europa y que, también aquí, parece incuestionable.

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