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La valiente defensa de los intereses generales

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La singularidad de diferentes profesiones en las que prima el compromiso personal por la consecución de los bienes superiores no ha tenido nunca la relevancia que a mi juicio merece. Hablamos en tiempos de pandemia de héroes y heroínas que nos salvan la vida – en referencia al personal sanitario-; de quienes mantienen la formación de nuestros niños y jóvenes – los enseñantes-; de aquellos que posibilitan la dotación de nuestras despensas – productores, agricultores, transportistas, personal de suministro,…-; y un largo etcétera en el que siempre se olvida a quienes, sea tiempo de pandemia o no mantienen una actividad constante en defensa de los intereses generales y supeditan su vida y su profesión a los demás. Sí, estoy hablando de los representantes públicos, de aquellos a los que de forma mayoritariamente despectiva se nos denomina clase política.

Cuando la generalización convierte la excepción en dogma encontramos deslegitimación gratuita y la actitud incorrecta a la que hay que aplicar cordón sanitario se vislumbra como uso y costumbre generalizado. El célebre “Vuelva usted mañana” de Mariano José de Larra persigue casi dos siglos después al funcionariado definiéndolo como un mal trabajador que solo busca la remuneración mensual sin preocupación ninguna por resolver y/o atender a la ciudadanía. Eso sí, junto a esa concepción no encontraremos quién no sueñe con engrosar las listas de personal público con afán de sumarse a la holgazanería descrita por el célebre escritor. Costumbrismo decían, yo lo definiría como la hipocresía en su máxima acepción.

Situación similar se da cuando en esta España de siempre poblada de árbitros internacionales y en los últimos meses de eminentes epidemiólogos, hablamos de las personas que acertada o erróneamente son los responsables de tomar las decisiones que marcan nuestro día a día. Esas mujeres y hombres que hemos sido elegidos libre y democráticamente por la ciudadanía para poner en práctica políticas públicas en beneficio del interés general.

No es este artículo una defensa subjetiva de actitudes pero sí de aquellos, una inmensa mayoría, que supeditan su legítimo interés personal al compromiso social y solo por ello salen vilipendiados en esa generalización que convierte la excepción en dogma. Hay muchísimos ejemplos con nombre y apellidos de personas a las que su empeño político ha derribado su vida personal, sin un esquema uniforme porque las situaciones son muy diversas. La excelencia y honorabilidad de sus convicciones ha mantenido en pie a un gran número de ellos, pero otros fuere por el motivo que fuere, no han superado los tragos amargos que la actividad pública conlleva.

Hoy, leyendo cómo se trampea en los juzgados para evitar ingresos en prisión de los condenados por el saqueo de la depurado de Pinedo (Caso Emarsa, desvio de 23,5 millones de euros del presupuesto público), de esos que responden a la actitud incorrecta mencionada pero hacen quedar al resto como uso y costumbre generalizado en la política, hoy volvían a mi memoria tantos y tantos que han sido acusados y la justicia ha exculpado y a quienes como Ramón Marí en el caso Emarsa han denunciado irregularidades y por ello han sufrido escarnio.

Este artículo quiere recordar el trabajo de quienes estuvieron enfrente, de quien denunció, de quien se mantiene años y años trabajando por el interés general. Hoy quiero que todos aquellos que creemos en la política, que la vivimos como compromiso con la sociedad, nos veamos reflejados en ellos porque son mujeres y hombres honorables que asumen costes personales inmensos por defender el interés general.

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