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Y yo preocupada por la cuadrícula canaria

Laura Vilanova

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¡Seré tonta! Me he pasado días preocupada por los recambios de folios cuadrícula canaria que le pedían a mi hijo en la lista de material escolar de este año. Estupor en El Corte Inglés, parcas contestaciones en Carrefour, consejos en la papelería de mi barrio… Al final un amigo me la consiguió en el kiosco-papelería de debajo de su casa. ¡Qué alivio! Ya tenía todo el material que me pide el colegio para que mi hijo de 7 años empezara el curso sin mácula ni tacha en su expediente (o en el de sus padres). Estuche, bolígrafos (este año les premian con escribir con bolígrafo cuando demuestren que no se equivocan y que su letra es aceptable), rotuladores de colores, ceras, lápices, gomas de borrar, regla, sacapuntas, compás, libretas, más libretas, carpetas, más carpetas, archivadores…diccionarios. ¡Todo! Qué suerte y antes del 3 de septiembre.

Y ¡seré tonta! Tan preocupada andaba con completar esa enorme lista de peticiones que no me he dado cuenta, que he arrinconado en mi cerebro que acabamos el curso con alumnos que en verano no iban a hacer ni una comida digna, con padres agobiados por el cierre de los comedores escolares. Y es ahora, con la cuadrícula canaria ya en el pupitre de mi hijo cuando me he parado a pensar en que si no pueden comer ¡mucho menos podrán con el gasto de ese material escolar que tanto me he preocupado por comprar!

Y quiero disculparme. ¡Sí! El relax de las vacaciones, días en la montaña desconectada del mundo (literalmente), las prisas por el adelanto del curso en la Comunitat Valenciana me han hecho pasar por alto este drama. El que me recordó el lunes por la noche un artículo que leí en el Huffington Post. 750.000 escolares no pueden acceder al material necesario para afrontar el nuevo curso. Es duro. Muy duro. Todavía recuerdo el olor del nuevo material cada comienzo de curso, de los libros nuevos. Los lápices con la punta afilada (todavía sin mordisquear por los nervios de una pregunta de examen). Las libretas en blanco por estrenar. El estuche. La bolsa para llevar los libros. Y es duro. Muy duro que muchos niños no pueden experimentar esta sensación porque lo de la enseñanza igual para todos es mentira. ¡Nos han engañado! Unos privilegiados (como mi hijo) tendrán esas sensaciones. Pero 750.000, no. Esos tendrán que esperar. A ver si hay suerte y les cae una de las escasas becas o les llega algo de las campañas que las ONG han lanzado para hacer frente a este déficit.

¡No! El Gobierno que permite esta situación no busca que todos tengamos las mismas oportunidades.

Y yo, ¡qué vergüenza!, ¡seré tonta! preocupada por la cuadrícula canaria.

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