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Medio siglo de Madelman, el juguete que encarna la nostalgia de la generación del Baby Boom

José Manuel Cortés, el coleccionista que ha cedido las piezas al Museo. PATRICIA J. GARCINUÑO

Marta Barandela

José Manuel Cortés tenía seis años cuando el primer Madelman llegó a las manos de su hermano pequeño como regalo de Reyes. Era un pequeño buzo, de 17 centímetros, con un nivel de detalle que nunca había visto hasta ese momento. Tardó poco en quedárselo y aparcar el que le habían regalado a él, un muñeco mucho más grande del que ahora ni recuerda la marca. Desde entonces se ha ido haciendo con todos los modelos, uno a uno, para tener todos los Madelman que han existido.

La generación del 'Baby Boom' –la que ahora rodea por arriba y por abajo la cincuentena– ha hecho del muñeco su magdalena de Proust. De eso va la exposición del Museo Nacional de Antropología que permanecerá abierta hasta septiembre: de nostalgias compartidas alrededor de la colección de Cortés, de volver a la infancia, y si acaso de intentar contagiar a las generaciones que vinieron detrás y a esos millenialls a los que por Madelman no le viene nada.

En la muestra hay una estampa que se repite: hombres en torno a los cincuenta que llegan solos y repasan uno a uno todos los modelos, intentando encontrar el primero que llegó a su casa. De forma esporádica aparecen algunas familias con padres que intentan retrotraer a su infancia a sus hijos e hijas pequeños. La entrada la preside una pizarra donde los visitantes pueden improvisar con tiza sus mensajes. Demasiado. “Viva Fortnite”, escribió uno de los jóvenes de ahora para dejar por escrito el choque generacional y honrar el videojuego de moda entre los adolescentes de hoy.

La muestra revive la infancia de una generación, pero pretende ser también una mirada sobre la sociedad que jugaba con esos muñecos y la forma en la que la “educación sentimental” influye en la forma de ver el mundo. “El Madelman sale a la venta en 1968, un año de protestas sociales contra los totalitarismos. Es el año de la Primavera de Praga y el Mayo francés”, explica el director del Museo Nacional de Antropología, Fernando Sáez. España ganaba Eurovisión con el La, la, la de Massiel. En los cines se veía 2001: Odisea en el Espacio –el casco original de la película de Stanley Kubrick está en la primera sala de la exposición– y la “conquista espacial” estaba en pleno apogeo. En este contexto aparecían en los escaparates de las jugueterías los primeros Madelman.

Estos muñecos de 17 centímetros nacieron en Industrias Plásticas Madel, fundado en San Martín de la Vega (Madrid) con la inspiración de los juguetes estadounidenses de plástico G.I. Joe. Para llevarlo a la realidad la empresa recurrió a un escultor de tallas religiosas: Alfonso Díaz se encargó del prototipo inspirándose en las cuentas que llevan los rosarios. Todo estaba cuidado al detalle: desde la enorme cantidad de complementos hasta la ropa, hecha a mano por costureras.

El coleccionista que ha cedido los muñecos y encargado del diseño de la exposición, José Manuel Cortés, explica que hay dos modelos distintos. La forma del primer Madelman bebe de Roger Moore, el James Bond más longevo, con una planta más británica. El segundo es el Adolfo Suárez, que sale al mercado en torno a 1972-73, con un aspecto más mediterráneo y un gran parecido al expresidente. Por lo demás, se basaron en series o temáticas–el Oeste, los safaris, el mundo militar– y “esa fue una forma de extenderlo” entre los niños. “También se trataba de la posibilidad de verlo en color, porque en su primer momento la televisión era en blanco y negro”, dice Cortés. Hasta 1972, cuando llega el color a la televisión en España, los niños veían los anuncios de las aventuras de los Madelman sin saber ni cómo era la ropa ni los pequeños detalles que tenían las herramientas y los complementos.

Recuerdos de sofás de 'escay' y buzos en la bañera

El reclamo de la vuelta a la niñez de quienes hoy rondan el medio siglo guía toda la exposición. Cada muñeco se asocia a un recuerdo concreto. Incluso a una textura. A Santi, que se ha acercado a la exposición el jueves por la mañana con su tía Mari y su mujer, Ana, le viene a la mente el sofá de 'escay' de su casa. “El primero que tuve fue el gasolinero de la estación de servicio. Fue en Reyes y recuerdo que cuando lo abrí estaba en un sofá de sky”, rememora este hombre, de 52 años. Iba con ellos hasta la playa para bañarlos en el mar. Su tía Mari fue la responsable de ir ampliando aquella colección: “Cuando anunciaban que salían modelos nuevos, estaba atenta. Luego iba a comprárselos en su cumpleaños y en las celebraciones”. Cuenta que llegaron a ir a una peletería en el madrileño barrio del Pilar, donde vivían, para comprar retales con los que hacerle complementos a los muñecos.

Era el juguete deseado en la época y estrella de los regalos del Día de Reyes. Manuel, nacido en 1971, admite que todos los chavales de su generación tenían uno. Él tuvo varios y tampoco olvida el primero: se lo regalaron “cuando tenía ocho o nueve años” en Navidades. Era el buzo. “Me acuerdo bien porque estaba muy bien diseñado. Tenía una especie de zapatillas de plomo que hacía que si lo metías en la bañera se hundiera. En mi casa había una bañera muy grande y recuerdo que tenía que esperar a que mis padres no estuvieran para llenarla y jugar. Luego tuve más, pero me pilló la generación que pasó de Madelman a Geyperman”.

El coleccionismo infantil que perdura

Detrás del muñeco venía un catálogo con todos los modelos: “Había muchos, o por lo menos en aquel momento tenía esa sensación. Ibas pidiendo los años siguientes: ‘Yo quiero esto o esto otro’”, añade Manuel. Para el director del Museo Nacional de Antropología, Fernando Sáez, llegó a producir un fenómeno de coleccionismo infantil para aquellos hogares que se los podían permitir. La marca produjo en masa miles de complementos que se podían comprar.

Tras la caída de Madelman, el coleccionismo ha perdurado. Una búsqueda rápida en Google lleva a decenas de páginas de coleccionistas, foros y tiendas de juguetes antiguos donde se venden complementos, muñecos o simplemente se mira a aquellos maravillosos años. “El coleccionismo en juguetes es una cosa generacional. Lo colecciona la gente que ha jugado”, explica Roberto Bernabéu, propietario de una tienda de juguetes antiguos en el Rastro de Madrid. Como los Madelman se lanzan al mercado en el 68, sus coleccionistas rondan entre los cuarenta y cinco hasta bien pasados los cincuenta, comenta.

“Yo llevo comprando y vendiendo juguetes desde los 14 años. Si me preguntan dentro del mundo del juguete antiguo cuáles son las categorías que más coleccionista tienen, diría sin duda Madelman, Nancy y Scalextric”, dice. Responde a una época donde se popularizó mucho el juguete y comenzó a ser accesible para las familias: dejan de ser tan caros como antes de la guerra civil y ya no están destinados a los hijos de la burguesía española, cuenta Bernabéu. Lo más cotizado en su tienda: los superequipos -una caja grande con dos figuras y accesorios-, las misiones y la carreta.

Según señala Bernabéu, el Madelman lleva coleccionándose más de 25 años. Da un nombre como uno de los pioneros: Jordi Gasull, ahora guionista y productor de películas como Las aventuras de Tadeo Jones y Atrapa la bandera.

“Recuerdo que mi padrino me regaló mi primer Madelman en Sant Jordi de 1970. Era un Socorrismo de Campaña Individual”, responde Gasull a eldiario.es. “La verdad que no tenía a quien socorrer, así que me puse a mirar en los escaparates de las tiendas a ver si veía más muñecos como ese y de pronto vI el del Astronauta de la película 2001, una Odisea del Espacio. Por aquel entonces, las misiones Apolo aún estaban activas y mi pasión era ver a los astronautas paseando e investigando en la Luna. Así que le pedí a mi abuela que me regalara uno”. Gasull es, de hecho, quien ha cedido el caso original de 2001: Odisea en el espacio que puede verse en la exposición.

En 1992, en un escaparate de una tienda del barrio de Gracia de Barcelona volvió a ver un Madelman y empezó a coleccionar. “Quizá me llevaron a un momento feliz de mi infancia. Tuve una infancia feliz, gracias a una familia unida y muy cariñosa, especial y divertida. Mi padre era un niño grande al que le encantaba jugar con trenes eléctricos. Creo que eso es lo que nos lleva a muchos coleccionistas a recuperar los Madelman, tener un Madelman en casa es como tener un trozo de infancia, como recuperar algo de ese pasado tan querido”.

El Madelman todo lo puede (la Madelwoman, menos)

“Los Madelman lo pueden todo” fue el eslogan que se coló en miles de casas con muñecos astronautas, exploradores y aventureros. Eran hombres “dispuestos para la acción” que podían ir al espacio, al fondo del mar y a la guerra, y que representaron un modelo de masculinidad para niños pequeños y adolescentes. “Hemos tenido que desprendernos del modelo de macho. Somos esponjas que absorbemos lo que vemos”, dice Sáez. De las primeras cajas rojas con el soldado, el cazador o el porteador llegaron después más muñecos que reflejaron un abanico mayor de profesiones.

Los modelos femeninos tuvieron menos éxito, aunque existieron: la corsaria, la princesa india, la enfermera o la investigadora espacial aparecen en la colección. Cortés comenta que en el tiempo que la exposición lleva abierta ha recibido respuestas de mujeres que cuentan que en su infancia también tuvieron Madelman: “Las niñas jugaban con Madelman más de lo que pensaba. Jugaban niñas y niños juntos con los muñecos”, incide. Calcula que las mujeres suponían entre el 10-15% de los muñecos de la última colección que se vendió.

En 1983, desaparecen de las tiendas. “El problema de la caída de los Madelman es el problema de la caída de casi todo. Deja de estar de moda. Las nuevas generaciones no se divierten de la misma manera. Lo podríamos extrapolar a cualquier juguete”, dice Bernabéu. Empezó a haber más competencia y otras industrias que ofrecían nuevos juguetes que llamaron más la atención. Industrias Plásticas Madel cerró a pesar de su exitoso invento comercial.

El Madelman viajero que se expone en una de las vitrinas de la primera sala sirve de apertura y cierre de la exposición. Cortés cuenta su historia: es un muñeco que pasa de mano a mano por diferentes lugares y en cada viaje se le añade un complemento. A su alrededor están esparcidos los sellos y recortes de paquetes de Correos que prueban sus viajes en los últimos tres años. Continuará en el Museo Nacional de Antropología hasta septiembre. Después, el Madelman viajero seguirá su aventura camino de un pasado muy lejano.

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