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Crónica de un novato en ARCO: así se compra arte contemporáneo con un presupuesto de 3.000€

La obra 'Don’t bother me. I’m dreaming' (No me molestes. Estoy soñando), del artista portugués Fernão Cruz

José Antonio Luna

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Tenemos 3.000€ (en realidad, no) y queremos invertir en arte. Con eso en mente acudimos a ARCO, la feria internacional que cada año se celebra en el recinto Ifema de Madrid, para comprobar cómo funciona la experiencia de ser comprador de arte contemporáneo.

¿Por dónde se empieza? ¿A qué puerta hay que llamar? ¿De qué criterio hay que fiarse para que no nos den gato por liebre? Comenzamos de la manera en la que se resuelven las dudas en la era de Internet: buscando en Google.

Un rápido vistazo nos lleva a First Collectors, un servicio de asesoría habilitado por el propio ARCO (en colaboración con el Banco Santander) para jóvenes inexpertos en la materia. “Proponemos las mejores piezas de los artistas a los mejores precios”, dicen en su web. Suena bien. Les contactamos vía telefónica, nos piden un presupuesto -- unos 3.000€, decimos -- y acto seguido nos mandan un correo electrónico con un formulario con 10 preguntas para recomendarte tu selección de arte personalizada. 10 cuestiones con las que, en teoría, se va a definir el producto que estaremos interesados en comprar.

Comenzamos con la primera, donde hay que seleccionar entre nuestros artistas favoritos (Freud, Rothko, Warhol...), y optamos por una mezcla de surrealismo con un toque dadaísta: Kandinski y Duchamp son los elegidos. No sabemos muy bien qué resultado puede dar este mix, pero probamos suerte.

Nuestro estilo como joven coleccionista empieza a tomar forma. Proseguimos con las pantallas hasta llegar a la última, donde aparece un cuadro para aportar datos adicionales. “Queremos una obra, a ser posible fotográfica, que mande un mensaje crítico sobre la sociedad contemporánea en la que vivimos”, escribimos. Solo 20 minutos después, obtenemos un dossier personalizado con obras de arte acorde a nuestro perfil. Aseguran que esto no lo hace ningún algoritmo, sino que hay una persona experta en arte dedicada a elaborar cada selección de forma individual.

Hay un total de 10 piezas y no se aclara cuánto cuesta ninguna de ellas, pero continuamos. Nos decantamos por Don’t bother me. I’m dreaming (No me molestes. Estoy soñando), del artista portugués Fernão Cruz y la galería Balcony, y quedamos en ARCO cara a cara con nuestros asesores culturales para seguir adelante con la compra.

Según nos dicen, la figura que hemos seleccionado representa la silueta del propio autor hecha de papel maché. Mide y ocupa lo mismo que él: 1,70m. Además, está tirada en el suelo a modo de escena de un crimen para representar, como nos comentan, “la frustración y el miedo por paso del tiempo”.

-- “¿Cuánto cuesta?”, preguntamos.

-- “Eso lo tienes que hablar con la galería, ahí no podemos entrar”, responden.

Caminamos hacia el stand mientras ojeamos una ficha con información de la obra escrita por el creador. “Cualquier sueño puede ser soñado o pensado, pero nunca vivido. Yo diría que es lo mejor: la imposibilidad de llegar allí, de agarrarlo sin destruir el bautismo de lo que no sucede: congelar el momento exacto antes del orgasmo”, se puede leer en el primer párrafo. Una vez llegamos, nos confirman su precio: 3.000€.

Se ajusta a nuestro límite, el problema es que se trata de una obra que se complementa con otras piezas que tiene alrededor. Un reloj con una hora de más, un cartel donde se puede leer “Cinco minutos más, por favor”, una nariz en relieve… “Todas ellas dialogan con el ente tumbado en el suelo, ya que están colgadas del techo a modo de ideas flotantes que le surgen”, explican desde la galería.

Son, por tanto, elementos extras para dotar a la obra de su significado completo. Ya tenemos claro que se nos va de presupuesto, pero por curiosidad preguntamos cuánto vale el resto de figuras: “Entre 1.000 y 2.500 euros cada una”.

“No te guíes por las tendencias institucionales”

Es momento de abandonar la careta de joven inversor. La compra no se va a producir así que el intento de dejarse llevar para conseguir una pieza basada en Kandinski y Duchamp por 3.000 euros ha fracasado. Pero todavía nos quedan dudas al respecto.

Preguntamos a un galerista presente en la feria por este tipo de recomendaciones guiadas en ARCO. Aunque prefiere no revelar su nombre ni la empresa para la que trabaja, nos advierte de que “no hay que dejarse guiar demasiado por las tendencias institucionales. Ellos intentan convencerte de las modas, pero quizá habría que pensar menos en las inversiones y más en el buen gusto y las cosas que tienen significado para ti”.

¿Es entonces el servicio de asesoramiento una mala opción? Depende. “Es como si invertimos en bolsa. Si no tengo ni idea de lo que es, obviamente busco a una persona que sepa más que yo”, observa el experto. Son empresas que, en teoría, cuentan con profesionales para ayudar a personas con muy poco tiempo, ya que para ver la feria y explorarla a fondo se necesitarían varios días. De ahí este servicio exprés.

No obstante, el galerista anima al comprador a que se “interese de verdad por el arte para así confiar un poco más en su propio criterio”. “Todos pretenderán convencerte de que tienes que entender y fiarte de lo que está escrito en un papel, pero en el fondo solo tú eres el que debe tener la respuesta de lo que quieres”, añade.

Tampoco queda claro el dinero con el que debería partir un coleccionista novato, pero el especialista da algunas claves: “Quien se adentra en este mundo suele buscar cosas pequeñas de 1.000 a 2.000 euros. Luego ya, la gente de grandes colecciones con 40 años de experiencia a sus espaldas, vienen a la feria y si es necesario se gastan 180.000 euros en lo que quieren”.

Hay que tener en cuenta que todo ese dinero no es para el artista. La galería también se lleva una parte de comisión que suele ser variable, y que depende de cada obra y empresa. “A veces es un 50/50, otras veces un 30/70… Cada caso es individual. Pero, en general, aquí gana tanto el artista como el galerista, ya que estos últimos son quienes afrontan el alquiler y el alto coste que supone estar en ARCO”, explica. 

Son las 16:30 y han pasado más de cinco horas desde que entramos en Ifema. El reloj marca que hemos dado unos 15.000 pasos desde que nos hemos levantado. Decidimos que quizá no sea el mejor día para estrenarnos como coleccionistas. Ya lo intentaremos en la edición de ARCO del año que viene, si es que tenemos 3.000 euros en el bolsillo.

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