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Pearl Jam logra lo imposible calmando la furia tras el caos del 'Mad Colas'

Edie Vedder, vocalista de Pearl Jam en el Mad Cool

José Antonio Luna / Mónica Zas Marcos

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El Mad Cool 2018 ya había suspendido en algo incluso antes de comenzar: la paridad de su cartel. Una vez abiertas sus puertas (con varias horas de retraso), ese suspenso se extiende a los parkings V.I.P. en los que no se puede aparcar, al metro que deja a 20 minutos andando del recinto o incluso a las barras sin recursos humanos ni materiales para hacer frente a las 80.000 personas que acuden al festival más grande de España. De esta manera, el día de Pearl Jam, Justice o Tame Impala también será recordado por otro protagonista: la mala organización.

Las largas colas fueron las teloneras de una jornada que arrancó entre silbidos e insultos y con el consecuente derribo de las vallas del recinto para adentrarse corriendo sin pasar por ningún tipo de control. Precisamente por ello, el festival fue tendencia en Twitter y se ganó el apodo de Mad Colas.

“Debido a un problema con la red en todo el recinto, el acceso al Espacio Mad Cool se ha producido con más incidencias de las esperadas en la primera jornada del festival”, han pretendido aclarar desde la propia organización. Este medio ha intentado conocer más detalles hablando con los encargados de coordinar el evento, pero se limitan a decir que “estos son problemas que suceden en todos los festivales de estas características”.

“Desinformación, muchísima gente apelotonada, no nos decían nada, pasábamos, nos parábamos. Hemos tenido que pasar por varias puertas”, critica Óscar, que en ese momento caminaba hacia la zona de los escenarios. A su lado se encuentra Cristina, que se lamenta de no poder no poder ver desde el principio a Tame Impala “porque empiezan en cinco minutos y todavía no hemos entrado”.

Sin embargo, no todos los asistentes acabaron con las mismas sensaciones. Así lo cree Paco, que llegó hasta el Mad Cool en Uber con sus amigos y que afirma “no haber esperado tanto tiempo en la calle. Más que nada era el atasco de los coches, pero la cola en sí era rápida”.

A medida que avanzaban las horas se iba solucionando parte del atasco inicial, pero no por completo. “Hemos llegado sobre las ocho, pero no hemos entrado hasta las nueve y media. Estaba cortado y aún no sabemos por qué”. A pesar de ello, aunque la asistente opina que “el acceso ha sido nefasto”, una vez dentro “no tiene ninguna queja”. Ante la atención para pedir en la barra o para ir al baño, considera que “en general está siendo buena”, y que “el ambiente, todo el atrezo y el suelo es genial”.

A pesar de que la organización ha intentado facilitar el acceso abriendo la línea 8 de metro y designando espacios específicos para la recogida de los Uber, las medidas fueron insuficientes. “Llevo casi una hora intentando buscar un conductor y ya me he quedado hasta sin batería”, reprocha Belén junto a más personas con el teléfono en la mano intentando encontrar su viaje de vuelta. La misma escena se repetía en Plaza de Castilla, destino de los autobuses facilitados por la organización, donde la busca y captura continuaba.

Tampoco era la mejor noche para Julián, conductor de Cabify: “Me dijeron que estaba cerrado un acceso que poco antes tenían abierto y acabé de un lado para otro sin poder recoger a casi nadie”. Añade que “las últimas horas han sido todo un caos”.

Los conciertos, la cura ante la frustración

El cantante de Pearl Jam llegaba a Madrid entre una mezcla de sensaciones. Por un lado estaba la alegría de volverles a escuchar once años después de su última visita a la capital española; y por otro el miedo de que se quedara sin voz y tuviera que cancelar el espectáculo del mismo modo que le ocurrió en su concierto de Londres. Sin embargo, los de Seattle no solo hicieron vibrar decenas de miles de personas, sino que por unos momentos hizo olvidar todo el caos organizativo que le sirvió de antesala.

A pesar de que grandes himnos del rock como Small Town o Even Flow no se vieron afectados, tampoco se puede decir que el estado de Eddie Vedder, botella de vino en mano, fuera el más lúcido. “La gente en Madrid está loca. Y yo adoro la locura. Un gran abrazo para vosotros mis amigos locos”, intentó leer en un papel que estuvo a punto de volarse con el viento. Pero la interacción con el público fue más allá.

En otro momento, Javier Bardem y Luis Tosar aparecieron en las pantallas para lanzar un mensaje contra el acoso: “Aunque hayas estado toda la noche bailando juntos, aunque os hayáis ido juntos, si te dice que no, es no. Si no te dice que sí, es que no”.

El grunge de Pearl Jam dejó paso a la electrónica de Justice, quienes tocaron en un escenario algo diminuto (The Loop) para la cantidad de fans y de éxtasis que consigue generar el grupo. Finalizaron con un remix de DANCE que logró sacar el último reducto de energía de un festival que no comenzó fácil, ni para los asistentes ni para los coordinadores. A base de saltos y gritos, esta vez de alegría, el público fue abandonando el recinto mientras algunos, todavía con fuerza, se quedaban para escuchar MGMT. Mientras, el resto emprendía una nueva aventura: llegar a casa.

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