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La calma campa a sus anchas, pese a la alerta terrorista, en los campamentos saharauis

Un grupo de españoles con saharauis en el campamento de Auserd, Tinduf, este sábado.

Emilio J. Salazar

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Si algo caracteriza a los campamentos saharauis, en líneas generales, es la tranqulidad, convertida en larga espera de 45 años desde que los primeros refugiados se asentaran en Tinduf, al suroeste de Argelia, a la espera de la resolución del conflicto con Marruecos.

La alerta del Ministerio de Exteriores de España por “inminente riesgo de atentado yihadista” en un territorio donde residen unas 200.000 personas no parece que haya roto la calma.

Ni entre la población local, que vive ajena a esta noticia, ni entre los 200 voluntarios españoles que han decidido desoir las recomendaciones del gobierno español de no viajar a los campamentos.

“Al principio tuve miedo pero la ilusión de venir ha sido mayor”, reconoce Beatriz Socorro, madre que llegó en la madrugada del viernes al campamento de Auserd junto con su hijo Juan Manuel de 8 años. Explica que en un primer momento pensó en dejar en España a su hijo, “pero después de tantos meses de preparación del viaje y con las ganas que tenía de venir no le podía decir que no”.

A Tinduf han venido a ver a Jacob, un chico de 11 años que acogieron este verano por primera vez dentro del programa de Vacaciones en Paz. Sin embargo, de la primera expedición sí han cancelado sus vuelos seis voluntarios, cuatro pediatras alicantinos y dos personas más que han optado por hacer caso a las recomendaciones de Exteriores.

Preguntamos por estas recomendaciones a Omar, uno de los jefes de seguridad de la Wilaya de Auserd. Nos recibe en su puesto donde descansa tras 24 horas de guardia. “Nadie nos ha avisado de una alerta terrorista, por lo que nuestro protocolo es el mismo de siempre”, afirma. “Eso significa que siempre estamos en alerta”, añade. A su juicio, “todo sigue igual de tranquilo”, sin olvidar que todavía permanece en el recuerdo el secuestro en 2011 de dos cooperantes españoles durante 9 meses por el grupo terrorista Mujao, vinculado a Al Qaeda.

El protocolo de seguridad establece desde hace años que todos los voluntarios deben ir acompañados por miembros de la policía en sus desplazamientos entre las wilayas, teniendo en cuenta que el toque de queda sigue marcado a partir de las 19 horas, tiempo en el que se emplaza a los extranjeros a no salir de sus barrios.

Una de las dudas a raíz de la alerta terrorista era si la expedición podría viajar a las dunas, un destino preciado entre los visitantes, pero que a su vez se reviste de cierto peligro al estar alejadas de los campamentos. “Sí, el protocolo sigue permitiendo viajar a las dunas pero como siempre deben ir acompañados”, cuenta este hombre de media edad.

Más de mil hombres y mujeres, tanto policías como militares, dotan de seguridad los seis campamentos de Auserd, Dajla, Sinara, Aaiun, Rabuni y Bojador. En cada uno de ellos hay una decena de miembros apostados en las bases, además de numerosos policías repartidos por la larga extensión de terreno desértico compuesto principalmente de casas bajas de cemento y adobe, haimas, así como algunos comercios.

La imagen de los policías, saharauis de todas las edades, muchos de ellos muy jóvenes, con uniforme oscuro y sin pistola visible (“las tenemos ocultas en los coches y otros lugares porque en verdad no hacen falta”) , contrasta con las de los militares, cargados de metralletas y que se encargan de los accesos a los campamentos, sin llegar a entrar en ningún momento.

La noche del pasado viernes llegaron los primeros 60 españoles al aeropuerto militar de Tinduf procedentes de la delegación saharaui de Alicante. “No hemos notado ningún cambio ni más medidas de seguridad que otros años,” explica Ángela Carrillo, su presidenta. Unas medidas que en los 25 años que lleva viniendo de manera ininterrumpida consisten básicamente en ser escoltados desde el aeropuerto hasta las wilayas por varíos vehículos militares que ayudan a sortear a los autobuses de voluntarios los numerosos controles de seguridad con los que se topan en los 50 kilómetros que hay de distancia.

Esta mujer, que también ha ido a Tinduf con su hijo menor de edad, se ha convertido en los últimos días en una de las voces más críticas con el Gobierno por un comunicado que considera que responde a “estrategias políticas” entre España y Marruecos que no sólo ha hecho peligrar este viaje solidario sino los futuros. “Tenemos previsto un viaje de alumnos del instituto La Hoya de Elche para el año que viene y no sabemos cómo quedará por el miedo que les causan a los padres las advertencias irresponsables de nuestro Gobierno”, se lamenta.

Por delante, esta expedición española tiene una semana para dar continuidad a varios programas humanitarios para una población que vive de la ayuda de organismos como las Naciones Unidas y de organizaciones sin ánimo de lucro que tratan de sacar del ostracismo un conflicto que se alarga en el tiempo sin visos de solución.

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