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Un teatro sin teatro

Imagen del patio de butacas de la Sala Escalante

Laura Martínez

No se puede entender el teatro popular en Valencia sin pasar por el Escalante. Cuando hace treinta años la Diputación puso en marcha este proyecto en un edificio de una fundación del Arzobispado, lo bautizó como el “teatro de los sueños”. Durante sus casi cuatro décadas décadas, el espacio cumplió su función: hacer soñar a los niños.

Desde que parte del techo de una sala se viniera abajo en otoño de 2016, el Escalante es un teatro sin teatro. Un proyecto que ha continuado en otras salas del municipio por empeño de los responsables de Teatros de la Diputación y por colaboración del resto de espacios, pero que se ha convertido, sin ser su vocación, en un nómada. La imposibilidad que aduce la corporación provincial para pagar los entre 5 y 6 millones de euros que cuesta la rehabilitación y la escasa voluntad por parte del patronato de Juventud Obrera, propietario del edificio, así lo han querido.

“El informe realizado por una consultoría externa manifiesta que la vida útil del Teatro Escalante está agotada”, explicó José Ruiz, diputado provincial de Patrimonio. Aunque el organismo tiene un departamento encargado de teatros, que gestiona Rosa Pérez Garijo, la última palabra la tiene Patrimonio y Administración de la Diputación para confirmar la adquisición de inmuebles. Además del informe técnico, se encargó un estudio jurídico que concluyó que la propiedad incumplió su obligación de realizar las inspecciones técnicas cada cinco años y que la Corporación provincial no debe hacerse cargo de pagar porque la rehabilitación supera con creces el 50 por ciento del valor de reposición del inmueble.

Cuando el edificio cumplía un año en desuso se dijo, se barajó, que el principal proyecto didáctico para el público infantil podría encontrar su nuevo hogar en la antigua sala Espai Moma. La diputación y el Ayuntamiento estudiaron la viabilidad del traslado al centro del director Carles Alfaro y lo consideraron una buena opción. Cuando los dirigentes anunciaron el fin de la relación en el edificio de la calle Landerer, apuntaron a esta sala como la idónea para el proyecto. “Tiene una buena ubicación, las instalaciones están bien y además posee licencia de actividad”, comentó el responsable de Patrimonio en octubre. Más de tres meses después, la confirmación aun no ha llegado. Lo que sí se confirmó fue el adiós definitivo a la sala.

Pese a este ambiente pesimista, la Diputación aseguró que “la continuidad del proyecto está garantizada” y que va “más allá de su sede”. Así, a falta de encontrar un espacio fijo, la programación se ha ido distribuyendo por otras seis salas de la ciudad. Así, las casi 170 obras se reparten entre el Palau de les Arts, Teatro Rialto, Talía, Sala Russafa, Matilde Salvador y Espai Inestable, una itinerancia que no es la ideal, reconocen en la Diputación.

Las respuestas no han sido suficientes para Podemos, ya que desde el Congreso, su diputada Rosana Pastor ha decidido intervenir. “Conocemos que la situación es compleja y deriva de una falta de mantenimiento por parte de los anteriores gestores del PP, agravada porque los propietarios del inmueble no ha dado facilidades, pero desde Podem creemos en la importancia de dar continuidad al proyecto, vinculándolo al espacio en el que nació y se ha venido desarrollando con éxito”, explicó en un comunicado. Por ello, pedido una reunión con el president de la Generalitat, Ximo Puig, para que medie y encuentre una solución que “garantice la supervivencia del proyecto”. “

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