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“Cuando bajamos de la azotea del CIE, la policía nos dio una paliza”

Foto enviada por los internos del CIE de Madrid que participaron en la protesta. Aseguran que es una marca de un golpe recibido después del motín.

Gabriela Sánchez

Fue una de las 39 personas que pidió durante horas “libertad”. Desde lo alto de la azotea del Centro de Internamiento de Extranjeros de Madrid, gritó que los trataban como a “como a perros”, rogó “clemencia” pero, dice, en el fondo presentía que no acabaría bien.

Varios internos del CIE han contado a eldiario.es su versión de lo ocurrido antes y después de la protesta en el tejado del centro. “Un hombre estuvo negociando con nosotros mucho tiempo. Nos dijo que bajásemos, que el director hablaría con nosotros. Bajamos, confíamos... y empezaron a pegarnos mucho, muchísimo...”, dice Omar (nombre ficticio), desde el interior del CIE de Aluche, un día después del motín.

“Bajamos del techo y la solución fue una paliza tremenda”, continúa el joven. “Yo tengo el costado con muchísimo dolor. Algunos no pueden casi ni respirar. Tenemos moratones por todos los lados”.

Este jueves, el ministro del Interior en funciones ha afirmado que, después de la protesta, los internos desistieron “de forma pacífica”. Este fue el vídeo que publicó la Policía después de que decidiesen regresar por su propio pie:

Según las personas encerradas en el CIE, después de bajar empezaron los golpes. La Dirección General de la Policía ha negado la versión de los internos de forma rotunda. Fuentes policiales aseguran que los agentes no pegaron a los internos en ningún momento y añaden que “en el CIE no se tortura”. Según dicen, tienen informes médicos de todos los internos que participaron en la propuesta y “ninguno ha resultado herido”.

Según explica Hamed (nombre ficticio), no solo fueron agredidas las personas que participaron en la protesta. Este chico marroquí, que descansaba en su cuarto cuando estalló el motín, asegura que ellos también recibieron golpes. “Nos pegaron a todos. A todos”, dice, bajando el tono cuando se acerca algún agente. Asegura que durante la noche del martes, después de que sus compañeros subiesen al tejado, la “policía corrió hacia sus cuartos para controlarlos”.

“Entraron y nos dijeron: '¡Al suelo, al suelo!' Y nos fueron tirando uno a uno de la cama al suelo”, relata.

“Un agente me pegó con la porra en la muñeca y en la pierna. Y luego me dio varios puñetazos. Qué fuerte daban los cabrones”, dice el chico que no había participado en la protesta. “Yo agarre la porra para que no me pegase más, y vino otro policía y me golpeó con las manos”, detalla.

Como Omar, habla de algunos de los compañeros más lesionados. “Creemos que a un chico le han roto una costilla, le duele mucho. A otro le pegaron bastante en la cabeza”, añade. Según aseguran los internos consultados, ninguno de ellos ha sido trasladado al hospital, aunque “alguno sí lo ha pedido”.

Por qué decidieron levantarse contra el CIE

Los internos explican que varias decenas de internos, sobre todo de origen argelino, llevaban desde el jueves pasado pidiendo una reunión con el director del CIE. Iban a hacerle una propuesta: “O que nos soltasen o que nos deportasen, pero queríamos salir de aquí ya. Esto es un infierno, un maltrato constante”, dice Omar, quien ha pedido no dar detalles que puedan identificarle por miedo a represalias.

“Preguntábamos si estaba el director. Primero, nos dijeron que hasta el lunes no llegaba. El lunes volvimos a preguntarlo y nos dijeron que no podíamos verle”, apunta el chico que acabó gritando durante horas en el tejado. “Cada vez había más tensión, los chicos se enfadaban porque se sentían ignorados. Aquí hay gente enferma a la que no hacen caso. Pensaban en hacer huelga de hambre. Yo veía que no iba a acabar bien”, comenta el otro joven.

Tras acabar de cenar, “cerca de 60 personas” (39, según la versión oficial) decidieron no subir a sus habitaciones y permanecer en el comedor. “A mí me lo dijeron pero al final subí”, dice Hamed. Según explica, para poder salir a la azotea, “rompieron una ventana y una puerta con los bancos metálicos” de la sala.

“Conseguimos salir al tejado arriesgando nuestra vida”, sostiene Omar, que agradece el apoyo que pudo ver desde la azotea, cuando decenas de activistas los animaban y aplaudían a las puertas del centro. “Allí estuvimos muchas horas sin agua, sin comida, sin nada”, describe Omar, quien asegura que aún no han podido reunirse con el director.

“Estuvimos 24 horas encerrados en las habitaciones”

En el módulo de mujeres del CIE de Madrid, Jana suspira cuando se le pregunta qué ocurrió durante la noche del martes. No vio nada, pero sí escuchó y notó los efectos de la protesta. “Escuché golpes y muchos gritos. Y me acuerdo de una voz que decía 'Dale, dale, que aquí no hay cámaras”, describe la mujer, que añade lo que todos comentan: “Esto es peor que la cárcel, estar aquí es muy injusto”.

Al día siguiente, todos los internos y las internas del CIE tuvieron que permanecer encerrados en sus habitaciones y, según aseguran, con la luz encendida durante 24 horas. “Yo lo pasé muy mal, porque sufro mucho cuando estoy encerrada. Tengo claustrofobia, sentía que no podía respirar”, narra la mujer, que dice que no pudo dormir por la luz. “Pedimos a los policías que la apagasen pero nadie nos hacía caso”.

Tampoco pudo hablar por teléfono con su madre. “Todos los días la llamo porque está muy preocupada desde que estoy aquí. Pedí por favor que me dejasen solo un minuto el móvil para hablar con ella pero no me dejaron”, lamenta Jana.

Ninguna de las personas encerrada en el CIE de Aluche recibieron sus móviles por la tarde, cuando suelen hacerlo, por “razones de seguridad”, según confirmó eldiario.es. Pero a Jana nadie se lo explicó: “No me dijeron por qué”.

Hamed cuenta una historia similar desde el módulo de hombres. Que no pudieron salir durante 24 horas, que la luz estuvo todo el rato encendida y que les entregaron unos bocadillos para comer. “Además pusieron música todo el día. Era imposible dormir”, añade.

Aunque decidió no participar en el motín de sus compañeros, reconoce que su decisión ahora sería diferente. Su rabia ha aumentado. “Si se levantan otra vez, no creo que puedan pararlo. Nosotros comimos hostias sin hacer nada. Así que a la próxima sí haremos algo”, concluye tras las opacas ventanas azules del Centro de Internamiento para Extranjeros de Madrid.

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