Se suponía que la llegada de Vox a la batalla por el voto de la derecha iba a favorecer a Ciudadanos frente al PP. Se suponía que Vox, desde la extrema derecha, le robaría más votos al partido de la derecha que al supuestamente centrista Albert Rivera. Se suponía que Ciudadanos se podía convertir así en el partido más votado dentro del bloque conservador, porque la extrema derecha mordería más votos a Casado que a Rivera.
Sonaba todo muy lógico. Lástima –para los líderes de Ciudadanos– que no parece que se vaya a cumplir.
La tendencia en todas las encuesta es clara. Ciudadanos está retrocediendo y no parece probable que pueda sobrepasar al PP. Y su nerviosismo de esta precampaña demuestra que su brillante estrategia, por ahora, no les está saliendo demasiado bien.
Cuando Ciudadanos prometió que jamás gobernaría con el PSOE de Pedro Sánchez, lo hizo porque tenía que elegir entre una opción mala y una peor. Porque detectaron en las encuestas que la mayoría de sus votantes prefieren a Pablo Casado frente a Pedro Sánchez –este artículo de José Fernández Albertos lo explica bien–. Y porque estaban sufriendo una fuga de votantes conservadores para los que lo prioritario era que el PSOE no gobernase, ni siquiera con un pacto centrista (y centralista) con Ciudadanos. Entre ser un partido bisagra y luchar por el liderazgo de la derecha, optaron por la segunda opción. No parece que les esté saliendo demasiado bien.
Cuando Albert Rivera prometió que nunca pactaría con Pedro Sánchez hubo quien se creyó sus palabras. Hubo quien no. Pero, para desgracia de Ciudadanos, los crédulos y los incrédulos entre su electorado no se han repartido como a ellos les hubiera gustado.
El votante centrista de Ciudadanos se ha creído a Albert Rivera. Se ha tomado muy en serio su decisión. Y por eso Ciudadanos está teniendo una fuga de votos hacia el PSOE de esa parte de la sociedad para la que el verdadero peligro para la democracia no es Pedro Sánchez, sino Vox.
Y entre los que no creyeron a Albert Rivera, y que recuerdan las numerosas ocasiones en las que ha dicho en campaña algo muy distinto a lo que ha hecho después, se cuentan muchos votantes conservadores que odian a Pedro Sánchez por encima de cualquier otra opción. Votantes que temen que esas nada disimuladas presiones del poder económico –que prefiere como primera opción un pacto entre PSOE y Ciudadanos– le acabará forzando a un acuerdo con el PSOE de Pedro Sánchez. Como cuando Rivera prometía que jamás apoyaría como presidente a M. Rajoy.
Que Ciudadanos ahora proponga una coalición al PP, y refuerce su apuesta por el bloque conservador, demuestra esa debilidad: que muchos de sus votantes no le creen, y que la fuga hacia su derecha no se ha detenido aún. Tampoco la batalla por el liderazgo conservador, como demuestra la humillante respuesta que ha recibido Ciudadanos por parte de Pablo Casado: “Albert Rivera sería un excelente ministro de Exteriores”.
Casado omite en ese reparto de sillones que no hay gobierno de la derecha posible sin Ciudadanos… y sin Vox. Si le ofrece Exteriores a Rivera, ¿qué cartera reserva Pablo Casado para Santiago Abascal?, ¿la de Interior?, ¿la vicepresidencia?, ¿o quizás el Ministerio de Igualdad?