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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Heziberri 2020: ¿Y ahora qué?

Imagen de recurso de alumnos en un aula

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La educación es, pese a los intentos de reducirla a gráficos, un proceso dinámico y complejo, condicionado por un denso entramado de variables. Una parte de los aprendizajes que genera se deja cuantificar y evaluar; otra, en cambio, permanece intangible y va aflorando con el transcurso del tiempo. Asumido este punto de incertidumbre, resulta pertinente, adentrados ya en el 2021, hacer balance de los seis cursos de andadura del plan educativo Heziberri 2020. La nueva norma venía a sustituir al llamado currículum vasco (2007), con el pretexto de paliar, en lo posible, los efectos de la LOMCE. Entre sus puntos fuertes: una firme apuesta por un aprendizaje por competencias, sustentado en un currículo y una metodología acordes. 

¿Ha mejorado la calidad de la educación vasca con Heziberri 2020? ¿Ha sido capaz este nuevo decreto de dar el salto del papel al aula y de encauzarnos por la “senda de la excelencia”? Desde el observatorio de la práctica diaria a pie de aula y del contacto directo con diversos centros educativos, podemos constatar que Heziberri ha tenido un reflejo débil en la educación real: ni el aprendizaje por competencias ni la metodología basada en problemas se han asentado como la práctica dominante. Una vez más, la tendencia establecida de querer cambiar la educación de arriba abajo, a golpe de decreto, no ha funcionado. 

No es de extrañar que, consciente de las tensiones ideológicas y económicas que agitan la toma de decisiones en el ámbito educativo, una buena parte de las profesoras, de los maestros, no esté dispuesta a dar volantazos sin evidencias, ni a comprar cualquier cosmovisión tecnócrata o mercantil con disfraz humanista. Otro porcentaje, poco poroso al cambio, se muestra reticente a salir del camino trillado, a abandonar la zona de confort. Y no pocos, sin duda, anhelan replantear la manera de enseñar, pero no saben cómo abordar unos conceptos difusos con unos criterios de evaluación poco definidos.  

Así las cosas, cabe preguntarse qué medidas se han de tomar para mejorar la calidad de la enseñanza vasca, su innovación y, sobre todo, el grado de aprendizaje del alumnado. Nuestra propuesta se inclina por la exitosa “vía portuguesa”, que no es otra que centrar los esfuerzos en la piedra angular del sistema educativo: el profesorado. 

¿Qué significaría, entonces, contar con el profesorado? Al menos, estas cuatro cosas: escucha, claridad, formación y coordinación.  

Escucha. Es mal punto de partida decirle a un profesional que lo que hace no vale. Sin renunciar a un horizonte buscado, el docente debe partir de lo que es su práctica habitual y reflexionar sobre ella con la ayuda de mecanismos de evaluación interna. Su experiencia y su propio espíritu crítico constituyen el mejor baremo para valorar no solo lo que funciona, sino también a qué intereses sirve lo que se propone. 

El adelgazamiento del currículo y la adaptación de los berritzegunes serían, por fuerza, tareas ineludibles en esta nueva fase.

Claridad. Urge esclarecer la nebulosa conceptual en la que flotan las competencias —sobre todo algunas de ellas—, concretar mucho más los criterios de evaluación y precisar mejor tanto los logros que debe alcanzar el alumnado en cada nivel como el perfil de salida al final de la Educación Básica. 

Formación. Más allá de paquetes de módulos formativos comunes para todos los centros, la Administración debe proponerse esta doble tarea. Por un lado, identificar y fomentar el talento entre sus profesionales, a fin de que ese profesorado-investigador pueda tener un efecto tractor para todo el cuerpo docente. Por otro lado, fomentar una cultura profesional colaborativa. El mejor referente para una profesora es otra docente con experiencia real en el aula. Tanto con vistas al seguimiento de los nuevos educadores como a la posterior formación continua, se requieren nuevas medidas —más creativas que costosas— que favorezcan la creación de redes, el aprendizaje entre iguales, el intercambio de buenas prácticas, horas de formación por zonas, un programa de profesores visitantes y portales de recursos educativos abiertos bien seleccionados. Todo ello contribuirá al fomento de un perfil profesional exigente, pero atractivo a la vez. Adicionalmente, el adelgazamiento del currículo y la adaptación de los berritzegunes serían, por fuerza, tareas ineludibles en esta nueva fase. 

Coordinación. Una hora de coordinación departamental, como es norma en la Educación Secundaria, resulta del todo insuficiente. Coordinarse y trabajar conjuntamente dentro del centro requieren tiempo y son incompatibles con un desempeño profesional identificado casi exclusivamente con el horario lectivo. 

La verdadera revolución educativa será en el aula o no será. Ni los docentes pueden guiarse solo por su experiencia, ni la política y la investigación pueden prescindir del bagaje y ojo crítico de quien está en la práctica. La profesionalidad del docente es el pilar fundamental de nuestro sistema educativo y en ella reside, por consiguiente, el principal filón de mejora e innovación en el que se habrá de trabajar los próximos años. Sin el profesorado, Heziberri no despegará.

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