Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
La mota del castillo de la Mota
“Cada uno valorará lo que es importante”. Ésta es la frase que, según recogen varios medios de comunicación, dijo el alcalde de Donostia, Eneko Goia, cuando se le cuestionó sobre la propuesta de calificar el monumento del Sagrado Corazón, que remata el monte Urgull, “contrario a la memoria democrática”, por su vinculación con el nacional-catolicismo impuesto a sangre y fuego.
Parece que, para el alcalde de Donostia, éste es “un tema menor” y no debe formar parte del debate y de la agenda política pública. Otras cuestiones como el problema de la turistificación, el mercado de La Brecha, las eternas obras del metro o la inaccesibilidad de la vivienda en la ciudad parece que, sin embargo, sí son parte de su agenda. Y pesar de ello, de que al parecer son temas mayores tomados en consideración por el Gobierno municipal, no hemos notado en ningún momento resultado alguno que permita evaluar positivamente su actuación sobre ellos.
Es importante señalar que el Sagrado Corazón no es sólo una estatua de significación religiosa que se impone sobre el resto de 'skyline' de la ciudad. Es mucho más que eso. Es una obra impuesta en su día por el Ayuntamiento afecto al régimen salido de un golpe militar, con el gobernador militar y civil de la época, junto a un obispo fascista.
El objetivo de esta estatua, según consta en las actas del Ayuntamiento de 1939, no deja lugar a dudas. Ni a la desvergüenza: “La iniciativa aspira a perpetuar en una expresión grandiosa al heroico renunciamiento de los Mártires de la Cruzada Nacional, recogiendo al tiempo todo el espíritu fundamentalmente religioso, móvil principal del Alzamiento”.
A nadie le extraña que el actual portavoz del partido fundado por ministros de Franco saliera cuestionando a aquellos que plantean un debate serio sobre semejante agravio a la democracia y a la aconfesionalidad de nuestro sistema jurídico.
Pero sí me ha extrañado que el alcalde de la ciudad, por muy católico que sea, no valore como algo a lo que dar una repensada, y más estando el monumento emplazado en una propiedad municipal. Yo, personalmente, haría un 'Héctor de Miguel', lo dinamitaría y propondría que ese día fuera festivo en la ciudad. También es verdad que en los tiempos en los que tuve una responsabilidad municipal ésta no fue una de mis competencias y tampoco había leído, con el detenimiento merecido, las mencionadas actas de 1939.
En cualquier caso, creo que ya es hora de que los espacios públicos de nuestra ciudad tengan denominaciones merecidas o justificadas no ya por un mínimo de calidad democrática, sino, al menos, por algo que no sea directamente un desprecio expreso a la democracia, como es este caso.
Ya está bien que existan calles y edificios públicos con nombres de cleptómanas y usureras como Isabel II, Victoria Eugenia o María Cristina, o de un papa nazi como Pío XII, por el simple hecho de que hay una comunidad -menguante- de cristianos católicos en la ciudad.
De poco sirve que celebremos anualmente un Festival de Cine y Derechos Humanos, si luego tenemos, por ejemplo, una de las principales calles de la ciudad dedicada a un traficante de esclavos, como es la calle Matía. El ‘bueno’ de Don José Matía Calvo dedicó sus esfuerzos al comercio de migrantes chinos, que sustituyeron en parte a los esclavos de origen africano y que terminaron siendo utilizados como sus predecesores en los principales centros azucareros de Cuba. El asunto lo aborda de forma magistral María del Carmen Córaz, de la Universidad de Cádiz, en el artículo: “Matía, Menchacatorre y Cía. y su participación en el negocio de culíes (1847-1859)”.
Nadie quiere -no es, al menos, lo que yo propongo- borrar el pasado de una ciudad en la que tantos monarcas tuvieron el gusto de asentar sus reales posaderas en verano, para reponerse de los rigores propios de la vida contemplativa de palacio. María Cristina, Victoria Eugenia, Reina Regente... son denominaciones que se encuentran en el puño neurálgico de la ciudad y que cantan loas a su pasado como residencia para solaz de monarquías putrefactas y ociosas que buscaban desapolillarse a la brisa del Cantábrico. A ellos se unían los aristócratas y la corte de meapilas y correveidiles de todo pelaje, que se lanzaban a por los menudillos que pudieran caer.
Una ciudad no sólo tiene que renovar su flota de autobuses y su mobiliario urbano. Una ciudad tiene que ser capaz de renovar sus valores y renombrar o resignificar aquellos espacios que han supuesto valores contrarios a los que la mayoría de la ciudadanía defendemos. Consolidar nombres y espacios sin explicar cuánto mal han realizado o cómo los han justificado, no ayuda, en estos tiempos tan convulsos, a reforzar los valores democráticos.
Así se hizo, en su día, cuando se cambió, por ejemplo, la denominación de la calle Víctor Pradera por la de Easo; o la de Hermanos Iturrino, destacados falangistas, por la de Arrasate. No se trata de bucear ni de reescribir la historia. Sólo hay que ser capaz de adaptarse, de adecentar la denominación y de reconsiderar la presencia de figuras, como la del Sagrado Corazón, que simbolizan lo del entrecomillado de marras, que creo que voy a releer ahora mismo. Me va la marcha.
Sobre este blog
Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
1