Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Pablo Iglesias Turrión y la canción de Cecilia
Ocurre a menudo en nuestros días que una noticia que parecía interesante y espectacular, que un trance que parecía fundamental, que un pasaje que parecía extraordinario, se ven eclipsados por una anécdota, por un acontecimiento menor o una simple vicisitud que puede suceder en cualquier momento de forma casual.
Andamos en las últimas semanas sumidos en diversos debates. A saber, desde las últimas elecciones generales las especulaciones giran en torno al futuro Gobierno que debe formarse en las próximas semanas. Igualmente, porque la vida continúa y nunca se detiene para facilitar nuestros procesos de reflexión, el juicio por el procès catalán sigue en sus trece. Y por si fuera poco, Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse) emerge de su entorno para suscitar dudas, siguiendo su incansable estrategia desestabilizadora de la opinión pública. Me refiero, en principio, a su oferta pública y estentórea para formar parte del próximo Gobierno, a pesar de que el PSOE y Pedro Sánchez hayan obtenido un gran resultado electoral y una mayoría que, aún no siendo absoluta, es aplastante. No sólo eso, porque la presencia de los diputados independentistas catalanes en la constitución del Parlamento español ha dado pie a un espectáculo absurdo en el que las promesas y juramentos de la Constitución por parte de los Diputados se han convertido en chanzas e insensateces de lo más absurdas, en una competición bufa en la que los diputados afectados se han empeñado en rizar el rizo y, por si fuera poco, algunos diputados nada involucrados en el conflicto, han manoteado sus “pupitres” obsesionados por poner su granito de arena en el desorden.
Y han surgido, además, un par de controversias. La del Supremo y la Mesa del Congreso de los Diputados en torno a la suspensión de los políticos independentistas. Y ya, de modo tangencial, Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse) se ha lanzado dialécticamente a alimentar la polémica en torno a la idoneidad de que Amancio Ortega done máquinas de Radioterapia para el tratamiento del cáncer, lo cual redundará, sin duda, en un tratamiento especial en la aplicación de sus imposiciones tributarias.
En todo lo descrito hasta ahora el líder de Podemos ha estado presente: a favor, en contra o especulando, constantemente agitando las aguas para que no se vea el fondo, encolerizando a los vientos para que no se dibuje el horizonte con nitidez, en suma, enrareciendo el ambiente para que los ciudadanos vivamos en la quimera y no en la sensatez. Ahora que el debate político obedece más a estrategias que a ideologías, a servirse del poder más que al ejercicio de una autoridad fiable, surgen personas con vocación de personajes cuya vocación no es otra que el ansia por perdurar y administrar el poder como una maza que golpea a diestro y siniestro. Casado, Rivera y Pablo Iglesias son los artífices de esta especie de sainete que provoca desasosiego. Como persona de izquierdas no voy a profundizar demasiado en lo que concierne a los dos primeros, -Casado y Rivera-, cuya adscripción les aleja de mis preferencias, pero me preocupa que Pablo Iglesias, -quizás de izquierdas-, se empeñe en poner palos en la rueda del PSOE de Pedro Sánchez, en crear todo tipo de dudas y alimentar incertidumbres.
Viene a mi mente la bella canción que en mi juventud interpretaba Cecilia: “Dama, Dama”, se titulaba. Su letra es muy pertinente en el asunto que nos ocupa: “Puntual cumplidora del tercer mandamiento/ algún desliz inconexo./ Buena madre y esposa de educación religiosa./ Y si no fuera por miedo/ sería la novia en la boda,/ el niño en el bautizo,/ el muerto en el entierro…/ Con tal de dejar sello”. Pablo Iglesias pretende estar por encima de sí mismo, y por eso intenta teledirigir la vida y los comportamientos de los demás utilizando máximas e ideas que se aplica a él mismo como líder unipersonal (y signado por los dioses) de su formación, ni siquiera teniendo en cuenta a ese espacio idílico en que viven y se desenvuelven muchos de sus acólitos y seguidores.
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