“La finalidad de tomar la palabra nunca puede ser hablar, sino comunicar”
“La sociedad de hoy día es instruida en todo tipo de materias, excepto en el dominio de la palabra. Es algo vergonzoso, ya que sin el dominio de la palabra nuestro mensaje, nuestro conocimiento, y el conocimiento del pueblo se empobrece”. Ángel Lafuente, experto en Oratoria y director del Instituto de Técnicas Verbales, asegura que la finalidad de tomar la palabra nunca puede ser hablar, sino comunicar. Lafuente ha impartido el curso Cómo hablar siempre con eficacia, dentro de la programación de los cursos de verano de la Universidad del Patís Vasco (UPV). “La comunicación se basa en la relación entre el emisor y el receptor. Lo que llega al receptor no es el mensaje, sino el código. Por lo tanto, el sonido debe de llegar puro y limpio. Hay que hablar con buena vocalización y pronunciación”, explica Lafuente.
Además, habrá cinco preguntas que siempre hay que tener en cuenta a la hora del discurso: “Quién soy yo, de qué se hablar o de qué voy a hablar, a quién me dirijo, cuándo y dónde hablo, y de qué medio me valgo”. Hablar bien en público es una garantía de éxito personal y social, según el profesor, para el que es fundamental dejar atrás el miedo escénico a la hora de enfrentarse a un auditorio. “Durante años, las ideas de que el orador nace y no se hace, y de que el miedo escénico es insuperable han ido adentrándose más y más en la sociedad. Hay que dejar atrás estas ideas y estos miedos, llegando al disfrute de la oratoria”.
Sentir amor hacia ti mismo, hacia el destinatario y hacia el propio mensaje son tres pilares fundamentales para llegar a ser un buen comunicador. “Tenemos que traspasar nuestras ideas y sentimientos. El mensaje tendrá que ser claro. Da igual lo muy académico o elegante que podamos hablar si el contenido no se entiende. Para ello habrá siete reglas de oro: la palabra nunca deberá ir antes que el pensamiento, no hay que interrumpir nuestra propia frase o idea, las frases tendrán que ser breves, la mirada interpelante y el gesto libre, el silencio adquirirá gran importancia, y la velocidad deberá adecuarse al mensaje”.
Por otro lado, un buen orador deberá apoyarse en dos ideas básicas. En primer lugar: “Tu eres la persona más sagrada del mundo para ti. Debemos volver la mirada hacia nosotros mismos, y darnos cuenta que somos lo más importante que tenemos. El miedo escénico es una falta de respeto hacia nosotros mismos”. En segundo lugar: “Este mundo es un teatro, donde cada uno tiene su papel. Estas ideas hay que llevarlas de la mente al corazón, a las entrañas, a tu ser más íntimo, e introducirlas en nosotros mismos. Por ello, no podemos bajar la mirada, el corazón y el alma ante nadie, porque nadie es superior o inferior a nadie”.
El ejercicio de la oratoria, según Lafuente, es para toda la vida. “Nos comunicamos para servir al pueblo, no para exhibirnos. Debemos tener en cuenta que el gran maestro de la oratoria es el sentido común”.