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¿Dónde está la rotativa que el magnate Hearst regaló al PNV?

Aitor Guenaga

Bilbao —

El magnate californiano de la prensa Randolph Hearst tuvo una vida tan poliédrica que solo alguien como Orson Welles podía atreverse a inmortalizarlo en un clásico del cine como Ciudadano Kane. Y tal vez Welles, un buen conocedor de los vascos, a los que retrató en su famoso documental 'The Land of the Basques', de haber sabido que el controvertido editor de periódicos había regalado una rotativa al PNV por su apuesta aliadófila en la Primera Guerra Mundial, habría seguido la pista de una rotativa que ha llegado a estar valorada en 100 millones de las antiguas pesetas en los años 80. No lo habría tenido fácil.

Hearst llegó a controlar un emporio de 28 diarios y 18 revistas cuando se bebía los vientos, ansiaba ser alcalde de Nueva York, justo unos pocos años antes de la primera Gran Guerra, y enamoraba a la actriz Marion Davis. Así que no resulta extraño que un excéntrico como Hearst decidiera premiar a esos vascos irredentos que Welles había definido en su famoso documental como “los indios Piel Roja en América, aborígenes” con una rotativa modelo Goss de color negro, más de siete metros de largo y 25 toneladas de peso. Preparada para escupir 30.000 periódicos diarios (y muchos más) -como hizo en la época en la que sus rodillos de latón imprimían el vespertino Hierro, propiedad de la prensa del movimiento franquista- la rotativa ha tenido un periplo digno de una película de ficción.

Llegó a Euskadi vía Marsella y enseguida, en 1918, los peneuvistas la aprovecharon para editar su periódico Euzkadi, que había llegado a las calles el 1 de febrero de 1913, un mes más tarde de lo previsto. El rotativo se imprimía bajo la cabecera del lema sabiniano 'Jaungoikoa eta Legezarrak ('Dios y Leyes viejas' (fueros).

Reivindicada en su día por la CNT –al parecer en algún momento de la guerra civil española el periódico del sindicato anarquista fue tirado allí-, expropiada por el bando fascista tras la caída del Bilbao en junio de 1937, llegó incluso a ser una fantasmal estampa nocturna para unos okupas que compartían pabellón con la máquina en la zona vitoriana de Arana, un lugar al que se podía acceder “con un simple empujón”. No había alarmas, ni sistema de seguridad alguno.

Con Juan José Ibarretxe como lehendakari, el Ejecutivo cedió en la rotativa a la Fundación Sabino Arana para que formara parte del Museo del Nacionalismo Vasco. El documento oficial, firmado en 2002 por el entonces director de Patrimonio y Contratación del Departamento de Hacienda, Jaime Domínguez-Macaya y la directora de la Fundación peneuvista, Irune Zuluaga, dejaba claras dos cosas: que los gastos de mantenimiento y conservación correrían a cargo del citado museo. Y que una vez finalizado ese plazo de cesión –si no mediaba prórroga alguna- la rotativa debía retornar “en el mismo estado de conservación en que la recibió”.

Pero una vez que el PNV logró que en 2002 el Gobierno vasco cediera por cinco años “gratuitamente el uso de la rotativa”, como queda reflejado en el acta de entrega levantada en Vitoria-Gasteiz el 12 de marzo de ese año, comenzó a perder interés por el regalo de Hearst. De hecho, la rotativa emergió de nuevo por pura casualidad. En otoño de 2008, el traspaso a manos de Osakidetza de uno terrenos adscritos al Departamento de Agricultura y Pesca, donde Neiker (Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo) tenía unos locales que le servían de almacén, del hallazgo de una rotativa que nunca debió de llegar allí.

¿Qué paso entre 2002 y 2008? ¿Cómo es posible que una pieza patrimonio histórico del nacionalismo y de “alto valor cultural y económico”, que había estado en perfectas condiciones en el Museo de la Técnica y cuyo estado de conservación era entonces “bueno”, pasara del olvido al abandono?

Al calor de ese hallazgo, el Ejecutivo, sin salir de su asombro, se puso en marcha de nuevo. Existe un informe firmado por la responsable del Centro de Patrimonio Cultural del Ejecutivo vasco, de noviembre de 2008, casi siete años después de que fuera cedida a la Fundación del PNV, que describe la rotativa de la siguiente manera: “En cuanto a la rotativa, que en el momento de su cesión estaba en muy buen estado, conservando hasta los bancos de madera, hoy en día, dada la imagen de total deterioro que presenta, es imposible reconocerla. Está completamente desmontada y, con toda probabilidad, las piezas más pequeñas o aquellas que tenían más valor por su componente metálico (latón) han desaparecido”.

El documento, firmado por Mari José Arostegi, es demoledor. Tras las investigaciones pertinentes, el Ejecutivo constató que nada se había hecho como se debía. “Se tiene que hace constar que, ni desde la Fundación Sabino Arana, ni desde el Museo, se ha notificado al Gobierno que la rotativa no se depositó en los locales de Deia en Bolueta y que fue trasladada a Vitoria. Hasta este instante se suponía que estaba en el Museo (…) Se ha dejado la rotativa, un bien que pertenece al dominio público de Euskadi, abandonada a su suerte”, se afirma.

Ante este tirón de orejas, que incluía una propuesta para depurar “las responsabilidades correspondientes” por parte de los técnicos gubernamentales, la Fundación peneuvista volvió a interesarse por la rotativa menos de un mes antes de las elecciones de 2009, celebradas el 1 de marzo, en las que finalmente el PNV sería desalojado de Ajuria Enea. Su presidente, Juan María Atutxa, pidió a través de una carta el 5 de marzo la cesión “definitiva” de la máquina mediante el sistema de donación. De manera meteórica, el Gobierno realizó el expediente –que incluye la memoria justificativa de la enajenación gratuita, el informe jurídico del servicio de patrimonio y el de la Oficina de Control Económico- y el Consejo de Gobierno aprobó la enajenación gratuita el 24 de febrero de 2009. Tardó solo 19 días. Con una condición básica: que la Fundación incluyera la citada rotativa en los fondos del Museo del Nacionalismo, el mismo destino que le deparaba a la rotativa cuando fue cedida por primera vez en 2002.

La Fundación peneuvista se trasladó a su nueva sede en Bilbao y explica que el museo, pendiente de las obras, todavía no ha abierto sus puertas. Oficialmente, el regalo de Hearst duerme, “despiezado, cubierto por una lona” en algún lugar de Euskadi.

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