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Vitoria, la ciudad que admiraban en la Londres de 1813 y que inspiraba sus trajes de gala

Mujeres con trajes para las conmemoraciones en Londres de la batalla de Vitoria

Iker Rioja Andueza

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Vitoria está hermanada con ciudades como Angulema, una ciudad homónima de Brasil y otra de Texas, Kutaisi, La Güera, Cogo, Anaheim e Ibagué. Pero no con Londres. Y eso que la capital británica celebró en julio de 1813 probablemente el mayor evento que había conocido hasta entonces por la victoria militar del duque de Wellington, Sir Arthur Wellesley, contra las tropas napoleónicas. Fue la decisiva batalla de Vitoria de la Guerra de Independencia que tuvo lugar en junio de ese año. Un grupo local, la Asociación Histórica Vitoria 2013, que ya impulsó una recreación con motivo del bicentenario, está reconstruyendo poco a poco la importancia de la capital vasca en el concierto internacional y remarca que a la ya conocida sinfonía de Beethoven 'Wellingtons Sieg' se le suman otros hitos como los festivales que se organizaron en el Vauxhall londinense cuando la noticia de la gesta se propagó, que dieron lugar en la aparición de una colección de prendas llamada “moda Vittoria”, como escribían en la época el nombre de la ciudad.

El 'Annual Register', una suerte de anuario que recogía crónicas de todos los hechos relevantes del año, publicaba en su edición de 1813 tanto una reconstrucción de la batalla como de esas conmemoraciones ostentosas en Londres. Patxi Viana, presidente de la asociación, matiza que aunque la victoria militar se certificase el 21 de junio de 1813 con la expulsión de José Bonaparte, que había instalado su corte en Vitoria, “la información no llegó hasta el 1 de julio” a las islas británicas. “Pero nada más que se enteraron fue una explosión continua. Las fachadas estaban iluminadas y había inscripciones de 'Vittoria' y 'Wellington'”, cuenta este historiador sobre la ciudad que, en 1807, fue la primera en el mundo con alumbrado nocturno público gracias a luces de gas.

Según el cronista del 'Annual Register', el anuncio de este festival ya suscitó gran expectación. El día grande fue el 20 de julio. “Wellington y su ejército fueron gratificados con un entretenimiento -quizás- entre los más supremos, largos y costosos de cuantos se han ofrecido nunca en Inglaterra”, explicaba sobre un banquete por el que se cobró una entrada de 10 libras esterlinas en un inicio y luego de 15, por la alta demanda. Con la inflación, una equivalencia actual podría rondar las 1.200 libras esterlinas, unos 1.400 euros.

La fiesta se preparó en los jardines de Vauxhall, donde se preparó un comedor temporal para el banquete. Había una mesa presidencial en un altillo para que todos los asistentes, unos “doce centenares”, divisaran bien a las autoridades. Se dispusieron como decoración “espléndidos pabellones” británicos, españoles y portugueses. Había detalles de oro y plata, muchas luces, caros telares y ricos manjares, “todos fríos salvo la sopa de tortuga”. La bebida se ofrecía “en abundancia”. La orquesta ponía la música. Presidía la cena en honor a la batalla de Vitoria el príncipe Federico, hijo del rey Jorge III. Con él estaban los embajadores de España, Rusia y Portugal, así como un “enviado” de Turquía, además de los duques de Kent, Sussex y Gloucester, o el 'speaker' de la Cámara de los Comunes.

Wellington llegó con la cena ya iniciada pero a tiempo para los brindis, aunque había una gran imagen suya dispuesta al efecto. Se gritaron vivas al rey, al príncipe regente, el futuro Jorge IV, al resto de la familia real, al Ejército, a la Marina, a Fernando VII y a la “causa española”, al emperador ruso, a los reyes de Prusia y Suecia, al regente portugués e incluso a las “bravas guerrillas” españolas. Desde luego, no se olvidaron de levantar la copa por el héroe militar, por Wellington, en cuya casa todavía se conservan obras de arte que habían expoliado los franceses y que se acabó llevando él tras recuperarlas en Vitoria. El homenaje al mariscal de campo, que luego llegó a primer ministro, “produjo las más ruidosas y repetidas aclamaciones, con todos los presentes en pie a la vez y aplaudiendo durante largo tiempo”, se leía en la crónica del evento. A las once llegó también Carolina, princesa de Gales, que no vivía con su esposo el regente y no compartía con él ninguna aparición pública. Llevaba un vestido que sentó las bases de la futura “moda Vittoria”, a la que también se sumaría su hija, la princesa Carlota.

La asociación ha editado un pequeño folleto informativo sobre lo que suponían aquellos trajes de fiesta. Indican, citando al historiador Julio César Santoyo, que son trajes femeninos “de inspiración claramente española”. Tanto el British Museum como el Museum of London guardan láminas con aquellos modelos. Uno de ellos lleva directamente el nombre de la ciudad y también hay una capa llamada “Vittoria”. “La modista de la princesa creó aquello”, afirma Viana.

¿Y por qué Vitoria y no otro hito contra Napoleón como Waterloo? ¿Qué la hace tan especial para los británicos? “En Waterloo había más ejércitos. Es cierto que aquí estaban españoles y portugueses, pero ellos son los que dirigieron y controlaron todo. Se apropian de esta victoria como su gran logro milita”, entiende Viana que recuerda, además de trajes, hubo poemas, novelas, obras de teatro y más música además de la de Beethoven, tanto sonatas como canciones populares en Escocia, en Edimburgo y Glasgow. Este historiador sostiene que la capital vasca no es consciente de su impronta más allá de contar con un monumento a la batalla de Vitoria -oficialmente “A la independencia de España”- en el centro del centro de Vitoria, en la plaza de la Virgen Blanca. En el franquismo, coincidiendo con el 150 aniversario y como publicó este periódico, se debatió su sustitución por una fuente ornamental y su traslado a la zona de Júndiz para hacer memorial similar al de Wateroo, aunque el plan fue desechado.

Para Viana, es esencial poner en valor este legado. No lo entiende como una celebración de gestas bélicas sino como un conocimiento de la historia local, de España y de Europa, de unos hechos que la cambiaron. Afirma que todavía en la actualidad los herederos de un regimiento inglés que estuvo en Vitoria conservan el orinal de José Bonaparte decomisado en esta batalla y que lo usan para brindar con champán. “Fue la mayor gloria de sus ejércitos”, zanja.

-¿Y por qué 'Vittoria' y no Vitoria?

-Tampoco nosotros decimos 'London' y usamos Londres.

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