De Sicilia a Badajoz a lomos de un gatopardo
Avanza mayo con la fuerza colorista de un febrero de carnaval, multitud de colores políticos, la avalancha de marcas, coaliciones, pactos, logotipos y demás chanzas nos están dando una campaña electoral sorprendente. Sin embargo bajo tanto rojo, azul, morado, naranja o verde la única pregunta seria que responderá la ciudad tras los comicios será sobre si bendice o no al heredero que colocó Celdrán en el sillón. Poco se habla de cómo engañó Celdrán a los vecinos diciendo que se presentaba para quedarse y se quedó lo justo para calentarle el sillón a su delfín. Tampoco se aclara la sucesión, cuajada de intrigas palaciegas que aún colean a día a de hoy y que siguen opacas a ojos de los vecinos. Poco o nada trasciende de esas oscuras conjuras que provocan cambios de sillones, caras y carteles electorales sin que los vecinos, los votantes e incluso los militantes del PP conozcan nada.
Celdrán sigue siendo el Alcalde de la Ciudad, es un modelo de dinosaurio político a lo Ramón Rocha o como el vecino Rondão Almeida, con una fórmula similar. Un liderazgo carismático fuerte, un sector social con lealtad férrea y recursos suficientes para tejer una tupida red clientelar. Tras varias décadas de democracia en Badajoz, los cambios políticos se notan muy poco, y quizá sea la bandera franquista con la que Celdrán y Fragoso han adornado la puerta de su despacho durante años, el mejor ejemplo. Los medios locales están presionados con dureza por el Ayuntamiento con la mano de hierro de la publicidad institucional y los estómagos agradecidos. Si la contratación del sector público ofrecía algunas garantías de transparencia y equidad a la ciudad en comparación al favoritismo de los años de Franco, se hacen pliegos a medida de la empresa que se la tiene que llevar la contrata y volvemos a estar igual que antes.
Es evidente que Fragoso se parece a Alain Delon lo mismo que Celdrán a Burt Lancaster pero bien hubieran podido protagonizar aquella escena del Gatopardo, en la que el sobrino del aristócrata lo ilustra con la ya célebre cita “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”. Y así ha sido, la ciudad no solo no ha cerrado las brechas sociales, sino que las ha acrecentado, tenemos el Ayuntamiento más opaco de España y una estructura de clases y una vivencia social y cultural, tan oscura y provinciana como en los años más azules del franquismo.
Hoy el color de los partidos nuevos, los mensajes, los nombres y las caras deslumbran y marean a los vecinos, pero que nadie se lleve a engaños, hay solo dos opciones, Celdrán o Cabezas, el resto son títeres y mentiras. Ciudadanos es un proyecto descabezado y controlado en la sombra por Fragoso, Podemos se desinfla y lanza su propuesta de regeneración de la izquierda contra uno de los pocos candidatos del PSOE que salió de primarias contra el aparato. La izquierda más a la izquierda fragmentada, la derecha en bloque controlando el azul y el naranja y Cabezas defendiendo la alternativa frente a Celdrán, a Podemos, a Ciudadanos e incluso a medio PSOE local que le hace la guerra en la sombra.
En resumen, mucho artificio, muchos colores y muchas formas, pero la política en Badajoz sigue siendo cosa palaciega y de intrigas propias del Antiguo Régimen, por lo que si de verdad queremos un cambio debemos centrarnos en algo más que el ruido de los tambores y el color de las banderas y acelerar el compromiso cívico con un modo de convivencia democrático que sea incuestionable. De primeras ningún vecino de la ciudad debería votar a ningún candidato que crea tan poco en la Democracia que no se haya sometido a ella en su propio partido, deberíamos exigir como requisito sine qua non un compromiso explícito con la transparencia y una auditoría general que saque a la luz todo lo que a día de hoy son sombras y medias verdades. Si queremos un Badajoz diferente debemos exigirlo y trabajar por él como ciudadanos comprometidos y no esperar a que el rapsoda de turno nos cuente la milonga con música electoral.