Greenpeace alerta de los riesgos de la contaminación del agua por las cenizas de los incendios que arrastran las lluvias
Los incendios son un drama medioambiental cuyos efectos nocivos se siguen produciendo mucho después de su extinción. La organización ecologista Greenpeace alerta de la existencia de un importante riesgo de contaminación por cenizas arrastradas por la lluvia y que acaban depositándose en los manantiales. Lo llaman “chapapote de monte” y denuncian que nadie actúa contra él. Los técnicos de la ONG han documentado sus temores en los montes de Galicia que este verano fueron arrasados por el fuego. Mientras, la Xunta dice que no hay motivo para preocuparse.
Los técnicos de Greenpeace aseguran que las lluvias que afectan a las zonas quemadas “agravan los procesos erosivos”. Las primeras actuaciones de emergencia se deben centrar en frenar los procesos erosivos actuales, controlar las posibles avenidas y posteriormente favorecer la regeneración natural de la cubierta vegetal.
Mónica Parrilla, responsable de la campaña de incendios de la ONG asegura: “En los incendios forestales seguimos perdiendo incluso después de las llamas, y es fundamental no solo la extinción del fuego, sino el seguimiento de las zonas incendiadas. Tras el paso de las llamas, se ponen en peligro los recursos hídricos por el arrastre de cenizas. En un país con sequías y procesos de desertificación agravados por el cambio climático, la prevención de los incendios y la protección de zonas incendiadas son claves para no agravar aún más el problema. Para ello, se necesitan recursos que lo garanticen”.
Cuando los gobiernos son negacionistas
En el caso de Galicia los efectos nocivos de la lluvia sobre zonas quemadas llegaron antes que a otros territorios. A principios de septiembre varios ayuntamientos de la comarca de O Barbanza, que engloba a la costa norte de la Ría de Arousa, se vieron obligados a cortar puntualmente los suministros de agua. Había empezado a llover y las cenizas se habían colado en los grifos de los vecinos. La Xunta de Galicia, contra la opinión de sus alcaldes, no tardó en negar la existencia del problema, antes incluso de enviar a técnicos para analizar los motivos que explicaban la turbidez del agua que llegaba a los domicilios.
Frente a ese tipo de actitudes, Greenpeace recuerda que es necesario tomar medidas urgentes para proteger el suelo en las superficies forestales arrasadas, minimizar los procesos erosivos, evitar la contaminación de cursos de agua y garantizar el abastecimiento de agua potable en muchas localidades que dependen de aguas superficiales. 2022, dice la ONG, es el peor año en décadas, con 54 grandes incendios forestales y una superficie quemada estimada en 300.000 hectáreas.
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