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Marcelo Arequipa, politólogo: “La izquierda tiene que reorganizarse en Bolivia o tendremos dos décadas de derecha”

Marcelo Arequipa, doctor en Ciencias Políticas y profesor en La Paz.

Icíar Gutiérrez

“Nunca había visto que las cosas pasen tan rápido en la política de este país”, dice Marcelo Arequipa tras descolgar el teléfono desde La Paz. “Estamos yendo a la velocidad de Twitter todo el tiempo. Los hechos hasta la salida de Evo han pasado muy rápido, todo se ha acelerado de una forma impresionante”, asegura en una conversación con eldiario.es.

Arequipa es doctor en Ciencias Políticas y profesor en la Universidad Católica de La Paz. Durante la entrevista, es tajante: en Bolivia hubo un golpe de Estado. Sin embargo, también destaca la importancia de los matices para entender la situación que atraviesa el país en toda su complejidad.

Cuando habla de Jeanine Áñez, senadora opositora y, desde el martes, proclamada presidenta de Bolivia en un pleno casi vacío, sostiene con cierta indignación: “A día de hoy, tendría que haber relevado al jefe del alto mando militar, ayer mismo por la noche, pero hasta ahora no lo ha hecho”. Escasos minutos después de colgar el teléfono, Áñez designaba a un nuevo jefe de las Fuerzas Armadas, que juró su cargo como máxima autoridad militar ante una Biblia y una cruz. Las cosas en Bolivia, recuerda Arequipa, están pasando rápido.

Hay quienes cuestionan que lo que ha ocurrido en Bolivia no es un golpe de Estado. ¿Cuál es su postura?

Es bastante curioso, porque en el ADN de Latinoamérica está que cuando las fuerzas, armadas o la Policía se inmiscuyen en la política y logran el resultado que han conseguido, la renuncia del presidente, ahí entra la sombra del golpe. Ese es el problema. El tema de fondo es el antecedente. Lo que ocurre antes de que policías y militares se levanten contra el poder constituido: han tenido que pasar otras cosas que están en plano social. 

¿Cuáles son esos antecedentes?

En términos históricos el hito es el referéndum de febrero de 2016. El momento en el que se le pide a la gente que exprese si está de acuerdo con modificar la Constitución para que Evo Morales pueda volver a ser candidato en estas elecciones. El resultado sale negativo para Morales, que al principio dijo que lo iba a aceptar, pero luego hizo argucias legales para cambiar esta postura.

A partir de aquí, los centros de protesta más fuertes contra Evo Morales se concentran en áreas urbanas, en las ciudades. Son las clases medias las que empiezan a protestar bajo la lógica de las causas: el feminismo, el ecologismo, el medioambientalismo, el regionalismo –que es una cosa superimportante aquí– pero esas causas no se llegan a solidificar en una sola corriente política, pero no hay duda de que la protesta social, la iniciativa de oposición política a Evo Morales, no estaba en los partidos políticos de la oposición, sino más bien fuera de ellos. 

Entonces, tras las elecciones del 20 de octubre hay algo que une a esas causas y las convierte en una corriente político: el pésimo papel Órgano Electoral Plurinacional, encargado de las elecciones. Lo que este órgano hace es sembrar mucha polémica, añadiendo incertidumbre. El día de las elecciones se paraliza el recuento rápido, a lo que se suman otra serie de anomalías más. Entonces, esas causas se unen y forman una corriente política. Yo lo denomino el 'antievismo'. Igual que en Argentina hay un antiperonismo, en Bolivia ahora hay un 'antievismo'. 

¿Cómo se materializa ese ‘antievismo’?

Está dividido en dos tendencias. Una tendencia política e institucional, encabezada por el candidato Carlos Mesa. Lo que Mesa ha pedido desde el 20 de octubre es ir a otras elecciones, no la renuncia de Evo Morales. Su propuesta eran nuevas elecciones sin que Morales participara en ellas. 

La otra tendencia es la de Luis Fernando Camacho, de Santa Cruz, quien representa más bien una tendencia cívico territorial, está afincado en una región concreta de Bolivia. Esa tendencia tiene una agenda mucho más radical, de extrema derecha. ¿Por qué? Este señor concentra tres rasgos importantes del conservadurismo de derecha en Bolivia. El primero es el retorno a la República. Somos un Estado Plurinacional, pero él quiere que se vuelva a la República. El segundo es la Biblia, apelando todo el tiempo a ella. Estos días, la Biblia ha desfilado como un símbolo nacional. El tercero, el empuje de las élites económicas de Santa Cruz que quieren volver a gobernar, es el retorno de la tecnocracia al poder. 

¿Cuándo entran los militares y la Policía en escena?

El sábado pasado, los policías son los que primero que se levantan y se amotinan. Eso es lo que realmente eleva mucho el nivel de conflictividad. Porque antes, las personas que se movilizaban tenían todavía una línea de actuación que no era determinante, lo que genera un clima de crispación más grande. Y ahí, yo diría que hábilmente, el comandante de las Fuerzas Armadas lo que hace es utilizar todos los argumentos a su favor. Primero, sale a decir que el domingo pasado que no va a sacar a las fuerzas armadas para combatir a su pueblo. Segundo, sale a “sugerir” al presidente que renuncie en un clima de conflictividad grande. 

Esto se ha interpretado a nivel global como un golpe de Estado. En un artículo de la ley orgánica de las fuerzas armadas, dice que una de sus atribuciones es “analizar las situaciones conflictivas internas y externas, para sugerir ante quien  corresponda las soluciones apropiadas”. El escenario de después ha sido el vacío de poder y hasta la proclamación de Jeanine Áñez como presidenta transitoria (12 de octubre), hemos tenido de facto al comandante de las fuerzas armadas gobernándonos.

Los militares se han cuidado de jugar las cartas a su favor. Pero cuando tienes de tu lado tanques y armas y le dices a otro “te sugiero que hagas algo”, en el fondo le estás ordenando que lo haga, prácticamente. Pero el comandante ha sido alabado como salvador de la pueblo, lo que es contradictorio. 

¿En qué momento ha perdido Evo Morales el apoyo de los militares? 

No puedo responderte, porque siempre lo han apoyado. De hecho, los militares son un sector muy privilegiado de la sociedad. Tienen su jubilación con el 100% de su salario. En Bolivia, nadie se jubila con el 100% de su salario, ellos sí, son los únicos que lo logran. También tienen una serie de bonos a su favor. Creo que los militares tenían algo organizado, porque en política nada es casual. 

Una de las cosas que más se ha cuestionado es que Evo Morales había anunciado nuevas elecciones escasas horas antes de que el comandante Williams Kaliman saliera a leer su comunicado.

Hay una serie de cosas que hacen ruido y que no son democráticas. El concepto de golpe de Estado es un poco vago, es igual que hablar de populismo. Pero yo no soy de los que piensan aquí que el comandante de las fuerzas armadas ha actuado en consecuencia con la Constitución y la democracia. Todo suena a que hay un complot organizado para atentar contra el orden constituido. Y eso solo puede llamarse golpe de Estado. 

¿Hay un movimiento popular del que se está intentando aprovechar la oposición conservadora en las calles, gente que no se identifique con esas dos tendencias que mencionaba antes?

Lo que se ve es que el partido de Evo Morales, el Movimiento Al Socialismo (MAS), se está replegando a sus bases sociales, las organizaciones sociales campesinas. El conflicto se ha trasladado en los últimos días de las ciudades principales al campo y las áreas periurbanas. Allí hay campesinos e indígenas movilizados en contra de la presidenta transitoria.

Por otro lado, Camacho impone su agenda radical: quiere la renuncia de todos, incluso el poder judicial y electoral. Lo que ha pasado en las últimas semanas es que sectores populares de las ciudades se han ido sumando poco a poco. Pero primero lo que pedían es que solucionara la situación por fraude electoral, no su renuncia, porque a ellos también les estaba afectando en su economía. 

Evo Morales ha tenido un desgaste muy fuerte. En las ciudades, hay sectores de clase media que lo apoyaron en su día y se fueron desmarcando poco a poco. Después de las elecciones, otros colectivos se desmarcaron, pero la base popular de Morales, la del MAS, está bastante cohesionada. Al otro lado no ves a alguien que los haya cohesionado. Ni Mesa, ni Camacho son figuras que puedan equipararse a Evo Morales, en el aspecto simbólico de la política. Y hay sectores críticos con Morales que no van a entregarse a Carlos Mesa ni a Luis Fernando Camacho, que están huérfanos ahora mismo.

¿Cómo está la situación en las calles ahora mismo?

Hay una calma tensa. La situación en las ciudades se ha medio normalizado pero la gente del campo está cercando las ciudades y está protestando en apoyo a Evo y en contra de Áñez. Vamos a vivir todavía días de conflicto permanente. La presencia militar es sin duda mayor que antes de la salida de Evo Morales. Por ejemplo, ahora los militares salen a reprimir a los campesinos. Hay gente que lo considera interesante: si reprimen o incluso matan a campesinos es defender la democracia, pero si los hubieran salido a reprimir en las ciudades a la gente, hubiera sido atentar contra el pueblo. 

¿Qué opina de la senadora opositora Jeanine Áñez, proclamada presidenta considerando que debía ocupar el cargo por la cadena de sucesión constitucional? 

El principal efecto de Áñez es desmovilizar la protesta de las clases medias en las ciudades. No ocurre lo mismo con el otro sector, en el campo, las bases del MAS. Áñez tiene un reto muy grande. No se trata de hablar de temas legales: el problema en Bolivia no es legal, es un problema político. Lo que tiene que hacer es consensuar con otras organizaciones y partidos. En términos legales, la interpretación es muy ligera del asunto. No estoy diciendo que sea una presidenta inconstitucional, sino que la interpretación de las leyes es muy ligera. Pero insisto, es un problema político, no legal.

Pero aunque considere que no es un problema legal, la cuestión legal sí puede derivar en un problema político por la postura en contra de los asambleístas del MAS. 

Por eso tiene que sentarse y negociar con ellos.

El Tribunal Constitucional avaló la proclamación de Áñez. 

Sí, y es el mismo Tribunal Constitucional que habilita a Evo Morales para ser candidato, lo que es muy anecdótico. Hasta antes de ayer el mismo tribunal que ha avalado a Áñez era muy cuestionado, era hasta insultado. Y ahora son los salvadores de las leyes.

Áñez entró en el Palacio presidencial con una Biblia en las manos. ¿Qué opina de esa imagen?

La verdad es que la Biblia se ha vuelto una suerte de símbolo nacional. Este martes parecía que había un exorcismo en Bolivia, todo el mundo hablaba de Dios y mostraba la Biblia por todos lados. Es el retorno de la derecha y la lógica que ocurre en otras partes del mundo del posfacismo, el discurso que impone una creencia.

¿Cómo valora el papel de los legisladores del partido de Morales?

Durante los primeros días creo que no ha habido una definición clara de lo que estaban haciendo en la Asamblea Legislativa, ni ellos han estado a la altura de las circunstancias y han demostrado que no tienen la predisposición para resolver el conflicto en Bolivia. Si se mueven solo por intereses políticos, se va a generar un escenario muy peligroso porque puede terminar con que una sola persona lo gobierne todo. 

Creo que el nombramiento de Sergio Choque y Eva Copa, del MAS, como presidentes de la Cámara de Diputados y el Senado busca normalizar la situación y darle una salida político-institucional al problema que estamos viviendo. Parece que poco a poco las fichas se están articulando en torno a esa salida institucional.

¿Cuál es su balance de casi 14 años de Gobierno de Evo Morales?

El principal valor ha sido la inclusión social y la dignidad. Para nadie es desconocido que hasta antes de su entrada en el Gobierno, buena parte de un sector indígena campesino no tenía idea de lo que estaba pasando en el país. En términos sociales, la transformación social de este país ha sido sumamente importante. Pero una serie de errores en términos políticos le ha llevado al lugar en el que está ahora. Da pena que alguien que ha transformado tanto el país haya terminado así.

Él promete regresar a Bolivia. ¿Cree que lo hará?

Sinceramente, no lo veo. El Movimiento Al Socialismo (MAS), la izquierda en general necesita repensarse a sí misma y reorganizarse. Ahora que se ha destrozado el tabú de que Evo Morales se vaya del poder, le corresponde a la izquierda sentarse y reorganizarse. Porque si no, va a terminar asentándose esa corriente 'antievista' y vamos a tener a la derecha gobernando durante un par de décadas, tal vez.

La izquierda tiene que actualizarse de acuerdo con los tiempos en los que vivimos. Pienso en las causas, que hoy en día se defiende con más fuerza en las ciudades. De manera natural le pertenecen más a la izquierda que a la derecha. El filósofo Wolfram Eilenberger dice que a la derecha hay que arrebatarle los símbolos y la identidad. Ese es el reto de la izquierda, en Latinoamérica y particularmente en Bolivia. También es necesario que no abandone las bases sociales importantes que tiene: todo ese conglomerado de ciudadanos campesinos e indígenas.

¿Considera entonces que Bolivia puede girar al conservadurismo?

Es un riesgo muy grande. Por eso, depende mucho de la izquierda, de cómo se vuelva a organizar. 

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