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ENTREVISTA
Sanam Naraghi, asesora de la ONU sobre paz

Sanam Naraghi: “En Europa nuestros gobiernos nos están implicando en el genocidio de Gaza”

Sanam Naraghi Anderlini, experta asesora de la ONU sobre paz, seguridad y el papel de las mujeres en la resolución de conflictos

Olga Rodríguez

14 de junio de 2025 22:06 h

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La Unión Europea se rearma con un aumento del gasto militar de hasta 800.000 millones de euros y EEUU y la OTAN piden a sus socios europeos un incremento de hasta el 5% del Producto Interior Bruto. Con la Cumbre de la Alianza Atlántica a la vuelta de la esquina -se celebrará en La Haya los días 24 y 25 de junio- el debate sobre el militarismo está presente en toda Europa.

Esta semana la Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo celebró en Madrid un debate sobre la agenda internacional para la construcción de la paz en el mundo, y contó para ello con participantes de la talla de Sanam Naraghi Anderlini, experta internacional en participación de las mujeres en procesos de paz, asesora de Naciones Unidas, impulsora de la Agenda Mujeres, Paz y Seguridad, y directora de la Red Internacional de Acción de la Sociedad Civil.

elDiario.es ha hablado con ella sobre los retos y los obstáculos para una cultura de paz en un contexto de militarismo.

¿Cómo analiza el momento actual, en el que se nos está diciendo que es necesario rearmarse y aumentar el gasto militar?

Estamos ante una confluencia de dos grandes amenazas. Una, el aumento del autoritarismo en muchos Estados. Otra, los extremismos basados en la identidad. Y en medio de esto, el militarismo, una reacción desesperada que afirma que hay que aumentar el gasto militar. Esto tiene peligro.

¿En qué sentido?

Aumentar el gasto militar implica, por ejemplo, contratar más gente para fabricar munición y armas. Es militarizar la economía, y la economía de otros a tu alrededor. Todo ese material tiene que ser usado, tarde o temprano. Se puede afirmar que se necesita disuasión. Pero ¿cuánto sería eso?

La lógica de comprar o producir tanques, o drones, o misiles que no sean usados es que, en algún punto necesitas usarlos, necesitas darles salida. Entonces viene otra pregunta: ¿dónde vamos a usarlos?

Si no los usamos, tenemos que venderlos, en todo caso esto contribuye a una escalada

Si los vendemos, ¿a quién los vendemos y qué van a hacer con ello? Estamos facilitando la guerra. En todo caso, estamos invirtiendo en la guerra, en el futuro de la guerra. Las guerras provocan refugiados. No se puede invertir en la guerra y estar en contra de los refugiados que causan esas guerras.

Si Europa vende o distribuye ese material militar, es un problema. Y si lo guarda para sí misma, es disuasión. El día en que empiece a usar todos esos tanques será el día en el que nuestra seguridad desaparezca. Se destinan 800.000 millones de euros para gasto militar [en el plan Rearm de la UE] porque se cree que eso proporciona seguridad; eso significa que estamos desinvirtiendo en sanidad, en educación, en servicios sociales, en construcción de paz internacional.

Si vamos a desinvertir en paz e invertir en militarismo, estamos creando de nuevo un escenario en el que ese militarismo se convierte en un tobogán hacia la guerra. Como británica me pregunto: si en Reino Unido estamos gastando para la compra de 148 tanques, a 10 millones de libras cada uno, ¿de verdad creemos que 148 frente a 140 va a marcar la diferencia? Porque si esos 80 millones, en vez de gastarlos en 8 tanques, los invertimos en desarrollo y en construcción de paz, sería algo realmente significativo.

La seguridad tiene que estar basada en dignidad para la gente, en acceso a recursos y a otros derechos. No en el militarismo. Y, sin embargo, nuestros gobiernos están usando el militarismo para afrontar problemas políticos que no quieren abordar a través de la política.

Estamos creando un escenario en el que el militarismo se convierte en un tobogán hacia la guerra

Sanam Naghari

Se habla mucho de la necesidad del rearme y de la vía militar y mucho menos de las posibles vías políticas y diplomáticas. ¿Qué les podemos decir a nuestras hijas cuando escuchan mensajes en los que se defiende la vía militar como inevitable o imprescindible?

Si miramos la historia de la guerra en los últimos cuarenta años, la gran mayoría de las guerras nunca se han resuelto. Empezamos guerras y no sabemos cómo detenerlas. No puedo apoyar eso.

Sabemos, por datos cualitativos y cuantitativos, que en los lugares donde llega la paz y se mantiene la paz son aquellos donde hay movimientos liderados por mujeres activos, visibles, que presionan y luchan por una solución negociada, por el fin de la guerra. Y después trabajan en la implementación, asegurando que la sociedad sane y que el tejido social se reconstruya.

La respuesta a tu hija o a la mía es que el militarismo y la violencia no resuelven las guerras, solo las perpetúan. Donde realmente necesitamos invertir es en diplomacia radical, 24 horas al día, siete días a la semana, una diplomacia que sea inclusiva, porque lo que vemos repetidamente es que si solo se habla con las partes en conflicto, no se llega a ninguna parte.

Es necesario involucrar a los actores de la paz. En cada guerra que estalla hoy en día, hay dos o más bandos que pueden ser violentos, pero la sociedad civil, y especialmente las mujeres, suelen ser las primeras en alzarse para exigir el fin de la violencia, en negociar espacios de paz, en negociar el acceso humanitario y la protección. Y debemos reconocerlas como actores y escuchar sus consejos.

¿Por ejemplo?

Si hubiéramos escuchado a las mujeres afganas en 2018, 2019, 2020 sobre cómo tratar con los talibanes, si se hubieran diseñado negociaciones con espacio para ellas y para minorías, entonces no estaríamos donde estamos ahora. En cambio, lo que hicimos fue decir: los talibanes pueden ocupar la mitad de la sala. Y del otro lado, amontonamos al gobierno afgano, la oposición, señores de la guerra, cuatro mujeres, dos hijos de señores de la guerra… Eso es una receta para el fracaso.

En Europa somos cómplices del genocidio en Gaza. Y se sabe. Nuestros gobiernos nos están implicando en un genocidio.

¿Y ante Ucrania?

Necesitamos repensar la diplomacia. Si miramos el caso de Ucrania, cualquiera de nosotros podría haber dicho en cinco minutos: imagina que Rusia invade Ucrania, ¿cuáles son las implicaciones para Europa? ¿Para la energía? ¿Para la ecología? Todos lo habríamos visto venir. Entonces la verdadera pregunta es: ¿cómo es que no se previno? ¿Dónde estaban nuestros diplomáticos y nuestros políticos? ¿Cómo fallaron?

Y si hablas con diplomáticos veteranos que estaban en Rusia en ese momento, te dirán que estaban advirtiendo a sus gobiernos de los riesgos. Nuestros políticos decidieron no seguir sus consejos, quizá por intereses económicos, por beneficios financieros… Quién sabe. Eso debe investigarse. No podemos decir simplemente que somos diplomáticamente incapaces de prevenir conflictos, porque no es cierto.

La violencia es una elección. La guerra es una elección. Y elegir resolver sin violencia o contener el conflicto también es una elección. No se priorizó la prevención. No lo hicimos con Ucrania, no lo hicimos con Afganistán, definitivamente no lo hicimos con Gaza, ni con Palestina e Israel antes del 7 de octubre, y mucho menos después del 7 de octubre.

Elegimos no hacerlo. Y esto es algo que, como contribuyentes, ciudadanos, etc., tenemos derecho a preguntar a nuestros políticos. Porque cuando permiten que ocurra una guerra —ya sea vendiendo armas, entregándolas, etc.—, cuando facilitan estas conflagraciones que luego son tan difíciles de detener, lo sentimos en casa.

¿Y por qué tu hija o la mía deben pagar por la incompetencia o el egoísmo de un político de 70 años, que estará muerto en 20 años, o incluso antes, pero cuyo legado será una Europa fragmentada y empobrecida por las decisiones que tomó hoy? Tenemos que cuestionar a los líderes.

Hay que acabar con la hipocresía. No podemos decir “nos importan los derechos humanos” y seguir vendiendo armas o no adoptar medidas. Tiene que haber coherencia.

Sanam Naraghi Anderlini, en Madrid

La OTAN estuvo 20 años en Afganistán; cuando se salió de allí, Ucrania se convirtió en el nuevo negocio para la industria armamentística

¿Cómo ve la posición europea ante Gaza? La Corte Internacional de Justicia pide a los países “impedir relaciones comerciales y de inversión” que contribuyan a la ocupación ilegal israelí, pero este dictamen se está ignorando.

Estamos ante un régimen israelí extremista y ante el fracaso de Europa para enfrentarlo. El régimen israelí está explotando la culpa del pasado europeo. Europa está siendo arrastrada hacia la complicidad. Y al hacerlo, ahora somos cómplices de otro genocidio.

Somos facilitadores. Esta vez no estamos mirando hacia otro lado. No estamos fingiendo que no lo sabemos. Lo sabemos. Y por lo tanto, nosotros, como contribuyentes, como ciudadanos, estamos siendo implicados en un genocidio. Nuestros gobiernos nos están haciendo esto.

Nos estamos carcomiendo el alma. Nos estamos destruyendo desde dentro. Si permitimos la muerte de miles y miles de niños, ¿qué somos realmente? ¿Y por qué permitimos que alguien nos haga cómplices? ¿Por qué no tenemos el coraje de alzarnos y decir que no?

Lo digo como contribuyente y como ciudadana de Reino Unido y de Estados Unidos. ¿Cuál es la lógica? No la hay. Estamos siendo arrastrados por una generación de líderes que no estarán presentes para lo que han sembrado. Cosecharemos lo que ellos sembraron, y ellos no estarán.

Nuestros gobiernos están usando el militarismo para afrontar problemas políticos que no quieren abordar a través de la política

¿Es necesario reforzar mecanismos y organismos de gobernanza internacional? ¿Es necesaria una reforma en Naciones Unidas? ¿De qué tipo?

La primera vez que se documentó la idea de un espacio donde los Estados pudieran reunirse, negociar y abordar temas de comercio, paz y seguridad, fue hace 500 años, en Italia. Nos costó muchas guerras, muchas muertes, mucha destrucción, llegar finalmente a la idea y crear la ONU.

Y uno de sus principios clave es que es un espacio donde los grandes agresores, los Estados más grandes, los Estados más poderosos, mantienen de alguna manera el control, en el Consejo de Seguridad. Cuando Rusia invadió Ucrania, 153 Estados miembros votaron a favor de la integridad territorial de Ucrania. Ante Gaza, 160 países votaron a favor de un alto el fuego, a favor del derecho de autodeterminación del pueblo palestino, y siguen haciéndolo. Podría decirse que esto supone una prueba de resistencia para la ONU.

La mayoría de los Estados están intentando defender el derecho internacional. Y las grandes potencias son las que tienen a todos como rehenes. Así que la pregunta es: ¿cómo reformamos? ¿De qué modo? Llevo 30 años en esto y es la primera vez que veo cómo el sistema de la ONU se enfrenta colectivamente a las grandes potencias y habla al unísono. Desde Antonio Guterres, hasta el director de ACNUR, pasando por la dirección de UNICEF, la relatora Francesca Albanese, etc.

Tenemos esta institución global que lo está intentando. Tenemos 160 Estados miembros que dicen defender algo. Y aun así permitimos que Israel, Estados Unidos y algunos otros aliados continúen el genocidio. Es una cuestión de liderazgo. No puede ser cierto que un Estado sea abrumadoramente más poderoso que los otros 182.

No se priorizó la prevención ante Ucrania, no se priorizó ante Afganistán, definitivamente tampoco se hizo ante Gaza

¿Cómo percibe las respuestas desde la sociedad civil?

¿Dónde está la valentía de liderazgo para que alguno de nuestros líderes mundiales se levante y alce la voz? ¿O para que se una a una flotilla hacia Gaza? ¿Por qué la flotilla a Gaza debe estar liderada por una activista sueca? ¿Quién es la líder? ¿Es Greta Thunberg? ¿O son todos estos políticos que se pasean con sus trajeados y dan discursos elegantes?

Estamos viendo la falta de voluntad de nuestros actores estatales para defender lo correcto, para defender nuestro futuro, lo moral y ético. Y, por lo tanto, también es el momento de la importancia del activismo ciudadano. Es inmoral que nos impliquen en un genocidio. Están socavando la confianza pública en el Estado. Y esto tendrá consecuencias a largo plazo.

Así que, contestando a tu pregunta, creo que necesitamos el sistema de la ONU, pero necesitamos un sistema que reconozca a la sociedad civil, el espacio de activismo cívico de los ciudadanos en el mundo y que realmente aproveche ese poder para que luchemos colectivamente por los derechos humanos, por la paz y la democracia.

La Carta de la ONU dice “nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas”. Los pueblos, no los Estados. Esto significa que, como ciudadanos del mundo, tenemos el derecho y la responsabilidad de participar en cuestiones de paz y de seguridad.

En los últimos 25 años hemos visto que nuestros gobiernos no han protegido a los civiles, a niños. Hay señores sentados en sus despachos enviando a hombres y mujeres a las guerras, o frente a pantallas dando órdenes a drones para matar a niños. Ese es nuestro mundo hoy. Por eso el activismo es crucial en un momento así.

La lógica de producir o comprar armamento es que necesitas usarlo o venderlo, lo que lleva a un futuro de guerra en algún lugar

¿Se siente frustrada a veces?

A nivel personal me siento cansada, enfadada y sí, frustrada, porque hay mucha gente trabajando en la dirección correcta, en el terreno, porque hay soluciones que están al alcance, para prevenir, para resolver. Por el coste de tres misiles tendrías un país en paz en Oriente Medio, por ejemplo. La guerra no es inevitable. En Ucrania, por ejemplo, deberíamos haber evitado esa guerra o haberla parado hace mucho.

Antes comentó que solo tras muchas guerras se llegó a la construcción de Naciones Unidas. ¿Se necesitan experiencias en carne propia -guerras- para entender qué debe ser evitado? En este siglo, ¿no se ha aprendido aún que se pueden hacer las cosas de otro modo?

Las generaciones anteriores a la mía supieron lo que era la guerra, tanto en Occidente como en Rusia, y se comprometieron contra ella. Habían vivido la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría. Y podían ser comunistas o capitalistas, del este o del oeste, pero se comprometieron para prevenir la guerra, a través de la disuasión, de la diplomacia a todos los niveles, con enorme conocimiento y comprensión entre ellos. Con expertos en EEUU en espacio soviético y viceversa: se entendían, se conocían.

Desde los años noventa y, especialmente, tras el 11-S -cuando EEUU se convirtió en la potencia dominante en el mundo- se cambió el guión. La idea predominante pasó a ser que “si podemos ir a la guerra, primero vamos a la guerra”, “si las sanciones y la guerra no funcionan, entonces diplomacia”. En esto también juega un papel muy importante la industria armamentística.

La OTAN estuvo durante veinte años en Afganistán, cuando se salió de allí, Ucrania se convirtió en el nuevo negocio para la industria armamentística. Y ahora ya no es solo este el negocio, ahora se está convirtiendo también en el complejo industrial militar y humanitario, porque no estamos parando esas guerras, no estamos apoyando esfuerzos diplomáticos, solo estamos diciendo “enviemos dinero a las crisis humanitarias”. Hay 120 millones de personas desplazadas a causa de los conflictos bélicos en el mundo.

La guerra está aquí, frente a nosotros, está en nuestras fronteras. La pregunta es si nuestros políticos tienen la valentía, el intelecto, la empatía, la visión y la imaginación para entender que se les dio un regalo al final de la Segunda Guerra Mundial -una construcción para vivir en paz- y, en vez de alimentar y revitalizar esto, es tan fácil destrozarlo…

Se necesitan cinco años para construir un edificio y solo un segundo para derribarlo. Esto es lo mismo. Necesitamos líderes valientes, hombres y mujeres de Estado.

No podemos decir que somos diplomáticamente incapaces de prevenir conflictos, porque no es cierto. La guerra es una elección.

¿Cómo valora la narrativa predominante sobre la vía militar y la guerra?

La narrativa predominante suele afirmar que la humanidad es violenta. No creo que esto sea verdad. Si observas la humanidad a través de las experiencias de las mujeres, verás que la violencia no suele ser nuestra primera elección. La cuestión de cómo sobrevivir, de cómo protegerse y cuidarse, significa buscar formas de coexistir.

Podemos usar nuestra lengua, podemos luchar con palabras, podemos ser emocionalmente abusivas, pero la violencia no es la primera opción. E incluso con los hombres, no creo que sea la primera opción para la mayoría de ellos. Creo que hay gente que no ha recibido las herramientas para entender y procesar sus propias reacciones emocionales. Pero la norma es coexistir.

Sin embargo, se están destrozando las bases. Si se le pregunta a alguien si quiere sufrir una guerra, la mayoría te dirá que no, aunque no hayan vivido una. ¿Serían ustedes felices si cayeran bombas, si hubiera francotiradores en las escaleras, si no hubiera agua y electricidad? Esa es la pregunta. Eso es la guerra.

Por eso hay que atender a quienes defienden la paz en sus comunidades, a quienes median en los conflictos o narran soluciones de paz. Es momento de imaginar la paz, de trabajar por ella y no dar espacio al miedo que están intentado instalar.

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