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Kiev denuncia que Rusia recluta y engaña a jóvenes en Ucrania para cometer atentados: “Hacen explotar a sus agentes”

El SBU y la Policía ucraniana organizan una sesión con estudiantes para luchar contra el reclutamiento por parte de los servicios secretos rusos

Shaun Walker

Rivne (Ucrania) —
6 de julio de 2025 21:23 h

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Oleh encontró el trabajo a través de un canal de Telegram donde se ofrecían trabajos por días y encargos puntuales. Parecía fácil. Tenía que viajar desde su casa en el este de Ucrania hasta la ciudad de Rivne, en el oeste del país. Allí cogería una mochila con un bote de pintura para rociar con ella la comisaría local.

Hacía falta ser rápido para huir del lugar sin ser detenido, pero para el joven de 19 años los 1.000 dólares que ofrecían a cambio de una sola mañana de trabajo era un buen salario, por no decir fantástico.

Hasta que en una mañana nevada de principios de febrero abrió la bolsa frente a la comisaría de Rivne y retrocedió horrorizado. En lugar de un bote de pintura, Oleh vio lo que parecía una bomba casera, con cables sobresaliendo y un teléfono móvil conectado. Aparentemente, se trataba de un mecanismo rudimentario de detonación a distancia.

De haber explotado, el artefacto habría convertido a Oleh en un terrorista suicida involuntario, uno más de los que participan en una nueva y siniestra serie de atentados que los agentes del servicio de espionaje ruso están organizando en Ucrania con reclutas locales esporádicos, de acuerdo con la información del SBU (la agencia ucraniana de espionaje). Según una fuente de la Policía ucraniana, hasta la fecha ha habido más de doce atentados en los que el autor resultó herido o muerto.

Imagen de dos explosivos incautados por los servicios secretos ucranianos.

El portavoz del SBU, Artem Dekhtiarenko, declara a The Guardian que la campaña rusa de sabotajes en Ucrania comenzó en la primavera de 2024. Empezaron con ataques incendiarios contra vehículos militares, oficinas de reclutamiento y de correos. El objetivo principal eran las regiones más alejadas del frente de combate, en el oeste de Ucrania.

Usando una estrategia que combina la tentación con el chantaje, los reclutadores buscan a los candidatos entre los adolescentes ucranianos, ofreciéndoles dinero por Telegram para llevar a cabo los ataques. Como prueba del trabajo realizado, los autores de los ataques tienen que grabar el incendio con sus teléfonos y enviar el vídeo. Esas grabaciones han acabado siempre en canales de Telegram afines a Rusia como supuestas evidencias del descontento en Ucrania, donde es cierto que la guerra de Rusia ha acrecentado las tensiones sociales en torno a temas como el servicio militar obligatorio.

Los ataques forman parte de una guerra secreta que está librándose en las sombras, al mismo tiempo que el conflicto abierto en el frente. Según muchas agencias occidentales de espionaje, Rusia también está organizando sabotajes y ataques incendiarios en países europeos.

Por otro lado, se estima que los servicios ucranianos de espionaje han estado detrás de varios ataques incendiarios contra oficinas de reclutamiento en Rusia al principio de la guerra que comenzó en febrero de 2022.

A finales de 2024 Rusia pareció aumentar la intensidad. Pasó de simples ataques incendiarios en Ucrania a atentados parecidos a los de los grupos terroristas. “Comenzaron la captación a gran escala de ucranianos para colocar bombas en coches, cerca de las cajas de reclutas, cerca de los departamentos de Policía, etc...”, señala Dekhtiarenko.

Para este artículo sobre la nueva campaña rusa de atentados con bomba dentro de Ucrania, The Guardian entrevistó a sus autores, actualmente en prisión y a la espera de juicio. Sus nombres han sido cambiados. El periódico también accedió a detalles de los casos en cuestión y entrevistó a varios agentes del SBU con experiencia en casos similares.

El reclutamiento

El SBU cree que los rusos construyen redes compuestas por ucranianos. Una persona fabrica la bomba y la deja en un lugar acordado. A continuación, otra persona la recoge sin saber de qué se trata. De este modo, los reclutadores rusos pueden provocar explosiones en lo más profundo de Ucrania sin tener que poner un pie en este país.

El SBU sostiene que desde principios de 2024 ha detenido a más de 700 personas por sabotaje, incendios provocados o terrorismo. Muchos estaban en paro o necesitaban dinero para sus adicciones. Alrededor de una cuarta parte eran adolescentes. Hasta la fecha, la persona más joven que fue captada por Rusia es una niña de 11 años de la región de Odesa.

“En algunos casos, los agentes no solo colocan la bomba, sino que inconscientemente hacen las funciones de terrorista suicida”, afirma Dekhtiarenko. “Los rusos hacen explotar a sus propios agentes, se está volviendo una práctica habitual”.

Imagen difundida por el Servicio de Seguridad de Ucrania de Oleh y Serhiy detenidos en Rivne

Con 19 años y en paro, Oleh estaba muy necesitado de dinero. “Me sentaba en casa y no hacía nada”, dice de los tres años transcurridos desde que había dejado el colegio. En 2024 tuvo un hijo. Buscaba dinero para mantenerlo y pasaba mucho tiempo en los canales de Telegram que ofrecen “trabajo en Ucrania”. En uno de ellos vio el mensaje de un hombre llamado Anton. “Decía que tenía trabajos fáciles pagados en dólares. Cuando me puse en contacto con él, me dijo que hiciera fotos del juzgado, de la oficina de reclutamiento y de la comisaría [de mi ciudad]”, recuerda Oleh. “Me pagó 50 dólares [unos 43 euros] en una criptocartera”. El pago fue realizado en USDT, una de las criptomonedas estables.

Según los agentes del SBU, los reclutadores rusos suelen empezar asignando tareas sencillas como esa. Tomar fotografías de lugares sensibles es un encargo común, como también lo es imprimir copias de folletos subversivos para hacerlos circular. Una vez que el recluta ha sido atraído, suben la apuesta. “A veces hacen amenazas, otras veces son amistosos y alentadores; depende de quién sea la persona que está llevando el agente, usan distintas manipulaciones psicológicas en función de cada uno”, según Dekhtiarenko.

Los reclutadores suelen adoptar una jerga juvenil para que la persona captada piense que está hablando con alguien de su edad. A veces tratan de seducirles o les ofrecen apoyo moral en situaciones familiares complicadas. Antes que revelarse como rusos, suelen decir que son ucranianos “cansados de la guerra” que buscan hacer ver la oposición al conflicto.

Si la persona captada se muestra reticente, el reclutador puede revelar su conexión con Rusia y chantajearlo para aumentar la presión y amenazar con enviar al SBU pruebas de su cooperación anterior. “Si cumplen con la primera asignación, han mordido el anzuelo”, agrega Dekhtiarenko.

En uno de estos casos, después de enviar malware al móvil de una adolescente ucraniana, el reclutador la amenazó con publicar fotos y vídeos íntimos que había obtenido a través de su teléfono si no seguía cooperando, señala el SBU.

Poco después de que Oleh sacara las fotos, Anton le encargó una nueva tarea: quemar un edificio en su ciudad natal. Oleh le dijo que no, que él no era un terrorista. Ante la insistencia de Anton, Oleh lo bloqueó. Sin embargo, la conversación quedó grabada en su mente porque necesitaba el dinero de verdad. Eso contribuyó a que se sintiera muy tentado varias semanas después, cuando un tal Alexander se puso en contacto con él por Telegram y le habló de ganar 1.000 dólares sin tener que quemar nada.

La misión

A Oleh le preocupaba hacer el trabajo sin nadie que lo acompañase, así que propuso a Serhiy, un viejo amigo del colegio, hacerlo juntos dividiendo los 1.000 dólares entre los dos. Serhiy recordó durante una entrevista aquella conversación. “[Oleh] me dijo ‘tengo trabajo, ¿quieres venir a Rivne?’. Le pregunté de qué se trataba y me respondió ‘te lo diré más tarde’”. Aceptó rápidamente: tenía dos hijos y también estaba en paro. El dinero le iba a venir bien.

Oleh dijo a su novia que se iba un par de días para ganar algo de dinero para ella y su hijo. Alexander, el contacto de Telegram, envió unos 200 dólares [unos 170 euros] por adelantado para gastos, de nuevo en criptomonedas, y compró pasajes para el autobús desde la región de Sumy hasta Rivne. El viaje duró todo el día. A última hora de la tarde, Oleh y Serhiy llegaron a Rivne. Alexander le había dicho a Oleh que buscara un hotel barato para pasar la noche y esperara instrucciones.

A la mañana siguiente, Alexander envió a Oleh la dirección de una cooperativa de garajes en las afueras de la ciudad. “Dijo que lo único que teníamos que hacer era recoger allí una mochila con pintura”, contó Serhiy. Un poco nerviosos, los dos amigos se pusieron en marcha. Cuando llegaron al lugar, Oleh llamó a su contacto de Telegram, que le dio las indicaciones por teléfono. “Me dijo ‘gira a la derecha, verás un neumático entre el garaje número 32 y el número 33’”, recuerda Oleh. Dentro del neumático estaba la mochila negra y la bolsa blanca de plástico. Recogió las dos, como le habían indicado.

Alexander le dijo a Oleh que no abriera las bolsas, sino que se dirigiera a la ubicación que le iba a pasar por Telegram y que lo llamara cuando estuviera allí. El lugar que le pasó era la comisaría local. Alexander aseguró que el bote estaba preparado para explotar en cuanto se abriera la bolsa, rociando de pintura las paredes de la comisaría y transmitiendo un mensaje antisistema sobre la inutilidad de la guerra.

Oleh llamó a un taxi y se dirigió con su amigo a la ciudad. Acordaron separarse antes de llegar a la comisaría. Oleh se encargaría de coordinar con Alexander dónde dejar la bolsa, mientras Serhiy vigilaba para comprobar que nadie los seguía y avisar a su amigo si veía algo sospechoso. Serhiy parecía muy inquieto en el chat de Telegram entre los dos amigos, al que tuvo acceso posteriormente The Guardian. “He vuelto a ver el mismo BMW y a la misma mujer”, escribió, sospechando que alguien los vigilaba. “Esperemos que todo vaya bien”, respondió Oleh.

Alexander llamó a Oleh y le dijo que abriera la bolsa blanca de plástico y sacara la caja que estaba en su interior. Luego tenía que caminar hacia la entrada de la comisaría con esa caja en la mano. Oleh lo hizo, pero empezó a sospechar y abrió la caja para ver qué había dentro. Se sobresaltó al ver algo muy parecido a una bomba. Presa del pánico, decidió correr hacia el policía más cercano para decirle que temía estar cargando con explosivos. Estaba haciéndolo cuando los agentes del SBU se abalanzaron sobre él y sobre Serhiy. Cogieron los paquetes y obligaron a los dos a tirarse al suelo.

Según un agente implicado en el caso, un equipo del SBU llevaba vigilando a Oleh y a Serhiy desde el momento en que recogieron la bomba. Rivne había sufrido un atentado muy similar tres días antes, a manos de un joven desempleado de 21 años captado por Telegram para recoger un artefacto y llevarlo a una de las oficinas de reclutamiento militar de la ciudad. El artefacto explotó, matando al atacante y provocando heridas en ocho soldados.

El agente del SBU describió los dispositivos que llevaba Oleh: la mochila negra contenía un artefacto explosivo casero, repleto de clavos y tornillos; en la bolsa más pequeña había una caja blanca con un artefacto explosivo de menor potencia y un pequeño orificio por el que una cámara captaba imágenes que se enviaban a Alexander, quien las recibía junto con la geolocalización de Oleh. Alexander podía ver la ubicación de Oleh en tiempo real y dirigirlo a un lugar lleno de gente. Mientras Oleh esperaba la orden de sacar el supuesto bote de pintura de la bolsa, el reclutador haría explotar los dos artefactos llamando a los dos teléfonos conectados a ellos.

Si esto hubiera ocurrido, lo más probable es que Oleh estuviera muerto, igual que el atacante fallecido tres días antes. Con Oleh podrían haber muerto muchos más: la entrada de la comisaría estaba abarrotada de agentes entrando y saliendo, además de visitantes haciendo cola para entrar en el edificio.

Pero el SBU preveía otro ataque después de la explosión ocurrida tres días antes. Habían seguido a la pareja de amigos y tenían equipamiento especial para abordarlo, según el agente. “Teníamos medios técnicos para bloquear la señal de teléfono”, aseguró. Cuando Alexander marcó el número de los teléfonos conectados a las bombas para hacerlas explotar, las llamadas no entraron.

El SBU no está seguro de la identidad real de Alexander, pero cree que, de un modo u otro, representa a los servicios de espionaje rusos. En ocasiones, el montaje corre a cargo de oficiales del espionaje militar ruso (GRU) o del servicio de espionaje interior ruso (FSB). Pero tanto el GRU como el FSB reclutan a intermediarios para que mantengan esos contactos.

El SBU aún no ha encontrado a la persona que fabricó los artefactos explosivos recogidos por Oleh y Serhiy, pero creen que fue otro adolescente ucraniano captado por Alexander. En otra ocasión, el SBU detuvo en Rivne a una adolescente que había fabricado artefactos similares. La habían captado por Telegram y le habían enviado tutoriales en vídeo para fabricar los artefactos con productos de uso común.

Tratando de luchar contra estos sistemas de captación de adolescentes, el SBU ha puesto en marcha un programa de concienciación en los colegios ucranianos donde advierten a los niños del peligro de los desconocidos que ofrecen ganar dinero por Telegram. “Como dice el refrán, el único queso gratis es el de la ratonera”, dice uno de los agentes del SBU.

La agencia también ha creado un chatbot de denuncia para que los jóvenes ucranianos informen a las autoridades sobre conversaciones o cuentas de Telegram sospechosas.

Uno de los menores detenidos por el SBU sospechoso de haber sido reclutado por Rusia.

Exportar a Occidente

Durante el último año, los servicios europeos de espionaje han enfrentado una oleada de sabotajes y ataques incendiarios vinculados a Rusia. La gran pregunta es si Moscú exportará a Occidente las tácticas desplegadas en Ucrania. Los ataques en Occidente hasta ahora han buscado sembrar el caos y, en ocasiones, provocar daños materiales, pero no han sido diseñados para causar víctimas mortales.

Según un integrante de la Policía ucraniana, eso podría cambiar. “Ucrania es el campo de pruebas de la guerra rusa convencional e híbrida”, alerta. “Fíjese en los ciberataques, en los incendios provocados, en los sabotajes ferroviarios… Aquí hacen las pruebas, y luego las exportan a países occidentales”.

Es posible que Oleh y Serhiy estén vivos gracias a que fueron capturados, pero ahora están entre rejas a la espera de un juicio en el que podrían recibir una condena de hasta 12 años de cárcel. Oleh aún no está seguro si se declarará culpable. Insiste en que no sabía que estaba trabajando para los rusos, ni que sus acciones podían haber provocado una matanza.

En una breve llamada telefónica a la cárcel de Rivne, su novia le dijo que se olvidara de volver a hablar con ella y con su hijo. Con sus padres también mantuvo una breve conversación telefónica. “Dicen que soy idiota”, resumió con una sombría brevedad.

Traducción de Francisco de Zárate

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