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The Guardian en español

Rex Tillerson encarna los peores dilemas de Trump: Rusia y los conflictos de intereses

Tillerson, nuevo secretario de Estado de EEUU

Julian Borger

Washington —

Con el nombramiento de Rex Tillerson como secretario de Estado, Donald Trump prenderá una mecha en el Congreso en torno a dos problemas que parecen proyectar una sombra en los primeros momentos de su presidencia: Rusia y los conflictos de intereses.

Tillerson encarna los dos dilemas. El presidente de ExxonMobil ha trabajado cerca de Vladímir Putin y su círculo a través de diferentes acuerdos petroleros. El destino de estos acuerdos supondrán para él un interés personal si llega a negociar con Moscú como secretario de Estado. Levantar las sanciones liberaría las operaciones de miles de millones planeadas por ExxonMobil en Rusia y aumentaría el fondo de pensiones del propio Tillerson.

Sus audiencias de ratificación en el Senado serán una lucha dura y amarga. Para la legión de críticos de Trump, los vínculos opacos con Rusia y sus clamorosos conflictos de intereses representan amenazas existenciales para la democracia. Trump ha dado el visto bueno a Tillerson, que recibió la Orden de la Amistad de Moscú, mientras en Alepo se vive una masacre.

Además, estas audiencias de ratificación se llevarán a cabo a la vez que una investigación en el Congreso sobre el papel que desempeñó la inteligencia rusa en el desenlace de las elecciones presidenciales y en si concedieron alguna ventaja a Trump. La legitimidad de su presidencia, para la mayoría del electorado de EEUU y gran parte del resto del mundo, estará en juego en esas jornadas.

Al mismo tiempo que comunicaba, a través de sus característicos tuits, que el nombramiento para la Secretaría del Estado llegaría el martes, Trump también reveló casualmente cómo iba a lidiar con sus graves conflictos de intereses. Según él mismo explicó, lo hará “dejando” sus negocios y otorgando la gestión a sus dos hijos mayores, Donald Jr y Eric. También aseguró que su organización “no realizaría nuevos negocios” mientras estuviese en el cargo.

Las breves comunicaciones vía Twitter han sustituido a una supuesta rueda de prensa que el propio Trump dijo que daría este jueves pero que finalmente ha sido cancelada. Poco antes de la medianoche de este lunes, Trump tuiteó que se enfrentaría a las preguntas de la prensa “muy pronto para discutir sobre sus negocios, nombramientos y todos los demás temas de interés”. No precisó cuándo aunque su portavoz dijo que sería el próximo mes.

Tampoco precisó lo que significaría su “salida” de Trump Organisation –abandonar la dirección o deshacerse de su participación en la propiedad– o si la venta de su parte disminuiría sus conflictos de intereses como presidente si las decisiones que toma desde el Despacho Oval pueden enriquecer a sus hijos.

Por otra parte, también resulta dudoso si un imperio tan grande como Trump Organisation, que tiene presencia en unos 20 países, puede seguir funcionando sin realizar “nuevos negocios”. Firmar acuerdos con gobiernos y socios es el pan de cada día de este tipo de empresas.

La legislación estadounidense permite al presidente tener conflicto de intereses. Sin embargo, si los negocios en los que tiene participación se benefician de pagos de gobiernos extranjeros o compañías estatales correría el riesgo de violar la 'Cláusula de Emolumentos' de la Constitución.

Por su parte, Tillerson podría vender sus acciones de ExxonMobil y acumularlas en su fondo de pensiones, pero la pregunta sería si dicha venta le despojaría también de su lealtad hacia esa compañía que le ha dado empleo durante cuatro décadas, que opera casi como lo hace un Estado y que supera a las economías de la mayoría de países del planeta.

Una prueba de fuego para Trump

La decisión de Trump de elegir a Tillerson, y de mantener su imperio en manos de la familia, representan actos que desafían a los tradicionalistas dentro del Partido Republicano. Senadores veteranos como John McCain o Lindsey Graham harán que la confirmación de Tillerson y la investigación sobre la injerencia electoral rusa sean una prueba de fuego para el nuevo presidente. Se necesitaría la rebeldía de solo un senador republicano para quitar a Trump su mayoría.

Eminentes figuras de anteriores administraciones republicanas parecen haber sido las que animaron a Trump a elegir a Tillerson. Figuras como James Baker, Condoleeza Rice o Robert Gates. Este apoyo quizá alivie a algunos republicanos nerviosos pero ellos mismos tienen sus propios conflictos de intereses. El bufete de Baker representa a ExxonMobil y a las empresas estatales rusas de gas y petróleo. Rice y Gates son compañeros en una consultora internacional de la que se ha informado que ha sido contratada por ExxonMobil.

Uno por uno, los líderes del partido que una vez despreciaron a Trump se han puesto de su lado a medida que su campaña lograba un impulso inesperado. El presidente electo apuesta a que se pondrán de nuevo de su parte por miedo a perder la oportunidad de dirigir las tres ramas del gobierno.

Es una apuesta de mucho riesgo. La gran escala de conflicto de intereses en la nueva Administración y la evidente influencia de Moscú en la política de EEUU hacen que todo esto sea un territorio inexplorado para todos.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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