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The Guardian en español

El sistema de admisión a las universidades de élite de Estados Unidos está completamente amañado

Fachada exterior de la Universidad de Georgetown, en Washington, Estados Unidos.

Richard Reeves

¡Qué noticia más sorprendente y horrorosa! Los estadounidenses ricos utilizan su dinero para comprar la admisión de sus hijos en las mejores universidades del país. Una investigación del FBI, que ha recibido el acertado nombre de operación Varsity Blues [en honor a la película homónima que en España se conoce como Juego de campeones], ha sacado a la luz un escándalo de corrupción en el sistema de admisiones de muchas universidades con pagos de sobornos que ascienden a un total de 25 millones de dólares en efectivo.

Según esta investigación, los entrenadores habrían sido sobornados para incluir a los candidatos en la lista de estudiantes a admitir por sus habilidades atléticas. Por otra parte, también se habría sobornado a los responsables de las pruebas de ingreso para que amañaran calificaciones o permitieran que otra persona hiciera el examen.

William 'Rick' Singer, fundador de un negocio con sede en Newport Beach, California, que asesora a los estudiantes cuando preparan sus solicitudes de ingreso a las mejores universidades del país, es el cerebro de la trama. Las actrices de Hollywood Lori Loughlin y Felicity Huffman se encuentran en el grupo de 33 padres que han sido identificados en esta operación del FBI. Loughlin es conocida por la serie Full House y Huffman se hizo famosa por su papel en 'Mujeres Desesperadas', aunque ahora será conocida por ser una madre desesperada. Y no está sola. Si hay un rasgo de muchos padres acaudalados que llama la atención es precisamente su ansiedad por conseguir que sus hijos sean admitidos en las mejores universidades del país.

La trama de sobornon de Singer supuestamente permitía a los padres comprar la entrada de sus hijos en algunas de las universidades más prestigiosas del país, entre ellas, Yale, Georgetown, Stanford, UCLA, la Universidad de San Diego, USC, la Universidad de Texas y Wake Forest.

El FBI ha querido puntualizar que han sido algunos trabajadores de estas universidades, y no estos centros académicos, los que aceptaron sobornos. La agencia ha identificado a nueve entrenadores deportivos que han participado en esta trama.

“Tras investigar durante diez meses, y por medio de técnicas sofisticadas, el FBI ha desenmascarado lo que creemos que es un sistema corrupto”, ha indicado John Bonavolonta, el agente del FBI a cargo de la operación. “Ha privado a estudiantes de todo el país de su derecho a competir en igualdad de condiciones al solicitar el acceso en algunas de las universidades de élite del país”.

Seamos sinceros: todo el sistema “está amañado” en beneficio de las familias adineradas. Es cierto que en este caso es especialmente vergonzosa la forma en que el dinero se ha transformado en una codiciada plaza en una universidad de élite. De hecho, es ilegal. Sin embargo, hay muchas otras maneras de privar a los estudiantes de una oportunidad justa si no tienen la suerte de haber nacido en el seno de una familia con dinero y conexiones.

La diferencia entre la trama ilegal que ha descubierto el FBI y las formas legales de conseguir entrar en una universidad a cambio de dinero es más una cuestión de sutilidad que de la propia naturaleza de la acción. La equivocación de los padres en este caso fue participar en algo ilegal. Muchas otras formas de conseguir una plaza no son ilegales pero si inmorales.

Tomemos por ejemplo el hecho de que los padres sean exalumnos de la universidad, por ejemplo. Esto aumenta las posibilidades de ser admitido y, por razones obvias, los exalumnos de las escuelas de élite suelen tener mucho dinero, especialmente si se casan con otros exalumnos (también son desproporcionadamente blancos). En Harvard, Yale, Princeton, Georgetown y Stanford la tasa de admisión de candidatos con padres que fueron a la misma universidad es entre dos y tres veces más elevada que la tasa de admisión general. Si no entran en la primera ronda, tal vez se les pide que se tomen “un año sabático” y empiecen un año más tarde, un atajo conocido como “lista Z”.

Según un estudio de Princeton, ser hijo de exalumnos es como tener 160 puntos adicionales en el SAT [el examen para la admisión en la mayoría de universidades de Estados Unidos] en la versión de 1.600 puntos. Imaginen qué pasaría si las universidades dieran este tipo de ventajas a los candidatos de familias con menos recursos.

Como reconoce John W. Anderson, codirector de orientación universitaria de la Phillips Academy, un internado de élite de Andover, Massachusetts, de los estudiantes de su escuela que figuran en la lista Z de Harvard, “un porcentaje muy, muy, muy alto” son hijos de antiguos alumnos. El Harvard Crimson [el periódico de la Universidad de Harvard] estima la proporción en cerca de uno de cada dos.

¿Y qué decir del trato preferente que reciben aquellos que hacen donaciones a una universidad? En vez de sobornar a los entrenadores, los padres más ricos pueden sobornar –perdón: hacer un donativo– a la escuela.

En 2017, el Washington Post informó sobre el trato especial dado a los “solicitantes VIP” a través de una “lista de vigilancia” anual. Las solicitudes de los candidatos cuyos padres eran grandes donantes incluían anotaciones en sus expedientes como “$500.000. Debe estar en WL” (lista de espera). Y, todavía mejor, estas donaciones están libres de impuestos. Como regla general, cuanto más elevada sea la suma donada, más elevadas serán las posibilidades de ser admitido. La pregunta que se hacen los padres que quieren que sus hijos vayan a una universidad de élite es, “¿qué precio tiene? En otras palabras, ¿cuánto tengo que donar para que mi hijo pueda entrar?

Cualquiera que sea el precio, los que tienen más dinero pueden pagarlo sin problema. Peter Malkin se graduó de la Facultad de Derecho de Harvard en 1958. Se convirtió en un promotor inmobiliario muy rico, y en un gran donante. En 1985, la instalación atlética cubierta de la universidad fue rebautizada como Malkin Athletic Center en su honor. Los tres hijos de Malkin fueron a Harvard. En 2009, cinco de sus seis nietos con edad para ir a la universidad habían seguido el ejemplo (un nieto valiente se atrevió a matricularse en Stanford).

¿O qué me dicen de Jared Kushner, el yerno de Donald Trump? Kushner fue admitido en Harvard poco después de que su padre donara 2,5 millones de dólares. Un trabajador de la escuela secundaria de Kushner dijo que “de ninguna manera nadie en la oficina administrativa de la escuela pensó que el joven, por sus méritos, entraría a Harvard. Su nota media no lo justificaba, sus notas en el SAT no lo justificaban”.

David E. y Stacey Goel acaban de dar 100 millones de dólares a Harvard. Voy a arriesgarme a decir que Elizabeth-Grace y Noah, sus hijos pequeños, tienen muchas posibilidades de ser admitidos en Harvard en un futuro.

Incluso aquellos padres que no son los más ricos, pero que son de clase media alta, pueden invertir su dinero en aumentar las posibilidades de sus hijos, pagando a tutores, clases de preparación para el SAT o entrenadores deportivos. Los primeros estudiantes en mandar su solicitud tienen una mayor posibilidad de ser admitidos, lo que favorece a las familias más acomodadas, ya que la admisión temprana se anuncia antes de que se tomen decisiones relativas a la concesión de becas y otras ayudas a estudiantes.

Muchas universidades prefieren a los estudiantes que han “mostrado interés” en el centro académico. ¿Cómo mostrar interés? Visitando el campus. Fácil para los que tienen dinero para pagar el vuelo y el alojamiento y más complicado para los que tienen ingresos modestos o bajos.

No es de extrañar que en las universidades de élite, incluidas la mayoría de las que aparecen en la trama de corrupción, como Yale, Duke, Stanford y Wake Forest, se acepten más estudiantes de familias que se encuentran en el 1% más rico que en el 60% más pobre.

Así que me quito el sombrero ante el agente especial del FBI Bonavolonta y su equipo por sacar a la luz este caso de corrupción. Sin embargo, no deja de ser la punta del iceberg de un problema mucho más profundo. Las universidades de élite están sirviendo para reforzar la desigualdad de clases, en lugar de reducirla. El proceso de admisión opaco, complejo e injusto es una gran parte del problema. Desde una perspectiva de igualdad, no sólo Singer y sus clientes son los culpables. También lo es el sistema.

Richard V Reeves es el autor de 'Dream hoarders: how the American upper middle class is leaving everyone else in the dust, why that is a problem and what to do about it'.

Traducido por Emma Reverter

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