Más de 28.800 personas se juegan en Madrid una plaza fija en Correos: “Me quiero jubilar tranquila porque llevo siete años en paro”
El contrato laboral de Alfredo, de 56 años, terminó este viernes después de un mes. Antes de eso, trabajó siete meses en una oficina. Ha venido encadenando trabajos temporales tras la crisis, cuando tuvo que cerrar la empresa de artes gráficas que dirigía. Este domingo, en Madrid, espera finalmente conseguir “tranquilidad”, según cuenta. Como él, cerca de 167.000 personas en toda España y unas 28.800 en la capital se han evaluado de forma simultánea para optar a una de las 4.005 plazas fijas que ha habilitado Correos, la mayor oferta de la empresa pública postal en diez años, según promocionan.
La concurrencia en la estación de Metro de Ciudad Universitaria, en Madrid, este domingo a las ocho de la mañana era la de un día laboral en hora punta. Miles de personas, jóvenes y adultos, intentaban orientarse con mapas que repartían los sindicatos. Solos o acompañados por familiares y amigos, avanzaban hacia las diferentes facultades donde se examinarían para obtener un puesto de cartero a pie o motorizado, de agente de clasificación o de atención al cliente en oficinas.
En la capital, donde hay 9.000 trabajadores de Correos –uno de cada cuatro con contrato temporal, según Comisiones Obreras–, los aspirantes optan a 837 puestos. Una de esas plazas espera obtener Reyes, una limpiadora de 58 años de Rascafría, que va desorientada por las aceras de la Universidad Complutense de Madrid. Es su primera vez allí y la acompaña su hija, que es enfermera. Reyes no ha tenido mucho tiempo para estudiar, según cuenta, pero se ha lanzado “para probar” porque “quiere mejorar económicamente”. “Antes había mejor empleo y mejores condiciones; ahora se trabaja más tiempo y por menos dinero”, lamenta.
“Los trabajos están muy mal”, critica Rocío, de 48 años, que se muerde las uñas y frunce el ceño por los nervios mientas hace los últimos repasos al temario en su móvil. La mujer se registró para examinarse en octubre del año pasado, cuando casi cerraba el plazo de inscripción que abrió en septiembre, y desde entonces se ha estado preparando por su cuenta “según lo que iba pudiendo”.
Mientras avanza, Rocío explica que tiene una familia a cargo y ha estado trabajando con contratos de tres meses como teleoperadora. “Sigo en crisis”, dice. La etapa que empezó en 2008 aún no han terminado para ella y suspira cuando piensa en la “estabilidad” que le podría traer un trabajo fijo: “Sería mi jubilación”.
Para otros, obtener una plaza en la empresa pública postal sería una oportunidad para “una mejora personal”, como Mireya, de 30 años, que espera trabajar más cerca de donde vive, en Alcalá de Henares. O también de ganar dinero “en un puesto que pagan bien”, como Enrique, de 24, que quiere ahorrar para seguir formándose en cursos de administración o producción musical.
La convocatoria de este domingo se enmarca dentro del acuerdo que firmaron en 2018 cuatro sindicatos –Comisiones Obreras (CCOO), Unión General de Trabajadores (UGT), Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) y Sindicato Libre– con Correos. El pactó llegó después de que los trabajadores anunciaran dos jornadas de huelgas durante las Navidades de ese año para reclamar por las condiciones laborales de una plantilla que “sufrió el recorte de la paga extraordinaria y de salario” durante la crisis, según recuerda Sergio Mira, de CCOO Madrid.
El acuerdo incluyó una mejora salarial del 9% y una oferta de empleo de 11.200 puestos en todo el país hasta 2020, que se completará hasta “el 80%” tras la convocatoria de este domingo. El sindicalista asegura que “poco a poco” se han ido cubriendo las vacantes, pero que aún es “insuficiente”. Para Mira, los nuevos puestos “no dejan de ser una recuperación” de las “15.000 plazas perdidas en la crisis”.
Este domingo, frente a las carteleras de la facultad de Ciencias Biológicas, decenas de hombres y mujeres buscan sus nombres en las listas y poco a poco se van acercando a las aulas que les corresponden. Lo mismo ocurre en las otras facultades de Madrid en las que se realizan las evaluaciones.
Toni, de 59 años, llega agitada sobre la hora y busca el sitio asignado a los Alonso. “¿Alonso? Yo también soy Alonso”, la ayuda un hombre. La mujer reconoce que ha preparado poco el examen porque ha trabajado “toda la vida” en Correos y ha “tocado todos los palos”. Ahora está desempleada porque en 2012, perdió el puesto, según cuenta: “La gente con antigüedad, mayores como yo y sin estudios quedamos excluidas”.
El bullicio de la planta baja desaparece al subir las escaleras, donde las personas esperan en pasillos repletos. A las 9.20 horas, todos los que aspiran a un puesto de cartero o de agente de clasificación sacan sus DNI y comienzan a entrar a las aulas. En algunas, el examen empieza en hora y en otras, se retrasa, según señalan algunos aspirantes después. Durante la hora y media que dura el examen los corredores se vacían.
“La mayoría” serán empleos de jornada completa
Las personas que se han presentado al examen en todas las provincias del país cubrirán puestos fijos que serán, sobre todo, de reposición, es decir, para cubrir las vacantes de los empleados que se jubilan; el 14% serán nuevos trabajos. Además, “la mayoría” serán empleos de jornada completa, según afirma en uno de los pasillos el director de Correos en Madrid, Castilla-La Mancha y Extremadura, Domingo Sebastián Bello, aunque una parte serán empleos de jornada parcial.
Antes de las 11, sale Sergio, de 24 años, que espera conseguir “un trabajo para toda la vida”. Desde hace dos años, trabaja en empleos temporales de Correos y sigue viviendo en casa de sus padres. “Es imposible independizarse con un contrato de tres semanas, me pilla lejos la independencia”, lamenta. El joven se presentará también a la llamada de la tarde, para el puesto de atención al cliente, y aprovecha para bajar a la primera planta, donde decenas de personas aún repasan sentadas en el piso o hacen fila en máquinas expendedoras saturadas.
En el piso, Mercedes, de 54 años, lee los apuntes que hizo el año anterior. Están escritos con su caligrafía y resaltados con colores. “No tengo posibilidad económica de comprar los temarios y no tengo tiempo [de hacer nuevos puntes], con tres niños en casa”, indica. Ahora espera una plaza: “Me quiero jubilar tranquila porque llevo siete años en paro”.
También Luis, de 50, está desempleado. Desde 2012, ha alternado trabajos y su situación laboral ha sido “muy mala”, según cuenta. El hombre asegura que está “contento” con cómo le ha ido en el examen después de prepararse durante cuatro meses en una academia que le costó 1.200 euros. Se quedará a la siguiente llamada, que empieza a las 14.30 horas, y si no entra esta vez probará en la siguiente convocatoria, que se hará este año para 3.421 plazas. No le importa el puesto. “Con tal de que sea un trabajo… aunque sea en un puesto de pipas”, bromea en el entretiempo.
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