En primera persona: ¿Qué demonios hago con mi monopatín si lo prohíben?
Hasta que no cumplí los cuarenta años no me decidí a comprarme el monopatín. Otros se compran un coche rojo. En la adolescencia patinaba con los amigos y, aunque nunca fui Tony Hawk, siempre he añorado tener una tabla para moverme por la ciudad. Fui a una tienda cercana y me hice con una cosita de andar por casa -“¿Lo quieres para hacer trucos o desplazarte?”. Aunque todavía no había renunciado a que me saliera algún ollie –ahora ya sí-, respondí resuelto -“para desplazarme, sin duda”. Y me lo llevé puesto.
Desde entonces lo ha usado ocasionalmente, patinando por las aceras (llevándolo en la mano en los tramos concurridos) y jugando con los niños en la acera de debajo de casa. He ido postergando el plan de usarlo para llegar hasta el tren de Cercanías para ir a trabajar, en los meses de calor por el sudor y en los de invierno por el frío…pero hasta ahora no había renunciado a él.
El pasado 9 de febrero se presentó el primer borrador de la nueva Ordenanza de Movilidad. Los titulares se los llevó la intención de limitar por ley de la velocidad máxima a 30 km/h en todas las calles de la ciudad de sentido único o las que tengan solo un carril por sentido. Pero ahí, escondida, había una zancadilla a los skaters.
Según la Ordenanza de Movilidad los patines, patinetes sin motor “o artefactos similares sin propulsión motorizada” podrán seguir circulando por aceras y demás zonas peatonales siempre que adapten la velocidad “al paso de persona”. Además, podrán circular también por las vías pensadas para la bicicleta (carriles bici protegidos o no, aceras-bici, sendas ciclables, pistas-bici y ciclocalles exclusivas para la circulación de bicicletas). La circulación por los carriles bicis no protegidos está limitada, eso sí, a los mayores de 16 años y menores acompañados, que deberán ir protegidos con casco y llevar reflectantes.
Si la ordenanza acabara aquí, los usuarios de monopatín podríamos sentirnos cómodos a cobijo de la expresión “o artefactos similares sin propulsión motorizada”, supongo. Pero el final del apartado trae la mala nueva:
Curiosamente, el apartado de la ordenanza sobre Patines y patinetes sin motor viene ilustrado en la web del Ayuntamiento con la foto de un monopatín.
La acera de mi calle es muy ancha, una de esas carne de terraza que se salva por la ausencia de bar. Como contaba más arriba, en ocasiones bajo con mis hijos a patinar despacito por la misma. El pequeño lleva su patinete, la mayor los patines (está aprendiendo) y yo el monopatín. Si la redacción final de la ordenanza quedara tal cual, ellos podrían bajar a la acera con sus vehículos, pero yo no. Adiós a mi plan de hacer desplazamientos rodados cortos en familia, adiós a mi propósito de ir hasta el Cercanías en monopatín y ahorrarme un autobús. Adiós al monopatín en la ciudad, salvo en los cotos de skate.
Según la nueva ordenanza, en una distinción que se antoja caprichosa, los patines o patinetes son vehículos urbanos, mientras que los monopatines sólo deportivos. Sin embargo, el skate, pensaba yo en mi ingenuidad, era precisamente un deporte que se caracterizaba por ser urbano. Algunos podrán ir al skate park de Madrid Río (con la tabla en la mochila) y dar rienda suelta a sus habilidades sobre la rampa. Yo, a mis cuarenta, sólo aspiraba a seguir bajando con cuidado de Tetuán a Malasaña.
*La comunidad del monopatín madrileña ha convocado el próximo jueves, 22 de febrero, a las 19 h. a skaters, longboarders y riders en el Ayuntamiento para protestar por esta medida de la Ordenanza de Movilidad.
0