Operación Canalejas, una larga historia de urbanismo a la carta: de rebajar la protección a provocar el corte del Metro
Estos días estamos hablando de la mala ventura económica del complejo Canalejas, buque insignia de la industria del lujo madrileña –incluso en su silueta vale la metáfora– que no termina de zarpar.
Era difícil pensar, aún sin saber nada de legislación urbanística, que la demolición interior y unión de siete edificios singulares de los siglos XIX y XX en la zona más noble del corazón de Madrid (entre las calles de Alcalá, Sevilla, la plaza de Canalejas y la Carrera de San Jerónimo) pudiera llegar a buen término. Pero esto sucedió en Madrid hace poco tiempo. Con la concurrencia en el proceso de distintos equipos municipales, se dieron los pasos para allanar el camino a que la manzana albergara un hotel de cinco estrellas de la cadena Four Seasons, 22 viviendas de súper lujo y un parking de tres plantas.
Para entender cómo uno de los espacios históricos de la banca española, a un paso de la Puerta del Sol, obró el cambio, hace falta desandar el camino. El proceso de concentración bancaria español fue anterior al de los edificios de Canalejas. A mediados de los años noventa el Banco de Santander se había hecho con el Banesto. En 1999 se fusionó con el Banco Central Hispano –en la práctica lo absorbió–, cuyo nombre ya da pistas de que, antes, fueron el Central por un lado y el Hispano-Americano por otro. De este proceso de amalgama de entidades sucedió también la concentración de las sedes históricas de los distintos bancos en las mismas manos. Las de La Equitativa (que se llama así por la primera compañía de seguros que lo habitó y fue sede del Banco Español de Crédito, Banesto) y el Hispano-Americano pertenecían ahora al Santander e, incluso, se conectaron internamente, dando lugar a una casa que quedó grande cuando el banco estrenó en 2004 su moderna sede de Boadilla del Monte.
Es en este momento cuando la gran manzana, suelo noble de la banca madrileña, se convierte en una gran oportunidad inmobiliaria. Para obtener el máximo beneficio posible, el Santander encargó al estudio de arquitectura Lamela un proyecto que maximizara la edificabilidad del complejo, creando un solo cuerpo revestido de distintas pieles históricas, excavando plantas y recreciendo otras. Un proyecto que, con la normativa en la mano, no sería posible, por lo que comenzarían distintas tentativas de modificación de las declaraciones BIC de las sedes de La Equitativa y el Hispanoamericano, las joyas de la corona.
En 2013 la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Ana Botella aprobaba la modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana para el área Sevilla-Canalejas, posibilitando un incremento de la actividad comercial. Ese mismo año, el Partido Popular redactó, sin la aprobación de la oposición, una nueva ley autonómica de Patrimonio Histórico. Entre otras cosas, el nuevo texto introducía la posibilidad de la agrupación parcelaria en monumentos y jardines históricos por la vía de la excepcionalidad. Casualmente, por aquellos días Juan Miguel Villar Mir (OVH) se mostraba interesado en comprar el conjunto de siete edificios de Canalejas al Banco Santander para poner en marcha su complejo hostelero y comercial de lujo. La Ley fue tumbada por el Tribunal Constitucional un año después pero el Canalejas del futuro ya se había beneficiado de ella.
Pero falta aún un preámubo en la obra de la Operación Canalejas. En 2012 la empresa OHL había hecho un informe en el que se explicaba cuál debía ser el modus operandi para que la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid (DGPH) obrara legalmente la desprotección patrimonial de la manzana. Los acontecimientos coincidieron en el tiempo con la polémica negociación por la venta de un cuadro de Goya de la familia política de Esperanza Aguirre a Juan Miguel Villar Mir, factótum de OHL, tal y como explicó en elDiario.es el periodista Peio H. Riaño.
Pese a las denuncias públicas y las acciones judiciales de distintas asociaciones, como Madrid Ciudadanía y Patrimonio, la piqueta empezó su trabajo en septiembre de 2014. La luz verde definitiva para una transformación que, en realidad, ya había avanzado mucho, se dio bajo el ayuntamiento e Ahora Madrid en 2015. El nuevo consistorio se encontró con el proyecto paralizado por incumplimiento de OHL y la constatación de que en las obras se estaban destruyendo elementos protegidos.
Se renegociaron algunos aspectos (el más importantes la eliminación de una terminal de autobuses) y se siguió adelante. El entonces concejal de Urbanismo, José Manuel Calvo, declaró que la operación era un “ejemplo de una nueva forma de hacer urbanismo y construir ciudad”. El proyecto se asumió como parte de la herencia recibida por el nuevo Ayuntamiento pero la aprobación en el Pleno de la ciudad supuso una de las rupturas del equipo consistorial, pues los ediles de Ahora Madrid Rommy Arce y Pablo Carmona abandonaron la sala durante su aprobación. Pero quedaba la batalla judicial. Hasta 2019 Carlos Lamela, arquitecto del proyecto, no sería absuelto de la acusación de daños al patrimonio, en un proceso judicial abierto por Madrid, Ciudadanía y Patrimonio.
Las obras del gigantesco complejo de 50.000 metros cuadrados tampoco fueron inocuas para los madrileños, que durante años –el proyecto acumuló distintos retrasos hasta la inauguración del Four Seasons en 2021– sufrieron un sinfín de molestias. Y algunos las seguirán soportando, pues el Ayuntamiento ha excluido la manzana de la calificación que tiene su entorno inmediato de Zona de Protección Acústica Especial.
Durante las obras, y entre los andamios del párking, se pudieron divisar varios tramos de viajes del agua del siglo XVIII, que fueron documentados en vídeo por un ciudadano. Los supuestos hallazgos arqueológicos, sin embargo, no fueron notificados a la administración (sí que se conservó en el aparcamiento una antigua noria de la misma época para la captación de aguas subterráneas).
Este fue solo uno de los impactos sobre el subsuelo madrileño. Las obras desplazaron el túnel de la Línea 2 de metro entre Sevilla y Sol durante la construcción del aparcamiento y obligó a dejar sin servicio a 80.000 viajeros cada día, durante meses. El cierre de la línea afectó en 2019 a las estaciones de Banco de España, Sevilla, Retiro y Ópera en distintos momentos. Finalmente, tras remover la trama urbana, los madrileños también perdieron uno de los accesos a la estación de metro de Sevilla.
Un año antes, la vecina Academia de Bellas Artes de San Fernando había tenido que cerrar cinco salas por unas grietas que achacaba las obras del complejo, a las que también responsabilizaba del polvo que llenaba sus instalaciones y de grietas en el Hércules Farnese, la escultura que solía dar la bienvenida a los visitantes a la entrada del museo. Parece obvio que fue difícil calzar el gigante en la orma del centro de Madrid.
Después de este recorrido, con distintos capítulos de lo que algunos han denominado urbanismo a la carta, Canalejas sigue buscando un sitio en el Madrid que quiere ser del turismo de lujo –la irrupción de hoteles de cinco estrellas en Gran Vía y otras zonas del centro certifican la tendencia–. El contenedor lo tenemos y tiene 50.000 metros cuadrados, queda por ver si pasan por allí suficientes ricos para llenarlo.
1