Montar en 1976 un centro clandestino para la contracepción, la educación sexual y el aborto desde el movimiento feminista
Inmersos en un sistema de salud garantizado –mal que bien– por el Estado de bienestar, a veces olvidamos que muchas de las coberturas que hoy provee el Estado fueron impulsadas por la organización obrera durante la primera mitad del siglo XX y, a veces, como en el caso que nos ocupa, antes de ayer. Nos referimos a un sistema de planificación familiar clandestino y situado en un barrio. Pero vayamos antes con un poco de contexto.
Para el nacionalcatólico franquista, el aborto era un crimen de Estado –así lo caracterizaba la Ley de 1941–, lo que impulsó a la población española a la anticoncepción vergonzante y al aborto clandestino. En los años sesenta legaron llas primeras píldoras , clasificados oficialmente como fármacos terapéuticos para problemas ginecológicos y de esterilidad. Aunque en España el freno de la dictadura retrasaba las tendencias, también aquí el cuerpo, la sexualidad y la autonomía individual empezaron a ser políticas.
Y eso que el contexto represivo no era precisamente laxo. Los casos penados relacionados con el aborto no solo no decayeron con la agonía del régimen, sino que se produjo una oleada de sumarios abiertos por abortar que ocuparon la atención del naciente movimiento feminista, que terminó de fijar la legalización del aborto como uno de sus objetivos prioritarios a partir de la muerte del dictador. Especialmente conocido fue el proceso de Las 11 de Basauri, en 1976, donde varias mujeres fueron procesadas por abortar, lo que movilizó masivamente al movimiento feminista en toda España.
En algunos hospitales públicos, y con el buen hacer de un grupo de médico jóvenes, iban apareciendo servicios de planificación familiar camuflados bajo otros nombres como clínica puerperal o clínica de esterilidad. Sin embargo, fue el movimiento feminista el que decidió no esperar al respaldo del BOE y abrió centros clandestinos. El primero de ellos fue el conocido como Centro de Mujeres Federico Rubio o Centro de Planificación Familiar Federico Rubio, llamado así informalmente porque estaba situado en el número 36 de la Avenida Doctor Federico Rubio y Galí, en el barrio de Bellas Vistas.
El centro se fundó durante los primeros meses de 1976 por iniciativa del Frente de Liberación de la Mujer (FLM), un grupo feminista y anticapitalista nacido a cobijo de la Asociación Española de Mujeres Universitarias (AEMU). Bajo la denominación de planificación familiar latía el nombre que primeramente habían dado a la comisión, por la Anticoncepción y el Aborto, menos adecuado para capear el temporal del momento institucional en España.
Para montar el centro, se alquiló con donaciones un pequeño piso en la calle cercana a Cuatro Caminos. Colaboraban de forma voluntaria facultativos y activistas para ofrecer a las mujeres asistentes información sobre su sexualidad, asistencia ginecológica y, llegado el caso, acompañamiento para abortar en clínicas privadas en Londres. Pronto se formaron frente a la clínica sin nombre colas de mujeres provenientes de todos los barrios de Madrid y hasta de fuera de la ciudad. Las consultas duraban a menudo hasta altas horas de la noche.
Entre los nombres de quienes pusieron en pie la clínica destaca el de Elena Arnedo, que posteriormente participaría en el Plan de Centros de Orientación Familiar. Comprar anticonceptivos de forma corriente no fue legal en España hasta octubre de 1978 (y el aborto no sería despenalizado bajo tres supuestos hasta 1985). El Centro de Mujeres Federico Rubio cerró precisamente en 1978, después de año y medio de atender a muchas mujeres en la clandestinidad (aunque sin grandes problemas legales). Algunos de los profesionales que participaron en la experiencia se involucraron después en el Instituto de Medicina Social (vinculado al PCE) o al Centro de Planificación Familiar Pablo Iglesias (PSOE), ambos fundados en Madrid alrededor de 1978.
La semilla del centro de los Cuatro Caminos sentó las bases para números consultorios de carácter popular nacidos en toda España. La activista política Justa Montero –involucrada entonces en la Liga Comunista Revolucionaria y el movimiento estudiantil–explicaba cómo la experiencia del Federico Rubio se extendió luego a los movimientos de base en los barrios, primero en Vallecas y luego en Canillejas:
“Creamos un centro de mujeres de la zona Este de Madrid, de Canillejas, de San Blas, Quintana, Pueblo Nuevo… nosotras decidimos desarrollar una actividad en el barrio de información y facilitar el asesoramiento a las mujeres, para que pudieran conseguir anticonceptivos, e ir a abortar a Londres o a Holanda, que era donde facilitábamos las direcciones”.
El proyecto funcionaba a través de las vocalías de mujeres de las asociaciones vecinales y sirvió para crear una red de solidaridad femenina en las barriadas. “¿Cómo se recibía? Como se recibía todo lo del feminismo en esa época: algunas mujeres con escepticismo, con cierta reticencia. Nosotras éramos súper jóvenes. Venían mujeres, y no solo les decíamos si querían ver a la ginecóloga o les informábamos sobre métodos anticonceptivos, sino que previamente dábamos una charla sobre sexualidad al uso de esos momentos: donde la sexualidad era descubrir el placer de las mujeres, el clítoris, desmitificar el orgasmo vaginal, que las mujeres conocieran todo su cuerpo, que pudieran disfrutar. Dábamos una charla completa. Creo que había mujeres que podían reaccionar con reticencia o con temores, pero muchas otras con un espíritu muy abierto, como de, bueno, lo propio de aquella época; la posibilidad de descubrir y explorar nuevas cosas en la vida, y descubrir el propio cuerpo y vivir la sexualidad sin el temor al embarazo y descubrir que ellas podían también experimentar placer sexual sin tener que estar pendientes solamente del placer del varón”, explicaba la activista.
En una España que cambiaba vertiginosamente, la experiencia de año y medio del Centro de Mujeres Federico Rubio supuso una inmensidad cuyos avances, sin embargo, no son hoy suficientemente recordados… aunque no nos cabe duda de que muchas mujeres ya en edad de ser abuelas lo tienen muy presente en su memoria.

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