La XVI edición del Salón de la Crítica de Murcia presenta a ocho artistas, dos de ellas fotógrafas
Como en anteriores ediciones, miembros de la Asociación Murciana de Críticos de Arte han elegido a los artistas que a su juicio destacan por su trabajo en el ámbito del arte, tanto por los recientes trabajos de unos, emergentes o no, como por la trayectoria profesional de los otros. Los críticos explican razonadamente los motivos de su elección, que vierten finalmente en el catálogo confeccionado a propósito para distribución pública.
Entre los artistas figuran dos fotógrafas, una de ellas Alba Pérez Padilla, presentada por José Alberto Bernardeau, quien destaca de ella que “las imágenes, ya de por sí con una delicada y elegante carga dramática, nos las muestra Alba tiernamente iluminadas con suaves veladuras que nos remiten a una conciencia interiorizada en la que lo subjetivo pugna por abrirse camino entre las tensiones de lo pasional y la quietud”.
“En todas la fotografías –añade- se percibe una situación de posterioridad, que no de conclusión, de antecedentes vividos intensamente. Tal vez un grito vital que brota de su ser esencial, el de la autora, que bucea en lo suprasensible de sus recuerdos y anhelos, conformándolos en sus obras para tratar de liberarlos”.
La otra fotógrafa es Eva Banegas, presentada por Javier Jiménez Leciñena, que subraya de ella su propósito de “componer una serie de imágenes que representen diferentes leyendas murcianas para así salvaguardarlas del olvido. Así, la imagen fotográfica deviene no solo un refugio contra el tiempo sino también una estrategia para protegerlo”.
Rodrigo Carreño Rio ha elegido a Arturo Méndez señalando que “sus proyectos plantean un diálogo sobre las dualidades poniendo el foco de atención en aquello que se nos presenta de forma insólita, oculta y misteriosa, evidenciando ese velo que dificulta nuestro modo de ver el mundo”.
Alicia Cartagena habla de las obras expuestas de Danny Cruz, quien narra plásticamente las relaciones personales con su propia abuela, como “Una estrategia de amor y resistencia ante el peso del tiempo, la distancia y las consecuencias de la migración”, así como la conversión de sus trabajos en “ puente que conecta aquello que le parece irremisiblemente separado: el aquí y el allá, el ahora y el entonces, el artista y su abuela”.
Angy Gómez es presentada por Pedro Alberto Cruz Fernández, el cual a la vista de los trabajos de aquel reflexiona sobre el “tiempo” y “espacio”, además de la “”permanencia“, conformando una triada capaz de incluir lo sensible, lo mental y lo emocional, capaz de permitir el diálogo entre lo que ”está“, lo ”volcado“ y lo que se ”recibe“. La anécdota queda así superada, y sobre ella se levanta la interacción, el estímulo que genera otros estímulos.
Miguel Ángel Hernández opina sobre la obra de Ana Conde Herrera la calidad de centrarla en “la exploración de la identidad a través de los espacios liminales, en especial los patios de luces urbanos, y el archivo fotográfico familiar. ”Su obra“, añade ”indaga en cómo estos elementos se convierten en catalizadores de narrativas personales y colectivas, conectando el ámbito doméstico con la memoria y la experiencia espacial“.
Del artista Javier García-Herrero, el crítico Tomás Ruiz Planes señala que su obra se caracteriza por “una profunda exploración de los límites entre la figuración y la abstracción. En ocasiones, ofrece construcciones inalterables de estructura lineal, sujetas a la depuración de un método sofisticado y pautado. Comunicación pictórica fundamentada en el uso y manejo de diferentes códigos comunicativos. La propia línea alcanza protagonismo, simbolismo y significado inherente, de un modo independiente en cada una de sus representaciones”
Mari Trini Sánchez Dato presenta a Lorena Cabrera, de quien destaca que “ se atreve a adentrarse en un tema poco tratado en el contexto artístico actual, limitativo de los discursos por la falta de una auténtica evolución basada en la investigación personal”. Der ella subraya también que “se intuye una persona ajena al mundo que la rodea, al mundo sensible convencional, que recurre a una protección superior, encontrándose cómoda con esa compañía, y con los valores inexistentes de la dimensión física que le aportan felicidad y seguridad”.
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