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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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La voz de las prostitutas

Dos de cada diez hombres pagaron servicios de prostitución el pasado año

Ramona López

¿Son las prostitutas esas mujeres libres y empoderadas de las que oímos hablar por parte de quienes son partidarios de la prostitución? ¿Son dueñas de sus cuerpos y llevan la bandera de la libertad, de la sexualidad libre y variada, de la vida alegre y diversa, del deseo? ¿Viajan, viven la noche y llevan ropa divertida? ¿Ha salido todo este discurso de la boca de las prostitutas?

Yo me pregunto, cuando una mujer tiene cada día quince o veinte encuentros sexuales con hombres desconocidos a los que no desea, hombres de cualquier edad y condición, estado etílico, nivel higiénico o ánimo violento ¿Está realmente disfrutando ella de su sexualidad? Es evidente que no. Quienes disfrutan de esos encuentros sexuales son los puteros, entonces, no son ellas las dueñas de su sexualidad sino que ésta está al servicio del putero que es el que recoge el beneficio del disfrute.

¿Quién suplanta la voz de las prostitutas para decir que son libres, que son prosex, que son dueñas de su cuerpo? ¿Se enriquecen las prostitutas con esta actividad, que es la segunda más lucrativa después del comercio de armas, más lucrativa incluso que el tráfico de drogas? Si le seguimos el rastro al dinero encontraremos enseguida la clave. Si las prostitutas sacaran  partido a ese capital erótico del que se habla, habría cientos de miles de prostitutas ricas y sabemos que eso no es así. Sin embargo un proxeneta le saca a una mujer de 45.000 a 60.000 euros anuales. Las mujeres, en el mejor de los casos ganan para vivir. Por tanto, no son dueñas de su cuerpo, los dueños son los proxenetas. Si la prostitución es la conjunción de sexo y dinero, el beneficio sexual es de los puteros y el beneficio económico de los proxenetas. Para ellas queda pobreza, marginación, enfermedad y estigma.

Por si esto no fuera suficiente, su voz es suplantada y se dice que son libres y empoderadas, que están felices con su trabajo y que ganan mucho dinero. Este discurso no ha podido salir más que de voces interesadas. Afortunadamente tenemos las voces de supervivientes de la prostitución como Amelia Tiganus, Huschke Mau, Rachel Moran, Alika Kinan… que hablan con su propia voz y describen ellas mismas la verdadera cara de este negocio inhumano. La semana pasada tuvimos en Cartagena y Santomera a Amelia Tiganus hablando de su experiencia, con un discurso potentísimo, describiendo lo que ella llama “mi campo de concentración”. Recomiendo a quien esté interesado en el tema que vea sus vídeos o lea sus artículos porque deja claras muchísimas cuestiones al respecto.

Este párrafo de su artículo 'La revuelta de las putas' está muy alejado de ese relato de libertad, risas y luces de neón que nos venden los mass media sobre este tema: “¿Cómo fueron los cinco años dentro de los más de 40 prostíbulos en los que viví? Lo transmito con una imagen, un reloj sin agujas. La esclavitud es una vida sin sentido del tiempo. Sin voluntad para reconocerte a ti misma como persona. Cuando el proceso de deshumanización es constante, la disociación y el olvido son necesarios, es más, son un mecanismo muy poderoso de supervivencia dentro del campo. Imaginen estar las 24 horas del día obligadas a ver películas porno, a no dormir cuando quieres, a no comer cuando quieres, a ser y a actuar en relación a lo que los puteros exigen, a vestir como ellos lo desean, a tener otro nombre, a dormir en la misma cama en la que durante horas los puteros han hecho posible que la repetición del acto sexual se transforme en una de las formas de torturas más brutales. Imaginen que el dinero que ganamos en supuesta libertad es usurpado por los proxenetas y que ese dinero beneficia a ayuntamientos, a Hacienda, al Estado proxeneta. En el prostíbulo pierdes tu identidad y te conviertes en una mujer en serie: intercambiable y utilizable sin medida”.

Aproximadamente el noventa por ciento de las mujeres que se prostituyen en España son inmigrantes. Esta cifra es más o menos la misma en Francia y en Alemania. Esto es así porque cuando las mujeres tienen otras opciones no se prostituyen, lo cual quiere decir que lo que llaman libertad es en realidad necesidad económica. Decir que la prostitución debe seguir existiendo porque de algo tendrán que vivir las mujeres pobres es puro clasismo.

En la composición actual de la población es además neo colonialismo, porque las que se prostituyen, como ya he dicho, son mayoritariamente inmigrantes. Además, y como siempre, hunde sus raíces muy hondas en el más rancio patriarcado porque jamás se ofrece a un hombre pobre la salida de la prostitución. En el imaginario colectivo cuando un hombre no tiene para comer, que robe. O sea, que entre en acción. Cuando una mujer no tiene para comer que se meta a puta. O sea, que se someta.

Cuando una mujer dice “soy puta porque quiero” está intentando retener algo de autoestima perdida a merced de la prostitución. En la inmensa mayoría de los caso, las mujeres que se prostituyen lo hacen porque no han podido elegir; hablar por tanto de libre elección es un duro sarcasmo. No se puede hablar de libre elección mientras te entregas a la elección de quien te usa.

En la prostitución, sobre la mujer recae todo el estigma y está bajo el foco de atención mientras que los puteros, para quienes se creó está institución y sin quienes no existiría y que además son los beneficiarios de ésta, quedan, paradójicamente, fuera del foco, como si nada de este asunto tuviera que ver con ellos. En este caso creemos que tiene que ver el hecho de que los roles asignados a cada uno indican que las mujeres hacen lo que no deben hacer, ser de muchos hombres, mientras que los hombres que acuden a la prostitución hacen justo lo que se espera de ellos: ser unos machotes. El comportamiento de los hombres está, por lo tanto, aceptado socialmente y es en los burdeles donde se socializa esa masculinidad patriarcal basada en dominio, abuso e indiferencia emocional.

La prostitución es una imposición patriarcal. Por tanto, como feministas deberíamos ayudar a las mujeres a rebelarse contra esa imposición y no a aceptarla como un trabajo más, como un trabajo cualquiera, porque no lo es. Quiero terminar este artículo con una cita de Amelia Tiganus, cuya voz es la voz de todas las prostitutas que no pueden expresarse: “Imaginen a todas las que no podrán hablar y contar este relato: las que morirán por enfermar gravemente a causa de las adicciones, los abusos y la tortura; las que serán asesinadas, las víctimas de feminicidio por prostitución son las grandes olvidadas de la violencia machista”.

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